Habibi, de Craig Thompson
“Habibi” ha sido una revelación para mí; una epifanía. Ha sido la primera novela gráfica que he leído en mi vida, y con ella me pasó eso que muchos bibliófilos experimentan al menos una vez: fue ella quien me eligió a mí desde la estantería de mi biblioteca local. Me encontró en el momento justo en que estaba más receptiva a un género y a unos temas narrativos que hasta entonces no me habían atraído demasiado, pero que en ese momento no me pasaron inadvertidos.
“Habibi” tiene tamaño y aspecto de libro sagrado de alguna religión. La edición es muy bonita y está bastante cuidada. Además, su portada, lomo y contraportada dan pistas sobre lo que nos espera dentro: una historia que va de lo particular a lo universal, siendo la particularidad la narración sobre la suerte de dos esclavos, Dodola y Zam, de distintas edades y razas, reunidos por azar o destino y enfrentados a un mundo que los arrojará de desafío en desafío, a los que ellos responderán desde la templanza que les da la fe, la sabiduría que heredan de los símbolos, cuentos y pasajes del Islam, la voluntad de supervivencia y, siempre, desde la fuerza del amor que los une.
Porque “Habibi” es, ante todo, una historia de amor o, si se quiere, una alegoría sobre la fuerza del amor y los extremos a los cuales puede llevar al ser humano. Amor entendido en sentido muy amplio: asistimos a los sentimientos -no siempre bien definidos para ellos, pero siempre fuertes- entre Dodola y Zam y a cómo evoluciona su amor desde su infancia y juventud a su adultez; al amor universal que predican las dos religiones que tienen cabida en la historia, el Islam y el cristianismo; y, en fin, al amor a Dios que, a pesar de todos sus infortunios, profesan los dos protagonistas.
En “Habibi” se entreveran la belleza y la crudeza extremas. Así, el dibujo es hermoso, rico en detalles -a veces, lo es tanto que resulta recargado- y en matices, y da idea del trabajo ingente que ha supuesto para Craig Thompson (parece que trabajó siete años en esta obra), y los protagonistas son tan desafortunados como hermosos. Pero lo que realmente me enamoró fue la belleza con que se retrata la fe. Dodola y Zam aprenden y se enseñan mutuamente a través de historias, y muchas de ellas vienen de la religión y la tradición musulmana, aunque también de la cristiana, mostrándonos así a los lectores un posible origen común de ambas y apuntando, además, a una posible unidad más profunda que trasciende la existencia misma de diferentes religiones. No sólo de religiones, sino también del saber científico, del arte y de la concepción del mundo propias del mundo musulmán; y, por encima de todo ello, de la tradición oral, del saber de todo tipo que se transmite mediante los cuentos y los relatos contados de generación en generación. Todas esas historias se intercalan en la narración principal y, aunque no siempre se logra la naturalidad, siempre acaban atrapando por su belleza y su simbolismo. Mención especial merecen las numerosas muestras de escritura árabe que salpican toda la novela y que se explican o amplían en un glosario final.
Me ha resultado muy estimulante e interesante que un autor occidental, norteamericano para más señas y, que yo sepa, no musulmán, nos ofrezca una visión tan franca y tan positiva de un mundo que aun hoy nos resulta lejano y que, por desgracia, está sujeto a muchos prejuicios y visiones negativas por parte de muchos medios occidentales. Me ha gustado especialmente esa aproximación desde una deliberada inocencia mental, como lo haría un niño. Es ahí donde se halla la verdadera belleza de esta obra.
A pesar de la importancia que tiene en “Habibi” la parte metaliteraria y simbólica, no se descuida el relato sobre los dos protagonistas, Dodola y Zam. Aunque, personalmente, en ningún momento sentí que la tensión decaía, es verdad que, en comparación, esta parte parece tener menos fuerza. Para decirlo claramente, les pasan tantas cosas malas (y el autor no omite detalles de algunas de ellas, de carácter sexual o violento, aunque siempre se queda dentro de unos límites) que, a veces, parece un pequeño folletín. También decae claramente en la parte final, en la que la ambientación parece cambiar sin solución de continuidad y se sitúa en un medio urbano, muy actual, que, sin embargo, me ha resultado menos atrayente que el desierto, el palacio o el pueblecito árabe del principio, que recuerdan a “Las Mil y Una Noches” y constituyen un marco mucho mejor para las historias intercaladas que se nos cuentan.
Recomiendo “Habibi” a lectores sin prejuicios y a quienes aman contar y que les cuenten historias.
Lo que más me ha gustado: el carácter poético y bello de la narración, y su carga simbólica, expresando verdades esenciales de la vida y el ser humano a través de relatos.
Lo que menos me ha gustado: que a veces cae en lo escabroso y que algunas de las historias no se hilvanan bien con el relato principal.
Me ha encantado la reseña. Si no eres aficionada a la novela gráfica, pero te interesa profundizar en el tema, lee “Persépolis” de Marjane Satrapi o “Pollo con ciruelas” de la misma autora (es más, te diría que incluso cogieras más la segunda opción, una pequeña historia de amor que a mí me dejó sin aliento, literalmente). Después, puedes leer “Pildoras azules” o “Arrugas”, que son dos realidades tan cercanas que a mí me trastocaron cuando las leí. 😀
También a mí es un género al que me cuesta acercarme y sin embargo casi siempre me han resultado de lo más gratificantes cuando me he decidido por uno de ellos. Ciertamente “Persépolis” del que te habla Sergio, me impactó tanto que no puede por menos que reseñarlo aquí mismo, pero desde luego, y a la vista de tu estupenda reseña, te recomiendo que sigas explorando este mundo.
Un abrazo, y un placer leerte!
Yo he visto recientemente en mi biblioteca local este libro de Thompson, y creo que muy pronto lo sacaré. Thompson es el autor de Blankets, que sí leí, y que se considera un clásico moderno. Lo que sucede a veces con este autor, y creo entender que a ti también te lo ha parecido, es que, al llevar tan lejos lo trágico y lo romántico, en muchas ocasiones se acerca peligrosamente a lo cursi.
He hojeado este libro y, como Blankets, la creatividad del autor en la composición de las páginas es realmente asombrosa.
Un saludo.
¡Gracias por vuestros comentarios, Sergio, Susana y Niño Vampiro! Posterior a éste, leí “Maus”, que, según parece, está considerado el pionero del género, pero no me gustó tanto. He oído elogios sobre “Persépolis” y, ahora que lo recomendáis, lo apunto y lo subrayo.
Un abrazo a los tres, nos leemos 🙂
Una recomendación muy difícil de ignorar, Leire. Me avergüenza reconocer que soy un completo ignorante en materia novela gráfica, así que poco puedo aportar a este debate; en todo caso me encantó tu reseña.
Un saludo.
Muy amable, Javier. Yo también soy una completa ignorante de la novela gráfica (entre otras muchas materias) y yo era la primera reacia a darle una oportunidad a este género. Sólo puedo decir que, si alguien decide leer este libro a partir de mi reseña, espero que le (os) guste tanto como a mí. ¡Un abrazo!