Hablar solos, de Andrés Neuman
Esta valiente confesión a tres voces nos adentra en los recovecos menos frecuentados de la enfermedad, la sexualidad, el amor y la memoria.
Amanece otra vez. No empieza nada.
No me siento del todo cómodo recomendando un libro por el mero hecho de que me haya gustado. Es decir, si lo recomiendo es porque me gustó, eso está claro, y tampoco voy a pretender que mis opiniones no aparezcan en el comentario; eso es inevitable e incluso deseable. Sin embargo, siempre he pensado que hace falta algo más que una opinión para prescribir una lectura; son necesarios criterios objetivos que ofrezcan una imagen lo más fiel posible del libro del que se habla.
Pero hay casos, y este es uno de ellos, en los que por mucho que me esfuerce no voy a lograr ser objetivo. Sé, desde ya antes de comenzar, que diga lo que diga sobre esta novela nunca le haré justicia. Les hablaré de su estructura coral y me dirán que eso ya lo han visto otras veces. Les diré que la historia posee una tensión y un ritmo que hace imposible soltar el libro y reconocerán que eso está muy bien, pero que se puede decir de muchos otros textos. Me temo que al final tendré que reconocer que si quiero destacar Hablar solos de entre tantas otras novelas es porque me ha gustado y, sobre todo, me ha emocionado como pocas han conseguido hacerlo.
Les contaré un poco de qué va, otra cosa que tampoco me gusta mucho hacer.
Mario se muere. A su hijo Lito, con diez años recién cumplidos, no le ha contado nada; quiere ahorrarle el espectáculo de su agonía o quizá, simplemente, se resiste a reconocerse a sí mismo que está enfermo. Como último acto de la representación padre e hijo van a hacer juntos el viaje que con tanta insistencia Lito había pedido: dos hombres en la carretera compartiendo experiencias.
Llevaba pidiéndolo no sé cuantos veranos. Siempre me contestan lo mismo. Más adelante. Odio que me digan eso. Me imagino una cola larguísima de niños y que yo soy el último.
A Elena no le hace ninguna gracia este viaje. No sabe si Mario aguantará el esfuerzo, está demasiado débil para hacer tantas horas al volante, pero no hay manera de convencerle. Es el legado que quiere dejarle a su hijo, pero también es un ajuste de cuentas con su propia infancia.
Acaban de salir. Espero que mi hijo vuelva contento. Mi marido ya sé que no va a volver. Era ahora o nunca, cierto. Pero a Mario le cuesta (a los hombres les cuesta en general) admitir que a veces toca nunca.
Quizá debido a la incertidumbre y al miedo, quizá por verse alejada por unos días de la enfermedad que desde hace tiempo domina cada aspecto de su vida, mientras su marido y su hijo están fuera Elena va a emprender otro viaje, tan iniciático como el de Lito, más arriesgado que el de Mario.
Tres voces. Lito narra, desde la asombrada mirada de sus diez años, el viaje con su padre. Mario trata de dejarle a su hijo en herencia los consejos y explicaciones que nunca le dará cuando llegue el momento en unas cintas que graba para él, para cuando sea mayor. Elena recoge en su diario su angustia, sus contradicciones y sus reflexiones pero también, lectora empedernida, párrafos de libros que, casualmente (¿casualmente?), explican mejor que ella lo que siente.
Me pregunto si, quizá sin darnos cuenta, vamos buscando los libros que necesitamos leer. O si los propios libros, que son seres inteligentes, detectan a sus lectores y se hacen notar.
Con tres puntos, según la geometría que estudiábamos en el colegio, se puede dibujar un triángulo. Andrés Neuman, con tres voces, cada una con su registro característico, con su propia perspectiva, traza el contorno de la vida sometida a la tiranía de la pérdida, debatiéndose entre la negación y la aceptación.
«Se niega a aceptar gran parte del horror», asiento en una novela de Helen Garner, «pero ese horror no desaparece», de hecho el trabajo del horror es el contrario: reaparecer. «Así que otro tiene que vivirlo»: al evitar el tema de su muerte, Mario me lo traslada, me mata un poco a mí.
Lo fantástico de la literatura es que con tres vértices se puede dibujar una figura de muchos más de tres lados: el que va desde la vida hasta la muerte, desde el sexo hasta la soledad, del recuerdo al olvido, del dolor a la ternura, de la esperanza a la ausencia, del pasado al futuro… Y para recorrer algunos de esos lados es preciso atravesar fronteras morales que no todo el mundo es capaz de quebrar.
Pero Hablar solos no emociona porque nace de la enfermedad y del dolor, sino porque es un libro sincero. El estilo apremiante y directo, las frases cortas y contundentes, casi como aforismos enlazados, contribuye a darle un tinte de veracidad al texto, eso es cierto, pero no se trata solo del tono; en lo más profundo de su significado, las confesiones de los tres personajes ―pues no dejan de ser eso, confesiones íntimas y dolorosas― están cargadas de honestidad y de valentía.
Valentía para hablar ―aunque siempre se trate de hablar solos―, y valentía para callar.
La valentía que da la desesperación.
(…)¿por qué las visitas no me miran a los ojos?, lo peor es que todo esto no me ha enseñado nada, lo que siento es rencor, antes, cómo decirte, creía que sufrir servía para algo, como una especie de balanza, ¿entiendes?, un sufrimiento a cambio de alguna conclusión, una debilidad a cambio de tal conocimiento, mierda, todo eso es una mierda, y además qué vanidoso, como si uno pudiera organizar el dolor, no, el dolor es puro, no tiene utilidad, es de lo poco que puedo asegurarte, hijo, tú no te enseñes a sufrir, no aprendas nunca, (…)
Es cierto, hay enseñanzas que nunca se deben aprender, o que en todo caso se deben olvidar de vez en cuando. Hechos, datos, comparaciones bien fundamentadas… todo eso se adquiere con la práctica y la experiencia. Quizá sea la forma más aséptica y objetiva de recomendar un libro, mucho más fiable que limitarme a decirles que me ha gustado mucho y que deben leerla. Pero a veces es necesario olvidarse de todo eso y dejarse llevar por las emociones.
Hablar solos me ha gustado muchísimo. Deberían leerla.
Ficha técnica
Título: Hablar solos (2012)
Autor: Andrés Neuman
Editorial: Alfaguara, 2012
Páginas: 180
ISBN: 9788420403298
Tentadora reseña, y como me fío mucho de tu criterio te hago caso y me llevo este libro bien apuntado.
Besotes!!!