Creo que todos estaremos de acuerdo en que la portada de Habrá valido la pena, de Daniel Morales, es llamativa. Y sí, la novela da lo que promete: hay sexo, bastante, y explícito. La primera parte podría resumirse en que Hannah es una alemana de dieciocho años que viaja a Málaga para iniciarse sexualmente: quiere perder su miedo a la penetración y, de paso, encontrar a su príncipe azul. Ay, qué soñadora es esta Hannah, lectora de Charles Dickens, Jane Austen y Lewis Carroll. Si hasta se ha tatuado en el pecho a Alicia atravesando el espejo.
No es arbitrario lo del tatuaje, ya que la novela está plagada de referencias a esta novela. En realidad, la literatura juega un papel fundamental. Hannah es una lectora empedernida y a través de la evolución de sus lecturas vemos también los cambios de su vida: de su adorado Lewis Carroll al atormentado Dostoievski, pasando por los libertinos Sade o Masoch y después, la ausencia de libros; sin vía de escape a su realidad.
Al principio, Hannah afronta la virginidad como si fuera la barrera que la separa de la madurez. Llegamos a conocer sus miedos al pie de la letra. No obstante, aunque el relato se centra en su punto de vista, Daniel Morales también logra transmitirnos las inseguridades sexuales de los chicos que se cruzan en su camino: por la eyaculación precoz, por el tamaño, por las parafilias. En definitiva, retrata de forma bastante verosímil la iniciación sexual de Hannah y de los personajes que le ayudan a ello.
Pero esa etapa de descubrimiento no se reduce al sexo. Hannah también se adentra en las drogas: un porro en una fiesta, un poco de MDMA en una noche de desfase, una raya porque la invitan y no quiere hacer el feo… Daniel Morales refleja los efectos mentales y físicos de cada una de ellas, incluso los autoengaños de los que las consumen y no reconocen que se les va de las manos. Y si el retrato de la iniciación sexual ya me parecía acertado, el de adicción al alcohol y a las drogas me parece impactante y muy bien desarrollado.
Sexo y drogas tienen un fuerte nexo en la historia de Hannah: una cosa le lleva a la otra, y sin quererlo, pero sin evitarlo, entra en una espiral de autodestrucción. La degradación de Hannah llega hasta límites insospechados. No es la clase de personaje con el que se conecte o empatice fácilmente (al menos yo no lo hecho porque está en las antípodas de mi forma de entender la vida), pero incluso así he sufrido con su declive, incapaz de creerme que todavía pudiera hundirse más.
¿Cómo cae tan bajo? ¿Cuál ha sido su error? No hay un respuesta clara a estas preguntas ni falta que hace, porque si algo destaca de esta novela es que ni el personaje ni el narrador buscan la autocompasión, lo que hace que esta lectura sea todavía más cruda y, por eso mismo, mejor.
Me llamó la atención el discurso de uno de los personajes del libro: «Escribo lo que me pide el cuerpo, lo que me gusta escribir y lo que creo que me gustaría leer, lo que me divierte y lo que me da miedo, lo que me parece hermoso o terrible, y no me importa que esté relacionado con Dios, con el honor, con los coños o con la culpa, que esté expresado en bellas palabras o con palabrotas». Asocié esas palabras irremediablemente a las intenciones de Daniel Morales al escribir esta novela, porque es exactamente lo ha hecho en Habrá valido la pena: ha mezclado lo serio y lo cómico, el sexo y la filosofía. Y le ha salido bien. Hasta tal punto que ha sido galardonado con el Premio Vuela la Cometa 2017. Así que os recomiendo que dejéis a un lado los prejuicios literarios y os atreváis a descender a los infiernos junto a Hannah. Cuando lleguéis a la última página no tendréis duda de que este libro lo merece.
ay, no sé, no sé…creo que sí, pero no lo sé.
Hola, Marta:
Reconozco que en algunos momentos la lectura se hace dura, incluso desagradable, pero como bien reza el título, cuando llegas a la última página sientes que ha merecido la pena. Si te animas a leerlo, pásate por aquí y nos cuentas tu experiencia.
Saludos.