Ya tenemos de vuelta, poco ha tardado, a nuestra chica favorita. La siempre ambigua, (unas veces heroína, la mayoría villana, pero siempre con la percepción de la realidad alterada), nuestra pirada preferida: Harley Quinn, la chica más pálida que la muerte desde que su pastelito la arrojara a un tanque de lejía. Y es que el amor no entiende de convencionalismos y cada cual es romántico como sabe o puede.
En esta ocasión las aventuras de la arlequín buenorra comienzan cuando el recuerdo de su ex la lleva a acabar detenida por la poli, o algo parecido…; la veremos también siguiendo en las competiciones de patinaje extremo en las que todo vale y no hay reglas para que, como en Los inmortales, al final sólo pueda quedar uno; y además, por arte de la magia del cómic formará equipo con la bien dotada y amnésica a la vez, Power Girl, con quien se establecerá un nuevo “dúo dinámico” y se sucederán unos cuantos chascarrillos a cuenta de la diferencia del volumen tetil de ambas.
Ah, y asistiremos también a un breve reencuentro con su pastelito, el Joker, que acabará de la forma en la que solo semejante “relación” puede acabar.
Muchas aventuras e historietas página tras página pero, sin duda lo mejor de todo este segundo tomo, Apagón, es la visita de Harley a la Comic-Con de San Diego para conseguir que algún editor vea sus dibujos y los publique. Es lo más gracioso del cómic. El cómic dentro del cómic. ¡El metacómic! Ver cómo interactúa con mogollón de frikis, con fans disfrazadas de Batman, Superman, Joker y una tropa cosplayizada a lo… ¡Harley Quinn! Molan también las reacciones de Harley al conocer a Paul Dini y Bruce Timm, sus padres y creadores.
Esto es, grosso modo, lo que nos ofrece este tomo.
Si bien en conjunto es un cómic divertido y sin otra intención que la de hacer pasar un buen rato sin mayores pretensiones, cosa que consigue, sí es cierto que el nivel con respecto al anterior, Calor en la ciudad, ha caído algo, no mucho, pero sí lo suficiente como para apreciarlo.
No obstante, sigue siendo un buen cómic que merece la pena continuar leyendo porque está claro que con un personaje como Harley las posibilidades de hacer con él barbaridades que dejarían a Masacre en calzoncillos son infinitas si el personaje continúa en buenas manos como hasta ahora.
Porque en el fondo, lo que a todos gusta de Harley, es su carácter. Su carisma, su forma de pensar y de ver el mundo y que sea a la vez sexy sin caer en lo soez, y cosas como que sea una tarada que hable con un castor disecado, cuyos orígenes, por cierto, conoceremos en este número, y que ese mismo castor se dirija a ella como “pirada”. Eso, sencillamente, es algo que no tiene precio.
Puede que este número no sea el que consiga enamorarte de Harley, ¡pero, hombre, que para eso ya estuvo el anterior!, pero desde luego estarás tan loco/a como ella si no te gusta, porque en general esta serie está pensada para ser un divertimento ligero, sin ser para nada infantil o cansar cayendo en el chiste fácil.
Por todo esto, Harley Quinn es una de las pocas series que conviene seguir ahora que parece estar siendo tratada con el respeto que merece el personaje.
¡Viva Harley!