Descubrí la filosofía sin querer a los trece años, cuando leí El banquete. Y la verdad es que no lo entendí hasta que en primero de Bachillerato estudié a Platón. Recuerdo mi primera clase de filosofía: yo acababa de mudarme desde Madrid a Cantabria y comencé el curso un trimestre más tarde que los demás. Llegué a la que era mi clase y me senté en el único hueco que había libre. Entonces entró Eugenio, el profesor de Filosofía. Lo primero que me dijo fue que me tenía que poner la escafandra si quería estar en su clase. Imaginaos mi cara. Yo, nueva, en una clase donde solo conocía a un par de personas y con una vergüenza que empezaba a reflejarse en mis mofletes. Eugenio me lo repitió otra vez y me explicó que hoy íbamos a viajar a su planeta, porque él no era humano, pertenecía a otro mundo ubicado en mitad de la galaxia y que estaba hecho de oro. Allí, la filosofía se vivía, se respiraba; por eso tenía que viajar hasta su planeta si quería entender las mentes de los grandes pesadores. Y, para ello, era necesario ponerse una escafandra, porque el viaje sería largo y no quería que hubiera que lamentar pérdidas por falta de oxígeno. Así que yo no pude hacer más que, con toda la vergüenza del mundo, ponerme esa escafandra imaginaria, ajustarla perfectamente y prepararme para el viaje en el que iba a embarcar.
Lo mío con la filosofía fue un amor a primera vista. A medida que iban pasando los autores, mi mente estaba más abierta y la sentía más libre. Podía captar las ideas con mayor facilidad, comprendía cualquier teoría, por insana que fuera. Y cuando llegó Kant… oh Kant. Alucinante. Por eso cuando me enteré de que iban a publicar un libro llamado Harry Potter y la filosofía no pude más que emocionarme. Los que leéis mis reseñas ya sabéis lo que me gusta Harry Potter y si ahora os digo que me encanta la filosofía… entenderéis cuánto me ha hecho disfrutar este libro.
Gregory Bassham y William Irwin releyeron la saga escrita por J. K. Rowling decenas de veces. Cada vez que lo hacían descubrían nuevos matices y nuevos detalles que no habían tenido en cuenta las veces anteriores. Entendieron que todo estaba muy unido y que cada mínima referencia, anécdota o mención era de gran importancia para la historia. Y también se fijaron en que Rowling hablaba de temas que son de gran importancia para la filosofía: el amor, el alma, la muerte, los sueños… Así que decidieron analizar la saga desde un punto de vista filosófico, intentando averiguar, con las teorías de los grandes pensadores, lo que quería decir Rowling en las miles de páginas que escribió.
A mí me llamó especialmente el estudio de Sirius: Sirius Black es el padrino de Harry y es un animago, lo que significa que tiene la capacidad de convertirse en un animal cuando él quiera. En este caso, Sirius se convierte en un gran perro negro. Durante los primeros libros recurre mucho a ese cambio porque es un preso fugado de Azkaban y, por lo tanto, está en búsqueda y captura de máxima urgencia. Así que se convierte en perro para poder estar al lado de Harry sin que nadie sepa su verdadera identidad. Cuando es Sirius, es un humano. Eso está claro. Pero cuando se convierte en perro ¿es un perro con alma humana? ¿Es un humano con alma de perro? ¿Es perro con alma de perro? Un lío, vamos. Algo que quizá al leer la saga ni se te hubiera pasado por la cabeza, pero que Gregory Bassham y William Irwin han intentado resolver en Harry Potter y la filosofía.
Otro de los análisis que me gustó especialmente fue el del amor. Los que hemos leído la saga sabemos que lo que salvó a Harry de morir aquella terrible noche fue el amor de Lily hacia él. Este es un tema muy importante para los filósofos. Pero ya no solo el amor entre parejas (el eros), sino también el que se da entre amigos (la philia) o incluso el amor infinito e incondicional (el agape). Todos estos tipos son analizados meticulosamente, estudiados en sus diferentes vertientes y poniendo como ejemplo las historias que todos conocemos.
Este libro ha sido toda una sorpresa para mí. Me ha devuelto a mis años de instituto, cuando me encantaba adentrarme en las mentes de los filósofos y tratar de entenderles. Y, encima, con la temática de Harry Potter como hilo conductor. Eso sí, si no te has leído la saga de la que hablamos, creo que difícilmente podrás entender este libro, porque se hacen constantes referencias a aquella y se da por hecho que el lector ya se sabe la historia. Pero si es al revés, si te gusta la saga pero no la filosofía, puede ser que esta sea una forma maravillosa de adentrarte en ella. Quizá te pique el gusanillo y acabes leyendo El banquete.