En la década de los 80 todos los niños querían uno.
Con tan solo esta frase la tarea de adivinar el objeto de deseo podría llevarnos varios años. Así que, es necesario acotar más, allanando el camino hacia la incógnita final. No era un Gremlin ni tampoco un Transformer y, podemos añadir, que el juguete guardaba ciertas similitudes con Conan. La semejanza con el Cimmerio creado por Robert E. Howard es tal vez el indicio definitivo que os haya llevado hasta He-man y los Masters del Universo. Aunque me da a mí que la pista principal ha sido el título de esta reseña.
Hubo una época en la que yo también anhelé poder jugar con un Masters del Universo. Para alcanzar ese fin pacté una alianza con mi hermana que enseguida se puso en marcha con una brutal táctica ofensiva: dar la tabarra a mis padres para que nos compraran uno de esos muñecos de piernas arqueadas y de descomunal pecho de culturista adicto a los anabolizantes. Finalmente unas navidades nuestra batalla culminó en victoria y cada uno recibió su parte del botín. El He-Man que obtuve era una de las figuras de la última hornada, de la serie de animación The new adventures of He-Man. Aquel He-Man era más estilizado, menos cabezón, de músculos menos monstruosos y portaba unos accesorios de corte más futurista. En conjunto resultaba algo menos carismático, pero no dejaba de ser lo que yo tanto había deseado. Casi treinta años después todavía lo conservo.
Aunque ha llovido mucho desde entonces recuerdo vagamente como era el packaging de las figuras (por lo menos el de las más clásicas): la palabra Masters coronando el blíster, en el centro se originaba una explosión rojiza de piedras que eran lanzadas contra el espectador, y, en medio del aluvión de rocas, de forma llamativa, incluso sugerente, la figura. Pero había algo más, una última, gratificante e inesperada sorpresa oculta tras el muñeco y que solo tras haber hecho pedazos el paquete de forma frenética se hacía patente: un minicómic.
He-Man y los Masters del Universo: colección de minicómics vol. 1 recoge los primeros 15 minicómics de los 51 que se llegaron a publicar. Así pues, empezaremos descubriendo los orígenes de He-Man y los compañeros que posteriormente se le unirían, asimismo ocurrirá con su némesis Skeletor y sus lacayos, a través de unas historias que rondan la veintena de páginas. A los primeros de estos cómics no se les puede etiquetar como tal, pues eran más bien cuentos con una única ilustración por página. Con todo, no tardarían mucho en dejar atrás esos cuentos de narración farragosa para dar el salto al, siempre más ágil, mundo de las viñetas.
La estructura de los cómics, de un máximo de cuatro viñetas por página, era siempre la misma: Skeletor intentado hacerse con el control del poder que ostentaba el castillo de GraySkull para dominar el mundo de Eternia. He-Man entrando en acción. Un intercambio de tortas entre el bien y el mal, y, finalmente Skeletor huyendo con el rabo entre las piernas. “¡Maldito seas, He-man! ¡Has vuelto a derrotarme! Pero algún día… ¡Te venceré! ¡Yo, Skeletor, lo juro!” Puede afirmarse, sin duda alguna, que los guiones eran simples como el mecanismo de un chupete, pero, al igual que el accesorio para bebés, sumamente efectivos. Y es que los minicómics no solo funcionaban como una brillante idea de marketing para que compraras las figuras que desarrollaba Mattel, sino que además creaban un contexto que resultaba un brutal fertilizante para la floreciente imaginación de los niños. Tramas que, simple y llanamente, estimulaban a seguir jugando, aunque, como en mi caso, ese juego implicara que los Masters del Universo debían luchar hombro con hombro con las Barbies de mi hermana para detener los pérfidos planes de los malévolos G.I. Joe.
Pero hablemos de la gente que hizo posible las historietas, pues tras estas encontramos a dibujantes de la talla de Alfredo Alcalá o Mark Texeira. El primero sería uno de los que daría forma a La Cosa del pantano de Alan Moore, además de ser un habitual en Marvel dibujando a Conan el Bárbaro; algo que le haría perfecto para dibujar un mundo ambientado en el subgénero fantástico de espada y brujería pero que también gozaba de grandes dosis de ciencia ficción. Por otro lado tenemos a Mark Texeira que, a posteriori, se convertiría en un peso pesado de la industria con títulos como The Punisher: War Journal y diversas aportaciones para Wolverine o Spiderman. El dibujo de Texeira es atractivo aunque irregular: épico en algunas viñetas y simplemente correcto en otras. Alcalá, en cambio, es más hábil a la hora de otorgar detallismo a cada personaje o escenario. En lo referente al color hay que destacar esas tonalidades desvaídas que le da al conjunto ese aire de objeto arqueológico que inflamará la morriña por los años 80 de más de un lector.
A tener en cuenta también los extras que aporta esta edición: prólogo del presidente de Mattel, entrevistas a guionista y dibujantes, detalles sobre el proceso creativo, y anécdotas que, en forma de breves acotaciones a pie de página, servirán para explicarnos por qué el diseño de algunas figuras fue variando o en qué momento los minicómics se inspiraron en la serie de animación producida por Filmation.
He-Man y los Masters del Universo: colección de minicómics vol. 1 publicado por ECC es un libro esencial para todo aquel que creció gritando a los cuatro vientos: Por el poder de Grayskull… ¡Yo tengo el poder!