Reseña del libro “Heredarás la tierra”, de Jane Smiley
En inglés, su idioma original, esta novela se titula “Un millar de acres”. Una vasta porción de tierra, que en el libro es una de las más grandes del condado de Zebulon, en Iowa, donde por otro lado todo, o al menos lo más importante, se mide en acres. La riqueza de las familias, la inteligencia y habilidad de los padres, el futuro de los vástagos. Un millar de acres es lo que Larry Cook posee, después de varias generaciones dedicadas a convertir una tierra pantanosa en fértil, y lo que un buen día decide repartir entre sus tres hijas, Caroline, Ginny y Rose, tres caracteres distintos que confrontan al adusto granjero en ausencia de la esposa muerta. Caroline es independiente y ha buscado un futuro como abogada fuera del campo, Ginny vive con resignación pegada a Larry y lamenta su frustrada maternidad, Rose afronta con humor la segunda oportunidad que le ha dado la vida después de un cáncer. La inesperada decisión de Larry provoca la explosión familiar que se cuenta en la novela, que evoluciona de una guerra discreta, en sordina, a una erupción volcánica, un torrente que amenaza con llevarse por delante a la familia, todos sus lazos e incluso la propiedad entera.
Heredarás la tierra es una tragedia con todas las letras, un libro con notas de “gran novela americana” que describe perfectamente el aliento de una época que seguramente quedó atrás. Insertada en el momento de cambio entre una sociedad que mira a la tierra y otra que mira al cielo, con la crisis del petróleo y el fracaso de Vietnam de fondo y en el punto de ruptura entre un opresivo ambiente patriarcal y los vientos frescos de la emancipación feminista, Heredarás la tierra tiene toques de drama clásico (no en vano es una recreación de Rey Lear), por momentos recuerda a Falcon Crest y en otros a Jonathan Franzen o Richard Ford. Magistral en las descripciones de las tareas del campo y de los horizontes abiertos de Iowa, Jane Smiley no renuncia sin embargo a que sean las bajas pasiones, la ira, el deseo, la envidia, las que dominen el tempo de la narración.
Caroline, Ginny y Rose, en oposición entre ellas y al padre, son unas protagonistas muy dignas para una novela que habla con fuerza pero sin estridencias de la crianza, el apego, el sometimiento secular de las mujeres a los hombres. Más meritorio incluso resulta que la autora consiga crear alrededor de ellas una cohorte de maridos, amigos y amantes con los que completar el cuadro, y también el hecho de que, cuando llega el tremendo final que nos reserva, uno no sea capaz de quedarse con ninguno de los bandos enfrentados.
En definitiva, no parece que las más de tres décadas que han transcurrido desde su publicación original hayan mellado en lo más mínimo la calidad de Heredarás la tierra, muy recomendable para quienes no lo hayan leído aún y busquen una novela extensa y profunda como los propios latifundios de Iowa en los que nos sumerge.