El mundo se cierra sobre sí mismo y convierte todo en un lugar común; lo sorprendente de esto es que, a pesar de la proximidad, la vida del vecino esté a millones de kilómetros de distancia, y la del habitante de las antípodas parezca surgir en tu puerta de al lado. Las distancias, las vidas, los pensamientos se han alterado y lo que para nuestros bisabuelos era lo inabarcable ahora solo es el trayecto a tu trabajo; convirtiendo lo ilimitado en el objetivo más cortito que puedas imaginar. Todo parece redondo y se va y se vuelve, a través del tiempo y del espacio, giran las paralelas, giran los infinitos y vuelven a ti llenos de las experiencias vividas, de los paisajes visitados a lo largo del recorrido hacia la nada para luego volver a ti. Nada se desperdicia, nada se derrumba, todo se transforma. ¿ Acaso todo?… Pequeñas cosas, que crees lejanas pero que están tan cercanas que parecen pegadas a ti, que mantienen la vida en el perfecto y delicado equilibrio en el que todavía está, si colapsasen podrían derrumbar ese artificioso monumento de cartas que es esta civilización. Siempre olvidamos que civilizaciones más extensas en el tiempo cayeron partidas por una agonía devastadora; la nuestra, de apenas 2000 años, se sostiene en pequeñas bases que golpeamos y socavamos cada día. “Historia de las abejas” es el apunte ficticio de la dominación de las abejas por el hombre y de la amenaza de derrumbe por una razón que nos parece tan común que no nos importa: su desaparición Esos insectos que algunos odian, otros temen, y otros comen su miel como si naciera de la nada. Si ellas desaparecieran, o comenzaran a desaparecer, el mundo como tal no podría ser el mismo, de ninguna de las formas.
“Historia de las abejas” no es un texto científico, no es, tampoco, un relato histórico; es una ficción contada en tres partes, abarcando tres épocas, relatando sobre las abejas y su relación no ya solo con la polinización y el mundo, sino, aquí en concreto, su influencia en tres familias y en su forma de entender y ver la vida. Nos cuenta la historia de William un científico del siglo XIX, y su larga familia, acomplejado y preso de sus manías y defectos, y que decide salvar su vida y la de esa familia, desde el punto de vista de la supervivencia económica, creando unas colmenas nuevas para las abejas; colmenas que pretende que sean una innovación y una mejora de las que entonces existían y así, pensaba él, cambiar su suerte. Los capítulos sobre George hablan de una familia estadounidense de primeros del siglo XXI que vive en una granja en la que la principal fuente de riqueza son las colmenas. La falta de aptitud y de ganas del único hijo, Tom, será lo que motive que el padre intente introducirle en el mundo de las abejas, de sus errores y sus beneficios. siempre tan trabajosos y cerca del desastre. La tercera historia es la historia de la familia de Tao; es un relato sobre una sociedad y un mundo distópico, provocado por un desastre ecológico surgido en el momento que desaparecieron las abejas del mundo. La familia de Tao, su hija y su marido, sobreviven en un Japón que muere y vive con el trabajo brutal de todos los días.
Cuando la prosa es sencilla, directa y sin abalorios superfluos, cuando hace lo que pretende: contar una historia por el placer de contarla, por el hecho de situarnos en una situación y que nos planteemos saber más y nos resulte necesario seguir en su letras, en sus ideas; entonces nos resulta sencillo familiarizarse con ella, porque estos textos no avasallan, no imponen, no adoctrinan, son escritos en los que se habla sobre las relaciones humanas, sobre las miradas entre padres e hijos, entre marido y mujer, que viven y sobreviven en mundos nada fáciles, en ninguno de los casos, pero que se apoyan, o pretenden apoyarse, en sus familias para salir adelante. Nos muestran que siempre que esperes mucho de las personas, sin contar con su consentimiento, o simplemente sin mirarle a los ojos o hablar dos o tres palabras con él, corres el peligro que no sea como pretende que sean las cosas. Esperar del mundo, esperar de la vida, esperar de la naturaleza, esperar del sistema, es eso, solo esperanza, solo pretensión, solo, acaso, egoísmo o, quizá, ingenuidad. Así, los relatos de las tres familias centran su mirada en seguir viviendo, sea como sea, pero los que se sitúan en los siglos XIX y principios del XXI, centran la vida en ir hacia adelante, en enriquecerse, en tener un modo de vida ligado a las abejas, en las que su prosperidad futura – de padres y supuestamente de hijos- y la actual depende de ellas, de su rendimiento, de sus propios vuelos, de sus virajes, de su polinización, de su miel, de su propoleo… El relato situado a finales del XXI, el que habla de Tao y su familia en 2098, habla de sobrevivir sin ellas, de gente aislada en centros de reproducción vegetal que lucha no para vivir sino para sobrevivir heridos de pobreza, llenos de nada. El mundo puede hundirse y sacan la cabeza del agua apunto de ahogarse o de subsistir, en ese estrecho límite. Las tres historias llevan caminos dispares, en tiempo y en espacio, en situaciones y en perdidas, pero todas hablan de la relación de los padres con los hijos, de los hijos con el mundo, de la vida con todos ellos, de sobrevivir y de morir, de riqueza y pobreza, de comprensión y de no querer ver, de errores y pequeños triunfos, de la miel o el vinagre.
Las letras de Maja Lunde no buscan impresionar ni desbaratar ideas, no buscan imponer ni anunciar grandes verdades, ni siquiera educar o parlamentar; las letras de este libro son sobre hechos que quizá fuerón y acaso serán, sobre mirar realidades de la vida, de las relaciones humanas y de la naturaleza. De cómo los padres quieren a los hijos, y cómo crecen estos, y cómo cambía la vida, creyendo en lo que se ha pensado, o se ha prentendido, para ellos como algo correcto se pierde y te desdice, o pudiera pasar que se ha mirado en el lado no correcto… Pero como reza el título son las abejas las que mueven el libro; ellas como una aparente pequeña parte en el mantenimiento del precario equilibrio que sostiene la naturaleza, que sostiene a los humanos, que sostiene la civilización, que sostiene el mundo. Mundo que parece poder derrumbarse por el empujón del mosquito que desploma el rascacielos, o del ratoncito de los dibujos animados que mata del susto al elefante. Sí serán así, pequeños, en apariencia mínimos, que no los ves pasar, pero el elefante, el rascacielos caerán; y se caerá el mundo, la civilización, caerán los humanos, la naturaleza, ¿ por el soplo de aire que genera una pequeña puerta al cerrarse? Sí, ¿qué creías?
Al final, pienso, que las relaciones humanas y las relaciones con la naturaleza son iguales, porque se basan en soportar los cimientos el uno del otro, de vivir porque el otro vive, el vivir y dejar vivir que nos decían nuestros abuelos….Como dicen los libros que hablan con cordura.
Pero nada podrá decirte hasta dónde llegará el mundo, si las vidas que nos cuentan estas historias nos llevarán a un fin inesperado…