Historia ilustrada de la música, de Ricardo Cavolo
La música amansa a las fieras. Y como las amansa y yo, en ciertos aspectos de mi vida, me considero una fiera que suele vivir enjaulada, soy de ese tipo de personas a las que se ve escuchándola en todo momento. Me levanto con música – el despertador, desde entonces, es mi amigo -, voy a trabajar con ella en el volumen más alto posible – mis oídos no me lo agradecen tanto, ni tampoco mis acompañantes en el viaje -, y suelo irme a acostar con alguna canción que resuma a la perfección todo lo que he vivido ese día – manías de uno, qué se le va a hacer-. En cualquier caso, yo escucho música, siempre, porque sin ella, como me sucede con los libros, no podría vivir. Pero un poco harto de las enciclopedias o los libros sesudos sobre música, caí en la tentación de tener esta Historia ilustrada de la música que no es un ensayo como tal, sino un libro de experiencias musicales, de la vida rodeada de música, y que además consigue que tengamos un libro interactivo donde podemos poner nuestras mejores intenciones y recapitular si aquellos grupos o músicos que aparecen en él los conocemos (o no, que de todo hay). Se suele decir que las fieras, las que amansa la música, requieren de una dosis elevada de este arte para que los instintos bajen un poco su nivel. No sé si es cierto, habida cuenta que muchas de las veces, a mí la música me pone mucho más furioso que relajado, pero en cualquier caso lo intento, lo voy intentando poco a poco, y así es como este tipo de libros cae en mis manos. Me gusta la música, soy una fiera, y me gusta aprender. Tres por el precio de uno, para que luego me pregunten que por qué sigo soltero.
Hay una razón que no he dicho antes por la que tengo este libro. No es una razón, sino un nombre: Ricardo Cavolo. Me encanta su trabajo, le sigo siempre que puedo en alguna publicación que hace, y consigue trasladarme con sus ilustraciones a otra parte de este mundo (que, a todas luces, es mucho más divertida que lo que nos ha tocado vivir). Él consigue imprimir un sello muy personal a todo lo que hace, y eso se agradece, ya que no hay nada peor que caer en la anestesia del arte y realizar tu trabajo para que los demás puedan apreciarlo, ajustándote a sus gustos. Historia ilustrada de la música tiene un objetivo claro, cristalino: hacernos partícipes de aquellos artistas que han supuesto algo importante en la vida del autor. Grupos de música, artistas en solitario, tipos de arte bien distintos entre ellos, pero que tienen un nexo en común, el mismo autor, para que viajemos de alguna manera por su vida y veamos cómo la música genera otro tipo de artistas, otro tipo de personas, y que veamos de primera mano lo que ella es capaz de producir. Todo ello, por si no fuera poco, alumbrado y acompañado, por las ilustraciones de un autor que hace las delicias de aquellos que le seguimos y que convierte un libro que, en su planteamiento puede parecer simple, en todo un gran mural de colores que es difícil de olvidar. ¿Es, pues, una simple recopilación de artistas de la música? Quien quiera simplificarlo a esa expresión se estaría equivocando, como también lo haría si, al ver su portada, pensara que no merece la pena hincarle el diente a esas ilustraciones que son ya conocidas por aquellos que hemos leído y observado otros títulos que llegaron a nuestras manos.
La música es un recurso bastante bueno a la hora de publicar un libro. Hay pocas personas – pero las hay, yo las he conocido -, que no escuchen nada de música en su vida. Podríamos hablar aquí del efecto terapéutico de la música, o de los beneficios que conllevan su escucha, pero eso sería irme por derroteros que no me competen. No soy un profesional en la materia, sólo una persona que disfrutar con ella. Historia ilustrada de la música permite que viajemos a ese mundo, pero también, como me sucedió a mí, consigue que descubramos grupos o artistas de los que no habíamos oído hablar, aunque eso pueda parecer un sacrilegio para quien esté leyendo esta reseña. Supongo que mucho tendrá que ver, a la hora de realizar este libro, que Ricardo Cavolo sea otro artista, en lo suyo, pero artista al fin y al cabo. Y si algo hay que agradecerle, hay que alabarle, es la sinceridad, es la introducción a un libro que no se las da de erudito ni de ensayo profesional con ínfulas de obra maestra. Lo que tenemos aquí es disfrute, es placer, es acercarnos la vida de un artista a través de otros artistas, de cómo la música recorre el hilo que los antiguos decían significaba la vida de alguien, para después descubrir en las notas aquello que, puede, quizá, estaba vacío antes.