«¿Qué entienden por “Galicia”, o por “Francia”, o por “España” quienes escriben su historia y los lectores que se disponen a leerla?». Con esta pregunta, Justo Beramendi inicia su ensayo Historia mínima de Galicia. Para él, la historia es un instrumento político. Con aplicar un tramo temporal concreto, es posible justificar la existencia objetiva de cualquier nación, del poder establecido o, incluso, de un proyecto alternativo. La historia también ha sido instrumentalizada de este modo en la construcción de la identidad gallega, por lo que Beramendi, en esta obra, ofrece un recorrido desde la Prehistoria hasta nuestros días, para mostrar si la visión generalizada se basa en certezas o en distorsiones históricas.
Yo no conozco Galicia, aunque me gustaría. Desde siempre ha sido la parte de España que más me ha atraído, por su folclore, su gastronomía, su acento. Esa es la razón de que me interesara por Historia mínima de Galicia, aun sin saber lo que me iba a encontrar. Y lo que me encontré fue un ensayo sobre la demografía, la economía, la política, la cultura y la estructura social de este territorio; un trabajo minucioso, pese a contar millones de años en menos de trescientas páginas.
Historia mínima de Galicia habla de sus personajes emblemáticos, desde el héroe celta Breogán, el obispo Prisciliano, el maqui Foucellas o su presidente más longevo (en todos los sentidos) Fraga. Analiza las supuestas raíces celtas de Galicia, el porqué de su retroceso técnico e industrial a lo largo de los siglos y los acontecimientos clave para que su reivindicación nacionalista nunca se haya asentado como en Cataluña o País Vasco. Cuenta también los orígenes de los castros, de los pazos y de la peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago, que tantos réditos económicos sigue dando. Explica el nacimiento de la lengua gallega y las vicisitudes por las que ha tenido que pasar, y cómo grandes autores del Siglo de Oro —Cervantes, Góngora o Lope de Vega, entre ellos— asentaron el tópico de que Galicia es un sitio inmundo, lleno de estúpidos y bárbaros. No olvida mencionar a los artistas que lograron revalorizar la cultura gallega siglos después, durante el Romanticismo, como es el caso de Rosalía de Castro. Pone de manifiesto la importancia del papel social de las mujeres hasta el siglo VIII y apunta el curioso dato de que las cifras más elevadas de celibato y madres solteras de toda España se dieran en Galicia hasta el siglo XX. También aborda la controvertida cuestión del caciquismo y redes clientelares, que sobreviven al paso de los años y los sistemas políticos, y por qué la emigración es un rasgo intrínseco en la sociedad gallega. Y esto solo es una muestra de los múltiples temas tratados en esta Historia mínima de Galicia.
No puedo decir que sea una lectura recomendable para todo el mundo que esté interesado en la historia o en Galicia, pues habrá a quien se le atragante la sucesión de nombres y cifras, pero mentiría si dijera que su lectura me ha aburrido. Beramendi ha escrito con lenguaje sencillo un ensayo riguroso, con un marcado carácter divulgativo: tanto para llegar al público no especializado como para exponer hechos que no siempre aparecen en las versiones oficiales. Ha tratado de dar un punto de vista ecuánime, pero yo he agradecido especialmente los momentos en los que ha dejado de serlo, porque así he podido ver el lado humano del autor que hay detrás de tanto trabajo.
Tal vez, los lectores con una opinión formada sobre qué es Galicia se sientan incómodos ante esta obra, que pone en tela de juicio algunas de las convicciones más arraigadas. No ha sido mi caso, pues yo he querido conocer Galicia y no confirmar una idea previa. Posiblemente, si me enfrentara a la historia mínima de mi tierra, Valencia, me afectaría de otro modo. Pero, sin ninguna duda, la leería.