En la carrera tuve una profesora de Historia bastante peculiar. Digamos que aprovechaba su libertad de cátedra hasta límites inimaginables. Sus lecciones, que no seguían ningún libro sino que se basaban en los apuntes que ella misma redactaba, eran un cóctel tan evidente entre los hechos ocurridos y su opinión sobre los mismos que resultaban hasta entrañables. Por regla general los alumnos solíamos aguantar estoicamente sus interpretaciones de la historia para luego exponer nuestras interpretaciones sobre sus clases a la hora del café. Pero recuerdo una anécdota por encima de todas, por lo surrealista de la misma: un día nos contó que durante el intento de golpe de Estado de 1981, conocido popularmente como 23-F, Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado fueron los únicos parlamentarios que no se lanzaron al suelo del Congreso tras la entrada de los militares. Levanté la mano y le comenté educadamente que, por lo que yo había oído, también Santiago Carrillo se había mantenido en su asiento. Ella me miró con cara de pocos amigos y, tras un ligero titubeo, cerró la discusión argumentando que en ese caso no había sido algo reseñable, que el líder del Partido Comunista de España no se había tumbado “porque tenía problemas de espalda”.
Y es que lo malo de la historia es que la escriben las personas. Personas que en muchos casos están movidas por algún tipo de interés, ya sea político, económico, cultural… Por suerte, también existen profesionales cuyo único compromiso es con los hechos. Unos hechos interpretables, desde luego, pero que son el núcleo de la narración y no un mero pretexto para la misma. Y un ejemplo claro de ello es esta Historia mínima de la Guerra Civil española, en la que su autor, el historiador Enrique Moradiellos, resume (sin simplificar) lo ocurrido entre 1936 y 1939 en nuestro país, así como las principales causas y consecuencias de esta guerra fratricida.
Moradiellos toma por bandera la documentación y huye de la valoración, tan impulsiva como perniciosa cuando hay que tratar un tema tan sensible como éste. De hecho, lo primero que hace el autor es combatir los relatos idealizados que ambos bandos hicieron del conflicto. Así, el historiador ovetense rechaza tan de lleno la imagen de una república dichosa y próspera como la de un ejército que salvó a España del caos.
Me atrevería a decir que éste es uno de esos manuales que todo chaval hubiese querido tener como libro de historia en su adolescencia: muy didáctico, ameno en su lectura, con explicaciones numerosas y claras de cada nueva idea que se introduce y lo suficientemente detallado para que el lector se pueda hacer una idea consistente de los acontecimientos que ocurrieron en un determinado momento. El autor ha sabido conjugar muy bien la necesidad de documentar fielmente lo ocurrido desde la proclamación de la Segunda República hasta los inicios del franquismo con la construcción de un relato atractivo y con cierto ritmo narrativo, imperceptible seguramente para el que sólo consuma novela negra, pero más que latente para los que de vez en cuando nos atrevemos con un texto histórico-político. Y es que hay cada cosa por ahí…
La estructura también me parece acertada, dado que el autor separa la narración política de la puramente militar, así como el desarrollo de la guerra desde la perspectiva de cada bando. Eso permite apreciar más limpiamente la construcción del movimiento franquista desde cero: la simbología, la legislación, las relaciones diplomáticas, la represión, la propia figura del Caudillo como aglutinador de las derechas… Así como ser partícipes de los intentos del ejecutivo republicano para unificar a fuerzas con objetivos muy distintos.
La dimensión internacional del conflicto, a la que el autor da un capítulo entero del libro, me parece especialmente interesante, ya que es un aspecto muchas veces obviado en los trabajos sobre la última guerra española. Moradiellos, sin embargo, se detiene a detallar las intenciones y los pasos dados por el resto de países europeos. El subtítulo de este capítulo ya es fuertemente explicativo: el reñidero de Europa. Nuestra guerra vista como un banco de pruebas para lo que vendría después. Y no se puede negar la importancia del apoyo exterior, ya que como sintetiza el autor “El contexto internacional determinó de modo crucial el curso de la Guerra Civil y de su desenlace”.
Para mí, el principal mérito de Historia mínima de la Guerra Civil española es la destreza con la que su autor ha sido capaz de trabajar con una gran cantidad de información, muy poco espacio y sobre esa línea tan fina que separa la interpretación y la opinión. Un libro que recomiendo como vacuna, para evitar que en el futuro nos intenten infectar con el peligroso virus de la interpretación interesada de la historia.
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