Existen los flechazos, incluso con la literatura. A mí me bastaron unas líneas para enamorarme de Historia oficial del amor, de Ricardo Silva Romero: «Voy a contar hacia atrás la historia de mi familia. Voy a narrar al revés su destino, su karma y su suerte. Porque ha sido al revés, desde hoy hasta el principio, como he ido enterándome de nuestra trama».
La primera página me hizo creer que esta novela sería especial, que había llegado a mi vida para hacerse hueco en mi corazón lector. Ya sabéis cómo son los amores a primera vista: llenos de expectativas. Pero avancé con cautela, porque ya estoy curtida en estas lides y sé lo fácil que es pasar de la ilusión incipiente a la decepción inolvidable. Y no quería que lo nuestro acabara así, porque Historia oficial del amor tenía todo lo que busco en un libro: una estructura original (en orden cronológico inverso) perfectamente hilvanada, una prosa cuidada y honesta y una reflexión constante sobre el ser humano, las relaciones familiares, la sociedad y la historia. Pasados unos cuantos capítulos, no pude negarlo más: me había conquistado y me dejaría llevar hasta el final, pasara lo que pasara. Esto era amor, amor del bueno.
Historia oficial del amor es una historia real: la de los Silva y los Romero a lo largo de los siglos XX y XXI, protagonistas y testigos —voluntarios e involuntarios— del devenir de Colombia, ese país que ha vivido más guerras civiles que cualquier otro lugar del mundo y en el que ya nadie sabe quién empezó a matar a quién. Ricardo Silva Romero ha dejado la ficción de lado para atreverse a contar la realidad de su familia y de su tierra. Para ello, ha hecho decenas de entrevistas, leído aquellos libros que confirman los hechos que le han contado, recopilado fotografías familiares, rescatado los periódicos que relatan sus victorias y tragedias e, incluso, recurrido al tarot para que le corrobore su interpretación de los acontecimientos. El resultado es un libro extremadamente sincero, en el que Ricardo Silva Romero se adentra en las sombras y las desgracias de su familia y de Colombia, tan íntimamente relacionadas, para homenajear a Eduardo y Marcela, sus padres, dos seres humanos excepcionales que han conseguido romper la maldición familiar de acabar en política y que han sido un remanso de felicidad dentro de la espiral de barbarie.
Esta novela es la historia del amor no correspondido que la familia Silva Romero siente hacia su país, ese lugar donde el fanatismo deja a todo el mundo huérfano y, sin embargo, la gente es amable, incluso aquel hombre que va a mandar que te maten. Pero, ante todo, es el retrato del amor incondicional entre los miembros de esta familia, que ha permanecido inquebrantable ante los asesinatos, las amenazas y las brujerías. Y es que nunca unos padres quisieron tanto a unos hijos y nunca unos hijos quisieron tanto a unos padres. Ricardo Silva Romero ha tenido la generosidad de compartir su historia con nosotros, los lectores, y yo no puedo hacer otra cosa que admirarle por la honradez de sus actos y la maestría de sus palabras.
Existen los amores para toda la vida, incluso en el mundo real. Y el de Eduardo Silva y Marcela Romero es uno de los más sinceros que he leído. Por eso merecían el homenaje que su hijo les ha hecho en estas páginas. Ojalá que su lucha por una Colombia mejor tenga pronto su recompensa más allá de la ficción.