¿Sabes con qué extraño mejunje se frotaba la gente los dientes antes de que se popularizasen los cepillos? ¿Cómo las chapas de las botellas inspiraron a Gillette para inventar la maquinilla de afeitar? ¿Te imaginas de qué forma se utilizaron las cometas para matar a personas? ¿Por qué los nazis prohibieron los clips? Y la más difícil de todas: ¿cómo se llama ese puñetero muelle de colores que baja las escaleras solo?
No sé vosotros, pero a mí una persona me hace cualquiera de esas preguntas y se gana toda mi atención. Tengo fijación por los datos que, aparentemente, no sirve para nada. Mi cerebro es un cajón de sastre lleno de información curiosa. O, al menos, eso intento, porque la verdad es que se me olvida la mayor parte, pero no por eso dejo de hacer acopio. En cuanto descubro un libro de anécdotas literarias, cinéfilas o de cualquier otra temática, allá que voy. Así que nada más ver Historias breves de objetos cotidianos, escrito e ilustrado por Andy Warner, me lo adjudiqué.
Historias breves de objetos cotidianos da respuesta a las preguntas anteriores y a muchas más. Para ello, el libro se organiza en nueve secciones: el cuarto de baño, el armario ropero, el salón, la cocina, la cafetería, la oficina, la tienda de combustibles, el bar y exteriores. Gracias a las tiras cómicas de Andy Warner, recorremos los espacios que solemos transitar a diario y reparamos, quizá por primera vez, en esos objetos que forman parte de nuestra vida, para mirarlos con nuevos ojos al conocer las historias que tienen detrás. En este cómic hay anécdotas muy variadas. Las hay que explican el origen de inventos como la bañera, el aspirador y el microondas o cómo se descubrieron los usos que se podían dar a la canela, los granos de café o el hielo. Pero este libro también nos cuenta los trágicos hechos que protagonizaron algunos de esos alimentos u objetos, como las masacres que se llevaron a cabo durante la expansión de té por el mundo o por la fabricación de bolas de billar. Y como no podía ser de otra manera, nos relata lo difícil que fue la aceptación social de algunos inventos que hoy nos parecen indispensables, como el inodoro, el bolígrafo o las gomas de borrar, y otros tantos fracasos y luchas legales por las patentes. Y es que hasta detrás de la fruta enlatada hay una historia increíble.
Historias breves de objetos cotidianos aúna documentación fidedigna, buenos dibujos y grandes dosis de humor. El resultado es un libro tremendamente divertido e ilustrativo. Yo me lo he pasado genial leyéndolo y he aprendido un montón de cosas. Pero ya os digo que muchas se me olvidan pronto, así que tendréis que daros prisa en invitarme a vuestra casa o a un bar —¡me sé una historia genial sobre palillos de dientes!— si queréis que os ilumine con mi fugaz sapiencia. O mejor os leéis directamente el cómic de Andy Warner para no perderos ninguna de estas curiosas anécdotas, que os demostrarán que hasta detrás del objeto más insignificante hay una gran historia.