Hace poco nos dieron una formación en el trabajo sobre cómo hacer nuestras presentaciones más impactantes. No voy a mentir: la idea de estar cuatro horas seguidas escuchando cómo utilizar mejor el PowerPoint me parecía de todo menos atractiva. Sin embargo, por suerte no fue una charla al uso y la instructora nos aportó bastantes ideas sobre cómo perfeccionar no solo el aspecto visual, sino también el contenido de lo que queríamos expresar. De entre los consejos que nos dio hubo dos que vinculé de inmediato con Helen Garner, la autora de Historias reales: el primero fue el de hacer nuestros textos lo más sencillos posible; el segundo, el de tratar de transmitir conceptos a través de historias atrayentes.
La propia historia personal de Garner es, cuanto menos, interesante. Profesora por vocación, fue despedida del último de los institutos en los que trabajó por atreverse a contestar a las preguntas sobre sexo que le hacían sus alumnos. El artículo en el que cuenta esta historia, titulado La profesora, fue el detonante que provocó su expulsión del centro. A partir de entonces la australiana comenzó a dedicarse al periodismo a tiempo completo, aunque en muchos de sus artículos se notan los posos de su anterior profesión; concretamente, la voluntad de enseñar al lector algo nuevo, de mostrarle una realidad de la que seguramente no sea consciente.
Y es que, junto con su talento narrativo, lo que más llama la atención de la carrera periodística de Garner es su originalidad, tanto en la selección como en el tratamiento los temas. Así, la australiana es capaz tanto de llevar una grabadora a un encuentro con sus cuatro hermanas y obligarlas a divagar y a sacar de sus adentros todos los sentimientos que tienen hacia el resto como de asistir a la disección de un cuerpo humano en una morgue y narrarla con todo lujo de detalles. Cumple, en definitiva, con una de las máximas que más respeto del periodismo: la que defiende que, independientemente del tema que trate, un texto puede destacar si el autor es capaz de encontrar un enfoque diferente.
Otra de las cosas que me han encantado de Garner es que su escritura posee una de las características que comparten prácticamente todos mis juntaletras favoritos: la de saber que si una imagen vale más que mil palabras, una anécdota puede decir más que mil imágenes. De hecho, son numerosos los artículos en los que la autora es capaz de deslizar su opinión sobre un tema sin necesitar abrir la boca; en estos, Garner sencillamente escucha y permite que los testimonios de personas comunes lleguen lo menos refinados posibles al lector para que sea él quien los interprete. Eso no evita que sea directa en sus opiniones cuando lo cree oportuno; en esos casos no tiene miedo de poner nombre y apellidos a los objetos de sus críticas ni de soltar comentarios políticamente incorrectos.
Hay una frase en Cinco viajes en tren, uno de los últimos artículos que recoge este libro, que resume a la perfección la personalidad de Garner. Hablando sobre una mujer ciega a la que conoce en un tren —este escrito trata concretamente de lo que ve y escucha en cinco viajes en este medio de trasporte por distintas zonas de Australia—, la periodista comenta lo siguiente: «Es de esos desconocidos que ves a veces en un lugar público con algo en su forma de comportarse que te dan ganas de abordarlos para decirles “Cuénteme la historia de su vida, por favor. Cuénteme todo lo que usted sabe y yo no”». Y esa pasión por conocer es lo que más abunda en Historias reales, una recopilación de artículos que resultan un buen punto de partida para descubrir a una autora con una mirada y un sello muy personal.