“Hombres buenos”, de Arturo Pérez-Reverte
Ya he dicho en alguna ocasión que Pérez-Reverte es santo de mi devoción. A pesar de algunos encontronazos (no pude llegar a la mitad de El Tango de la Guardia Vieja, y eso que le di dos oportunidades y que lo tenía dedicado) siempre espero con ilusión un nuevo libro del académico, pues son muchos los momentos de placer literario que me ha brindado.
Y eso es lo que he tenido en Hombres buenos. Deleite mientras leía, o más bien devoraba, las 592 páginas de las que se compone este nuevo libro de aventuras. Y sí, digo bien, de aventuras, porque a pesar de que los protagonistas sean dos miembros de la Real Academia Española, don Hermógenes Molina y don Pedro Zárate (a quién por cierto, no podía poner otra cara que no fuera la de Alonso Entrerríos, de la serie El Ministerio del Tiempo), con la misión de traerse a nuestro país un ejemplar de la prohibida (tanto en Francia como en España) Enciclopedia de D’Alembert y Diderot, el viaje de Madrid a París en aquellos tiempos de carruajes, caminos no asfaltados, bandoleros y posadas, era ya de por sí toda una odisea que podía durar semanas o meses. Si a esto añadimos una conspiración para que la misión de los dos protagonistas fracase la aventura es completa.
Emplea Pérez-Reverte en la narración una técnica poco vista, o al menos yo no la había visto hasta ahora. Si lo normal es que el lector se meta en la piel de los personajes y viva lo que ellos viven y al finalizar la trama, en anexos o en el prólogo mismo, se nos cuente cómo se le ocurrió al autor la idea de la novela, cómo se documentó para ella, qué problemas encontró y cómo los solventó,.. en esta ocasión cada vez que el escritor lo considera oportuno (y esto es ya desde la primera línea) nos presenta su modus operandi: buscando en libros, preguntando a expertos, consultando cartografía de época y recorriendo mapa en mano la ruta más probable que siguieron los dos académicos –aún no he mencionado que Hombres buenos se basa en hechos y personajes reales– para después seguir con la historia.
Por otra parte, tiene el libro un tono que en la parte de París me recordaba a Los Tres Mosqueteros. No sé identificar exactamente el qué, puede que las tabernas, los callejones, la aventura…seguramente es cosa mía, pero es otro punto a favor del libro, como lo es la recreación del habla y expresiones de la época, algo que, después de siete entregas ya de Alatriste, se da por supuesto, pero también se agradece.
Y tampoco podía faltar, dada la época y, sobre todo, la misión de los protagonistas, la crítica a la España del culto religioso y boato (aún se padecía a la Inquisición), de oscuridad y sumisión al clero y a todo lo divino en contraposición al cambio que estaba dándose en el resto de Europa, en aquel llamado Siglo de las Luces, y cuyo máximo exponente llegó a ser la Enciclopedia. Tiempos en los que la ciencia y la razón, la geometría, la astronomía y tantos otros conocimientos se abrían camino con dificultad derrocando, o intentándolo, la tiranía y oscurantismo impuestos por la religión. Baste decir, como ejemplo que se cita en el libro, que mientras en otros países veían normal el uso de la máquina aventadora de Riselius, aquí la Iglesia la había prohibido por “no depender de que la Divina Providencia enviara una brisa favorable”…
Por desgracia, no puede dejar de leerse el libro sin formar una mueca, pues Hombres buenos es un constante recordatorio de la sociedad actual. Creemos haber progresado mucho, y es verdad, pero en ocasiones –en demasiadas ocasiones– constatamos que el avance ha sido nulo. La Iglesia sigue con sus prebendas y los políticos conceden medallas de mérito al trabajo a la Virgen María del Amor, los obispos pregonan la pobreza pero viven en lujosos áticos, y corruptos hubo y sigue habiendo… y ya tal, que diría aquel.
En cuanto al único pero que podría señalar sería la repetitiva e incluso machacante insistencia en los argumentos del abate Bringas en sus diálogos en todo lo referente a una futura “revolución” y las respuestas de sus interlocutores.
Pero en cualquier caso, al margen de lo anterior, Hombres buenos es un canto a los libros, a la cultura y a la razón, un homenaje a la Academia de la Lengua y una gozosa lectura que hará las delicias tanto de los fans del de Cartagena como de la aventura. Se lee con facilidad e interés, entretiene mucho e incluso instruye. ¿Qué más se puede pedir? Es como un kinder…
Pérez-Reverte ha vuelto a escribir un gran libro y a fe mía que bien pudiera ser el comienzo de otra saga de aventuras con miembros de la Academia. Seguro que sucesos dignos de ser novelados ha dado la RAE en sus algo más de 200 años de historia. Ahí lanzo el guante, señor académico…
Estimado Diego
Con respecto a TANGO de la GUARDIA VIEJA, te propongo que lo intentes nuevamente, como decía nuestro genial Jorge Luis Borges “cada vez que comienzas a releer en realidad estas leyendo un nuevo libro” y este es genial, será que en su parte de Buenos Aires me hace ver lugares por los que transito a diario aunque hayan pasado 60 años.
HOMBRES BUENOS, que termine de leer hace dos días es el mejor de los libros de Pérez Reverte hasta hoy, creo haberlos leído todos.
Es un libro muy bueno, aunque siempre es muy arriesgado que tal o cual libro sea el mejor de un autor. Como siempre, eso va a gustos. Respecto a darle una tercera oportunidad, creo que no. Ya hice mucho dándole una segunda y creo que, si un libro no te está gustando no hay obligación de terminarlo. Se lee por placer, y si no lo obtienes deja ese libro y pasa a otro.
Saludos.