Reseña del libro “Hombres en mi situación”, de Per Petterson
Al principio de este libro, el protagonista, Arvid Jansen, recibe una llamada de su exmujer Turid, de la que lleva un año separado, que le pide que la vaya a recoger una noche que está borracha y desorientada. Él acude rápido pero sin ninguna expectativa, la recoge y la lleva de vuelta. Lo que más le llama la atención al final de la noche, después dejarla de nuevo en su casa, es la práctica ausencia de referencias a él en su nueva existencia. En torno a ese hecho, Arvid comienza a tejer una narración en desorden cronológico de los episodios que han marcado no solo su relación de pareja con Turid sino la que tiene con sus hijas y su vida entera, con una mención especial a la tragedia que la partió en dos, la muerte de sus padres en un terrible y conocido accidente de ferri acontecido pocos años antes.
Que esto es algo que le ocurrió al propio Per Petterson no tiene que llevarnos a la conclusión inmediata de que estamos frente a una autoficción al estilo de Karl Ove Knausgard. Si acaso podríamos llamar a este libro una ficción con conocimiento de causa, que no es lo mismo. Hombres en mi situación es la mayor parte del tiempo un hondo lamento, un libro que tiene su origen en el duelo pero que no se articula en esos momentos posteriores a la pérdida sino bastante después, años más tarde, en esa etapa en la que ya casi nadie pregunta por aquello y sin embargo sigue doliendo cuando se rasca un poco la herida.
Con un lirismo ajustado, una narración minuciosa que quizá peca de lenta y una austeridad digna de elogio, la escritura de Petterson nos guía por las calles de Oslo principalmente de madrugada. El trayecto es unas pocas veces luminoso y otras muchas algo claustrofóbico, si es que se puede aplicar este término a un encierro no puramente físico sino más bien anímico. Porque hay noches de farra, encuentros con mujeres, peleas y muchas, muchas caminatas. El protagonista siempre parece fuera de lugar, no se encuentra cómodo en los bares ni en casa, no está a gusto solo ni en compañía, y no tiene familia de ningún tipo que le consuele. Solo conducir su Mazda durante horas y escuchar música clásica parece proporcionarle algún tipo de alivio. La situación empeora, si cabe, cuando Arvid se da cuenta de las dificultades que atraviesa su relación con sus hijas, a cargo de Turid, y sobre todo del rechazo que provoca en Vigdis, la mayor.
El gran logro de Petterson es hacer pasar esto por un libro para todo el mundo, prestándose a la vulnerabilidad y al mismo tiempo evitando del todo la tristeza manida de la crisis de la mediana edad masculina. Hombres en mi situación no se queda en un estudio completo sobre varios tipos de dolor sino que se convierte en una elegante elegía de la desazón por razones que van más allá de la pérdida.