Honestidad brutal, o la huída hacia delante de Andrés Calamaro, de Darío Manrique
Reconozco que no soy nada melómano. Mis gustos musicales son de lo más variado, aunque suelen coincidir bastante con los típicos éxitos facilones con los que las cadenas de radiofórmula musical nos machacan el tímpano día y noche hasta la extenuación. De pocos cantantes puedo decir que haya seguido su discografía completa, y de estos pocos sobresale uno por encima del resto, Andrés Calamaro. Y si tuviera que elegir el disco suyo que más me ha marcado, no dudaría en elegir Honestidad Brutal, esta obra maestra sobre la que el periodista musical Darío Manrique ha dedicado el libro que hoy vengo a reseñaros.
¿Por dónde empezar la reseña de un libro que me ha dejado sin palabras? O mejor dicho, un libro que me ha dejado con tantas cosas que contaros que no sé cómo poner en orden mis ideas. Quizá lo más sencillo sería empezar hablando sobre el disco de Honestidad Brutal, publicado en 1999. Tras su exitoso paso por Los Rodríguez, Andrés Calamaro volvía a su carrera de solista con el disco Alta Suciedad, un éxito de venta y crítica, que parió canciones como Loco o Flaca con lo que muchos adolescentes nos enganchamos a su música. Y cuando todo hacía presagiar una carrera de éxito y fama, el genio bonaerense se descolgó regalándonos toda una joya como Honestidad Brutal, 37 canciones magníficas pero de difícil salida comercial, anticipando el culmen de su locura, El salmón, ese quíntuple CD con más de 100 canciones, que solo unos pocos locos nos atrevimos a comprar en España.
¿Cuál fue la razón de esta locura? Muchos factores influyeron, y todo ello está explicado a la perfección en este libro que narra aquellos meses de locura calamariana que casi acaba con una de las voces más importantes del rock en español.
A través del nombre de las 37 canciones del disco, y con los datos sacados de entrevistas a los principales personajes de aquella historia, Darío Manrique desgrana todos los pormenores de Honestidad Brutal, desde sus primeras composiciones hasta su salida al mercado. Y es que, aunque todos los discos suelen llevar el sello personal de sus autores, pocos discos se han visto tan influidos por el estado anímico de su compositor como este, presente en cada acorde y cada letra.
La génesis de esta obra maestra empieza en los estudios Villavicio, propiedad de Javier Calamaro (hermano menor de Andrelo). Los dos, junto a Coti y Guido Nisenson se meten en una espiral de grabaciones continuadas y excesos inconfesables. La semilla de Honestidad Brutal ya está sembrada, pero su resultado final es producto de una decena de estudios de grabación, modelado a base de horas de sueño, delirios dylanianos, mucha droga, más melancolía y un sinfín de letras apasionadas con un denominador común, la separación ocurrida entre Andrés y Mónica, por entonces su mujer.
La ausencia de su amada deja a Calamaro sumido en la más absoluta melancolía. Su único remedio consiste en encerrarse en un estudio de grabación y vomitar canciones una tras otra. Grabaciones improvisadas con letras desgarradas y amargas. Versos como “¿Quién está preparado para ser un chico abandonado?”, “Soy vulnerable a tu lado más amable, soy carcelero de tu lado más grosero…”, “Porque quiero dormir, y soñar con ella…” o “…y no se puede cambiar de corazón como de camisa, sin perder la sonrisa.” reflejan claramente el sentir del músico. Aunque si hay una canción del disco que destaca por encima de las demás, esa es Paloma, la canción (una más para el autor) que los fans de Calamaro tomaron como himno patrio, y que hace temblar los cimientos cuando suenan sus primeros acordes en cada concierto (ver vídeo final).
Darío Manrique hace una labor de documentación muy completa. Mediante sus testimonios uno se da cuenta de todo el proceso creativo que tuvo Honestidad Brutal, para muchos críticos uno de los discos de rock en español más importantes de las últimas décadas. Si para mí este doble CD ya estaba en un altar desde hace más de una década, una vez leído los entresijos del mismo he tenido que ampliar dicho altar, pues el texto de Manrique merece compartir tan alto escalafón.
Y es que hay que agradecer a Argentina el hecho de haber parido a grandes músicos como Fito Páez, Gustavo Cerati, Ariel Rot o Luis Alberto Spinetta; pero sobre todo por ser la madre de Andrés Calamaro. Y puestos a agradecer, agradezcamos a Darío Manrique también, padre de esta tremenda joya.
César Malagón (@malagonc)