Cuando comencé a leer Honrarás a tu padre y a tu madre, de Cristina Fallarás, no tenía ni idea de que era una historia real y, sin embargo, lo intuía. Que el personaje que narraba en primera persona se llamara Cristina, como la autora, era una pista, sí; y las fotografías que aparecían en algunos de los capítulos, también, claro. Pero no eran esos detalles los que me transmitían esa sensación, sino la forma de narrar los acontecimientos. Porque cuando las palabras salen de las mismísimas entrañas, se nota.
Honrarás a tu padre y a tu madre se remonta a un hecho ocurrido en los primeros meses de la guerra civil española. Pero no es una historia más sobre la guerra civil, ni por la forma (a caballo entre la crónica y la novela) ni por el fondo. Nos hace entrever los puntos de vista de los vencedores y vencidos del conflicto bélico, aunque de una forma poco convencional que nos demuestra lo crueles que pueden ser los azares del destino. Sin embargo, va mucho más allá de aquel hecho y de aquel periodo, para hacernos reflexionar sobre la transmisión generacional del trauma de la violencia política, algo de lo que se habla en todos los países, menos en España. Cristina es un ejemplo de este trauma.
«Ellos existen en mí y a través de mí. Ahí está mi herida».
«Toda historia tiene un vértice, el punto en el que se cruzan todas y cada una de sus partes, desde donde parten las cosas hacia el futuro y hacia el pasado, y que sin ese punto no serían nada. El vértice de mi historia está en aquel 5 de diciembre de 1936 porque allí se cruzaron todos los personajes que construyen mi propio personaje».
En Honrarás a tu padre y a tu madre, todo gira en torno a esa fecha. Cristina sale en busca de esos tres personajes, sus muertos, y les pregunta todo aquello que nadie ha querido explicar. Reconstruye sus historias, en un intento de hallarse a sí misma, para ver si de este modo encuentra la salvación. O se atreve a mirar a los ojos a sus hijos, al menos.
Pocas veces me encuentro con una obra que contenga tantas frases certeras, esas que lo dicen todo y no dejan lugar a explicaciones o circunloquios. Tal vez por eso no paro de copiar citas de la novela. Ahí donde mis palabras no llegan, las de Cristina Fallarás atraviesan:
«Nosotros, los vivos, solo tenemos pequeños huesecillos del esqueleto de la historia, de esta historia, y con ellos las construimos, evidentemente falsa. No cambia en absoluto lo que sucedió. Lo que sucedió, sucedió, y jamás tendremos idea.
Pero el relato sí cambia, y eso, el relato, es lo único que nosotros tenemos.
O sea, nuestro propio relato. Nosotros somos el relato».
Eso es Honrarás a tu padre y a tu madre: el relato de Cristina Fallarás, el de su familia y el de todas esas familias que han visto «cómo el dolor, al igual que el silencio, al igual que la cobardía, atraviesa generaciones».
El retrato de un siglo de la historia de nuestro país. O de toda nuestra historia, en realidad.
De la esencia del ser humano, en definitiva. Como lo es toda la buena literatura.
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