Reseña del cómic “Hulka”, de Charles Soule y Javier Pulido
Jennifer Walters es Hulka. Eso significa una fuerza sobrehumana, un temperamento explosivo y que el villano de turno se arrepienta de sus actos en cuanto uno de esos puños verdes alcanza su rostro. Pero Jennifer Walters, antes incluso que superheroína, es abogada. La profesión de Jennifer siempre ha sido la contrapartida de su lado como luchadora contra el crimen. El segundo aspecto de su vida siempre con mucho más protagonismo que el primero. En La sensacional Hulka de John Byrne, por ejemplo, su trabajo como letrada apenas ocupaba unas pocas páginas en toda la etapa del autor, y la mayoría de ocasiones era el factor desencadenante que iniciaba una narrativa plagada de aventuras, de puñetazos y de roturas de la cuarta pared. Con Hulka de Charles Soule y Javier Pulido la cosa cambia. Casi podría decirse que es radicalmente opuesto a cualquier cómic de superhéroes: si el asunto puede solucionarse por las buenas, ¿por qué sacar a relucir los mamporros?
Lo primero que hay que remarcar de este cómic, que goza de las maravillosas portadas del artista Kevin Wada, es que Charles Soule, el guionista, ejerce la abogacía. Con este punto a favor podemos estar seguros al cien por cien de que imprecisiones en lo referente a leyes habrá pocas o ninguna, y si las hay será en pos de una narración mejor y más ágil. Ya desde las primeras páginas el trabajo como abogada de Jennifer cobra relevancia y protagonismo al ser despedida de su bufete de abogados. Montar el suyo propio en un hub de empresas donde los empresarios son gente con superpoderes será el siguiente paso del guionista para mostrar cómo funciona la vida del abogado y de cualquier emprendedor. El bufete estará compuesto por otras dos personas y un mono. Sí, habéis leído bien. Angie Huang, una asiática con un aura especial y algo místico e indescifrable, y un mono llamado Hei Hei como mascota, será su asistente legal. A este dúo se les unirá Gata Infernal, amiga inseparable de la abogada, que ejercerá la función de recabar pruebas; la mayoría de ocasiones a la fuerza y utilizando las garras. Con esta especie de dream team de lo legal solo falta esperar a los clientes. Y aquí es cuando viene lo bueno.
Por las páginas de Hulka vamos a ver pasar personajes como Ant-Man o Tony Stark. Sus casos irán unidos a temas de inventos y jaleo de patentes. En ocasiones la razón dejará paso a la fuerza y asistiremos a una ensalada de hostias para que Jennifer Walters se abra paso hasta las evidencias. Porque a fin de cuentas la mayoría del cómic trata sobre eso: la búsqueda de la verdad. En ocasiones esto conllevará descubrir porqué Kristoff Vernard huye de su padre, Victor von Muerte. Asunto paterno filial que acabará en los juzgados de la peor forma posible. Pero si dos tramas llaman verdaderamente la atención de este Marvel Omnibus de Hulka publicado por Panini son el arco argumental denominado Expediente Azul y la aventura en la que se ve involucrado el Capitán América.
El Expediente Azul trata sobre una demanda. El superviviente de un desastre, que nadie parece recordar, ha interpuesto una reclamación a un puñado de héroes y villanos. Como no podía ser de otra forma, Hulka se halla entre ellos. Una aventura extraña en la que cuanto más indaga la abogada menos ganas tiene de resolver el caso. De hecho, hay un momento que la narración deriva en un coitus interruptus que puede dejar al lector algo desorientado. Solo os diré una cosa: paciencia. Mientras tanto, disfrutad de ese drama judicial que tiene como tema central el pasado del Capitán América y que enfrentará a Jennifer Walters contra Matt Murdock. Jerga legal por un tubo, alegaciones por ambas, partes, que si protesta denegada, que si jura decir toda la verdad, hasta incluso un jurado. Toda esa buena mandanga que hemos visto en películas como Algunos hombres buenos o Las dos caras de la verdad, pero en cómic, con el dibujo de un Javier Pulido que se sale y que consigue que incluso en los momentos en los que hay alegaciones (con bocadillos repletos de diálogo) la cosa fluya de una forma tan ágil como si de una excelente y épica escena de batalla se tratase. Y aunque no es Javier Pulido, ni tiene como colorista a Muntsa Vicente, tampoco hay que desmerecer el arte de Ron Winberly, el dibujante suplente. Extraño, extravagante y atrevido, con unos picados y contrapicados extremos que son su seña de identidad.
En resumidas cuentas, Hulka, de Charles Soule y Javier Pulido, resulta un soplo de aire fresco para el personaje de La amazona esmeralda, pero, sobre todo, permite al lector conocer mejor la vida privada y pública de una Jennifer Walters que es única.