Humo, de Adrián Magro de la Torre

humo

Es extraño lo bienque encajan ciertos personajes en el género negro. Asesinos y putas al margen, el boxeador es otra de las figuras (claves en muchas de las mejores historias del noir) que no pueden desligarse del imaginario colectivo y que, por más que estemos en un pandémico 2020, personalmente siempre asocio con el fotograma, con mayor o menor grano, en blanco y negro.

Humo es la esencia del género, pureza noir destilada, sordidez, nocturnidad, odio venenoso, vocabulario explícito…. Mientras lo leía pensaba también en que, si me gustara el güisqui, me echaría al coleto un buen trago mientras de fondo sonaba alguna triste melodía de jazz acompañada de la aterciopelada voz de una sensual y, sin ninguna duda, manipuladora dama.

Humo es una historia que son tres y las tres funcionan muy bien por separado, aunque es en la última donde vemos que todas son partes de un poliédrico puzle que casan y confluyen (im)perfectamente (y esto del “im” es un plus) como imperfecta es la vida misma en la que viven los protagonistas.

Personajes marginales, derrotados y perdedores con ganas de darle un revés a su vida que les permitasobrevivir, salir a flote, tener un respiro, escapar de la prisión en la que se encuentran día tras día.

La primera historia es la de Miguel, el boxeador que mantiene una relación un tanto especial con su madre (y no, joder, no hablo de incesto, putos malpensados).

El siguiente turno es de la puta, Clara. Que no falte puterío en estos libros y sobre todo que no falte si sus historias estén tan bien desarrolladas como lo hace Adrián Magro. En mi opinión, es el mejor relato del libro. Clara está muy bien construído, sus motivaciones son obvias y toda su narración (y cuando digo toda me refiero a inicio, nudo y desenlace) es perfecta, y, más aún con un final a la altura, tan real e injusto como la puta vida. Tal vez hubiera sido mejor colocar la historia de Clara en último lugar.

Por último, Javier. Un asesino que acaba de salir de chirona y no sabe qué rumbo dar a una vida en la que se siente extraño. Es, tal vez, el punto débil de este libro.

Humo fue concebida como guion cinematográfico que finalmente no llegó a rodarse y que ha decido seguir viva en forma de una novela corta (120 páginas). Demasiado corta en realidad, pues me hubiera gustado seguir cotilleando el destino de la terna de protagonistas. Las tres crónicas se cuentan en primera persona y desde el punto de vista de cada uno. Los capítulos son cortos, las frases también y a veces son muy lapidarias (muy del estilo peliculero, “y eso mola, baby”). El estilo es conciso, no se pierde en detalles intrascendentes ni descripciones que en realidad no importan lo que hace que el ritmo sea rápido y la lectura muy ágil.

Adrián Magro ha escrito con buen pulso un buen relato de historias cruzadas respetando los clichés de la novela negra pero dotándole de su estilo propio.  Humo es lacruzada de unos perdedores que se ahogan pero no se rinden y luchan por dar unas bocanadas de aire que los mantenga con vida un poco más, como haría cualquiera en su lugar, ¿no?

Un libro que se lee de una sentada y que, como amante de la buena literatura, devoras con la persiana veneciana bajada mientras la lluvia cae inclemente, las volutas del humo del puro que has encendido (pero no vas a tocar porque no fumas) se elevan por la habitación, en Spotify suena con delicioso y anticuado grano Put he blame on me y te fundes leeeentamente a negro con los pies sobre la mesa.

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