Hikikomori es un término japonés que se utiliza para referirse a esas personas, en su mayoría adolescentes, que han decidido abandonar la vida social y vivir recluidos en casa. Nada de quedar para tomar un café con los amigos y charlar. Nada de planear una cena romántica con la pareja. Nada de salir de juerga el sábado por la noche. Los hikikomori, ya sea por timidez extrema, agorafobia, otro tipo de trastorno psicológico o por evitar el bullying, rehúyen de cualquier contacto social. Su vida se reduce a videojuegos, cómics, películas y mucha comida instantánea; todo ubicado en una habitación, una burbuja protectora, que en ocasiones pasa desapercibida para los padres hasta que es demasiado tarde. Aunque la mayoría de los casos de hikikomori ocurren en Japón (una sociedad ya de por sí con ciertos problemas a la hora de relacionarse), se han contabilizado algunos casos fuera del país nipón.
Ciertamente los hikikomori son un caso extremo de autoexclusión social, de evitar que nada escape del control que los humanos creemos tener, de sortear esos daños emocionales que las relaciones en ocasiones producen. Pero, en cierto modo, ¿no somos todos un poco hikikomori? Cuando colgamos esa foto en Instagram que ha pasado por varios filtros diciendo que lo estamos pasando genial cuando no es cierto; cuando tuiteamos, añadiendo hashtags a mansalva, sobre un programa o un tema que nos la trae al pairo con el fin de conseguir atención. Y lo mismo en Facebook y todas esas redes sociales en las que creamos nuestra propia zona de confort en el ciberespacio mientras dejamos de lado al amigo o familiar que asombrado observa como nos dejamos absorber por la pantalla del móvil. Con este panorama, ¿qué nos deparará el futuro? ¿Recapacitaremos o con el paso del tiempo el asunto irá a peor? Ideando libertad de Luis J. Peréz es un libro de ciencia ficción que invita a meditar sobre como un mal uso de las tecnologías podría no solo convertirnos en seres excesivamente individualistas, sino que aun siendo conscientes de ellos nos pareciera lógico y la vía correcta a seguir.
En Ideando libertad un virus se propagó a nivel mundial creando la peor de las pandemias desde que la peste negra lo hiciera en la Europa medieval. El virus obliga a la gente a cometer suicidio no sin antes intentar matar al mayor número de congéneres de su especie. Por suerte para la raza humana el virus pudo controlarse y en 2157 son pocos los casos que se tienen contabilizados. Los métodos de control son draconianos: desde una droga denominada Propilium hasta dispositivos ubicados dentro de la muñeca, los cuales permiten moldear sentimientos, recuerdos y hasta pensamientos. Pero a pesar de todas estas medidas de seguridad algo está ocurriendo, algo está haciendo que el virus vuelva a activarse. Tal vez sea el momento de descubrir la verdad.
Luis J. Pérez nos embarca en este futuro distópico en el que la población prefiere perder libertades si con ello obtiene más seguridad. Tres serán los puntos de vista para destapar las carencias, y mostrar algunas virtudes, de una sociedad enfermiza. Por un lado tenemos a Bernie Closs, un programador de emociones que con un poco de ayuda externa descubrirá que la libertad primero hay que desearla para conseguirla. Keylor Mayo es un periodista que realizó un documental muy polémico. Ahora un grupo de terroristas se la tiene jurada. Por este motivo pasa su vida exiliado en una estación espacial o grabando reality shows, algunos tan delirantes como aquel que muestra lo que era comprar en una tienda en el siglo pasado. El último de los personajes que forma parte de este excéntrico triunvirato es Roona Hill, la presidenta de los Estados Unidos. Su punto de vista será la excusa para mostrarnos lo que ocurre entre las bambalinas de la Casa Blanca y la influencia que los poderes fácticos ejercen sobre las decisiones de los políticos.
Luis J. Pérez utiliza una prosa directa, ágil y exenta de florituras. Es un escritor más de verbos que de adjetivos. Con ello consigue que la novela resulte una lectura extremadamente ligera, incluso en esos primeros compases algo confusos en el que la jerga técnica se abigarra en cada frase para crear contexto y conseguir un world building tan complejo como consistente. Por otro lado, los personajes protagonistas son tan extravagantes como las situaciones en las que se ven inmersos. La presidenta practicando sexo a contrarreloj, Bernie Closs y su compra en el mercado negro de aplicaciones para su dispositivo de muñeca o Keylor Mayo (este personaje se lleva la palma en extravagancia) y sus programas de televisión que se mueven entre lo vintage y lo que convierte en mero entretenimiento la represión policial. Personajes que son el subterfugio del autor para guiarnos por un mundo en el que los sentidos, las emociones, los recuerdos y todo lo que nos hace humanos son controlados de una forma terroríficamente simple.
Ideando libertad de Luis J. Pérez es una interesante, ácida y en ocasiones extravagante reflexión de en lo que podemos llegar a convertirnos si confiamos ciegamente, hasta la sumisión, y abusamos indiscriminadamente de la tecnología.
No me decidía por el genero pero al final me lancé y ha sido un acierto. Recomendable, ácido con la realidad actual, mordaz y atrevido. Los personajes principales y secundarios no tienen desperdicio con una historia llena de alicientes. Las casi 300 páginas se hacen cortas.