Infieles y adulterados: cuentos de adulterio, de Juan José Millás
¿Alguna vez te han engañado? ¿Has sentido las dichosas mariposas en el estómago, te has enamorado como si fueras idiota, y después te has enterado que la mentira formaba parte de esa misma relación? Puede que, casi todos en esta vida, hayan sentido ese aguijonazo que supone darte cuenta que tu pareja, la persona que comparte contigo partes fundamentales de tu vida, ha visto a otra persona, se ha enamorado de otra persona o que, simplemente, ha descubierto en otro cuerpo sensaciones que no descubría en el tuyo. En cualquier caso, sí, el engaño supone un revés, pero no quiere decir que no lo podamos disfrutar. Pensaréis que yo, que me siento a escribir esto desde el más absoluto de escondites, me he vuelto loco y que un engaño es un engaño, que duele, que se siente un escozor terrible cuando eso sucede. Y tendréis razón – salvo en lo de que yo estoy loco, que creo que todavía no -. Lo que quiero decir con disfrutar es, simple y llanamente, abrir un libro como Infieles y adulterados y poder descubrir los textos de uno de los mejores autores que ha dado el panorama narrativo español, acompañados con las ilustraciones de algunos de los mejores dibujantes de este siglo, en un proyecto perfecto y con una edición muy cuidada, que convierte los engaños, las mentiras, las medias verdades, en un acicate estupendo para la lectura, para los viajes que se hacen sin retorno alguno, para que ciertas lágrimas puedan convertirse en pequeñas sonrisas porque, al fin y al cabo, si la vida es un chiste, ¿por qué no vamos a reírnos como nos plazca?
Hace tiempo, olvidé que Juan José Millás me gustaba mucho. Y lo olvidé porque el tiempo había puesto en mis manos otras lecturas y no había podido meterme en el mundo del autor como me hubiera gustado. Siempre he creído que las historias que él cuenta tienen que beberse tranquilamente, a pequeños sorbos, degustando cada uno de los matices a los que nos invita con sus historias. Si quizá alguien no ha leído nada del escritor, debiera empezar por estos relatos, que son pequeñas dosis de realidad, dirigidas a introducirnos de lleno en el particular universo de alguien que sabe lo que dice, que hila las palabras como si estuviera haciendo una radiografía al interior, y estructurando una nueva realidad, cuando la que ya nos hemos inventado no sirve para nada – o si sirve, no acabamos de encontrarle el gusto necesario -. Infieles y adulterados, además, no es sólo una colección de textos arrimados unos a otros, sino que es un proyecto artístico, donde nombres como Paco Roca, Kike de la Rubia, o Juan Berrio, desfilan proponiendo su particular visión en la ilustración a unos relatos que ya de por sí son pequeñas novelas que nos remueven, o que nos hacen dibujar una pequeña sonrisa algunas, o que simplemente nos escandalizan. Se dice que la escritura tiene que perseguir un poco de verdad, aunque por el camino se envuelva con las mentiras propias de la imaginación más irreverente. Él, el escritor al que seguía y al que abandoné hace un tiempo, me ha vuelto a recordar por qué no debí dejarlo nunca.
Porque hay que entender que la literatura hay que vivirla como una experiencia, no sólo como el proceso de pasear los ojos por una página, unir las palabras y formar una historia que está ahí, para nosotros, dispuesta a ser descubierta. Hace falta – o, por lo menos, a mí últimamente me hace falta – algo más, algo que trascienda más allá de la simple apertura de un libro. Infieles y adulterados consigue que uno olvide, ya sea por minutos o en horas, aquellos sinsabores del día a día, que creemos una especie de universo compuesto por varios autores que decidieron crear para este proyecto unas imágenes que acompañaran a un texto, y que convirtieron en arte lo que ya de por sí era una maravilla. La visión del cambio, de lo diferente, de las propuestas que salen adelante y que construyen una nueva forma de descubrir autores o de revisitarlos, de vivirlos de nuevo desde otra perspectiva. Eso es lo que hace que la literatura se convierta en algo diferente, en algo más, en un placer que llega a otro nivel de entendimiento entre el objeto y el lector. Será eso entonces lo que, de un tiempo a esta parte, busquemos o hayamos intentado buscar. Sin encontrarlo, a veces, o hallándolo con satisfacción, como ha ocurrido en estos momentos.