Pocos días atrás tuve una conversación con una amiga acerca de la importancia de la primera novela para un autor. Ella se considera a sí misma fan de los autores amateur y de su obra debut. De entre muchos libros que comentamos, me recomendó Insomnio, de Sergio Moreno. Me dijo que por temática podría interesarme más. Y en esas, me puse a leerla con ganas. Con ganas porque siendo yo prácticamente uno de ellos, un joven escribidor que apenas ha desarrollado una decena de relatos breves, aprecio en estas novelas ese ímpetu de los escritores primerizos, el deseo de querer plasmar en su primer libro todo su potencial y permitir que aquellos que han sido sus maestros, formen parte de sus escritos siendo claramente referenciales. Las hostias, si las hay, ya vendrán después, pero ahí tienes tu novela.
Sergio Moreno se ha atrevido. Y no con una novela pequeña; más de trescientas páginas calza su primogénita. Y ha apostado por el género de terror, donde mejor se sabe manejar. Ahora lo comento. Antes un poco del argumento:
El hermano de Gus aparece con una soga atada al cuello y los pies colgando sobre el parqué de su apartamento. En la mesilla ha dejado su carta de suicidio. Lo que en ella hay escrito, reverbera en la curiosidad de Gus como una larva criando en su cerebro. ¿Qué le sucedió? La policía suele decir que si una nota dice «Nada de policía» es justo el momento preciso de avisar a la policía. Al igual que si otro cartel indica «No pulsar el botón rojo», ¿qué haríamos en nuestro sano juicio? Vosotros no lo sé, yo pulsarlo, desde luego. Pues la nota que encuentra Gus dice las palabras mágicas para avivar su espíritu entrometido:
«[…]Tengo miedo. Lo he tenido desde aquella maldita noche. Algo sucedió, pero es todo lo que puedo contaros».
Lo que Gus desconoce es que adentrarse en esas indagaciones va a convertir su vida en una pesadilla y las consecuencias a pagar tendrán un precio muy elevado. Insomnio juega con la horrible sensación de no poder dormir. A veces hay dramas que te quitan el sueño, otras suelen ser asuntos económicos y problemas familiares y en otras ocasiones, el pavor a quedarte dormido y que ellos te hagan daño…
Para su autor, la idea de su primera novela estaba clara; quería homenajear todo aquello que mejor conoce, que tanto le gusta y mostrarnos con deleite las fuentes de las que ha bebido. Y hay que decir que el tipo tiene buen gusto. Por ahí encuentras menciones a Bécquer, y no sólo eso, sino a su Leyendas en una edición de hace cincuenta años en tapa dura, un pasaje con niños que bien puede recordar a IT de Stephen King y por supuesto, Lovecraft. En él centra todo su relato y juega un papel fundamental en el legendario de la historia. He de destacar que Sergio Moreno fue ganador del último certamen de Relato Breve del día Lovecraft de Madrid, por tanto, desarrollar su novela dentro del género lovecraftniano, para él, es jugar en casa.
No solo referencias literarias ha empleado para inspirarse. También están ahí las noches de domingo viendo a Iker Jiménez en Cuarto Milenio, la Villa de Vallecas, la gasolinera de Batán y The Cure sonando mientras se juega a la Ouija.
La novela, pese a estar dividida en cuatro partes, para mí queda sesgada en dos: la primera es la parte más cotidiana, la búsqueda de la verdad, Gus y su mujer, el pueblo de Vallecas, las cosas que se mueven solas…Hacia poco más de la mitad del libro, la segunda, a mi gusto, gana en ritmo e interés. Es donde se palpan los sueños y el sentimiento Lovecraft. Más onírico, más extraño, más mágico.
Un detalle que me encanta destacar siempre que es posible y en este caso, además, obligatorio: la portada. Como amante de encontrar buenos portadistas para mis historias, me gustaría que quien se encargara de ello consiguiera plasmar el sentido del libro en ella y hacerla lo más atractiva posible. El arte corre a cargo de Góngora, no la nariz superlativa, sajón y escriba, sino el ilustrador Alberto Góngora, de cuyas proporciones narizudas desconozco, por cierto. Autor a tener en cuenta que ha trabajado con diversas ilustraciones para antologías y revistas de género y trabaja por segunda vez con Sergio Moreno (la anterior fue en un libro de relatos cortos llamado Sueños de sótano y desván).
Como decía al principio, es una primera novela de un autor novel, al menos en cuanto a extensión, y cierto es que esos detalles se aprecian en su lectura. Además del ímpetu y las ganas del primerizo, muy agradecidas, también está la tendencia a ser demasiado explicativo por temor a no ser entendido en según qué situación, la carencia de ritmo e interés en algunos pasajes y la falta de desarrollo de los personajes. Cosas que a muy seguro su autor irá perfeccionando en futuras historias porque esa es la idea, aprender siempre desde la humildad patente con la que ha sido escrita.