¿Te imaginas un mundo sin perros? O, aún peor, que te arrebataran al tuyo porque el gobierno dictaminase que estas mascotas se han convertido en un peligro para la sociedad. Esa es la distopía que plantea el director Wes Anderson en su película de stop motion Isla de perros.
Yo me crucé con esta película una tarde cualquiera. Estaba colgada en una de esas plataformas a las que nos hemos vuelto adictos. Vi el tráiler y me llamó la atención, pero al final me decidí por otra. Aun así, la historia se quedó rondando en mi cabeza. Poco después, me enteré de que ECC Comics acaba de sacarla en formato manga, y volvió a picarme la curiosidad. Soy de esa clase de personas que prefieren conocer las historias leyendo el libro, aunque, en este caso, la idea original fuese de la película, estrenada en 2018.
En la adaptación al manga, ilustrada por Minetarô Mochizuki, hay muy poca letra. No podía ser de otra manera, ya que lo guioniza el propio Wes Anderson, director de películas como Moonrise Kingdom y El gran hotel de Budapest, en las que el aspecto visual tiene gran peso. Vamos, que en este manga se dice lo justo para conocer a Atari, el niño protagonista. Con solo doce años, se queda huérfano, y como es pariente de alguien relevante, le adjudican a Spots, un perro escolta. Para él, ni es escolta ni un simple perro, sino su mejor amigo, la persona más importante de su vida. Cuando una gripe canina se extiende por el país, poniendo en peligro a los seres humanos, el gobierno destierra a todos los perros en una isla, y a Atari le arrebatan a Spot. Pero el niño no piensa abandonarlo a su suerte.
Reconozco que el manga de Isla de perros se me ha hecho corto, demasiado corto. Me quedé con ganas de saber más del niño, de Spots y de todos los perros que se nos presentan a lo largo de sus setenta y cuatro páginas. Sin embargo, sí que consiguió transmitirme los sentimientos de sus protagonistas: el amor y lealtad incondicional que se profesan humanos y perros. Y me ha hecho meterme en la piel de estos animales cuando son abandonados, sentir su soledad y su desconcierto. Sin duda, un mundo en donde los perros estuviesen recluidos en una isla, condenados a morir, sería una distopía para ellos, y para nosotros.
Al final, lo que importa en cualquier historia es que nos haga sentir, pensar en nuestra naturaleza, en la de los demás y en el mundo mismo. Y eso lo consigue la adaptación manga de Isla de perros, a pesar de su extensión y sencillez.
No me queda más remedio que ver ya la película de Wes Anderson. Por lo que trasluce el tráiler, tampoco tiene pinta de prodigarse en diálogos, pero sí en emoción. Espero que, por lo menos, me permita conocer un poco más a sus protagonistas, el humano y los perros de la isla, que en el manga me han dado una gran lección de vida.