Habría sido un placer leer este libro aunque no fuera un texto de Tolstói, porque la edición es tan hermosa pero sobre todo tiene tanta personalidad, algo que habrá que agradecerle a Decur, el artista responsable de las ilustraciones, que uno siente aun antes de leer que está ante una experiencia diferente. Y tiene mérito porque el cuento es exactamente lo que se puede esperar de él, Iván el tonto es uno de esos cuentos entroncados en la tradición oral rusa, extraordinariamente bien escrito y con un fuerte carácter moralista. Y es de Tolstói, así que están presentes el elogio de la vida sencilla, las virtudes de los trabajos manuales y los peligros de la ambición, del dinero y de la violencia. Y así, en un paisaje conocido en el que encuentra uno todo lo que espera encontrar, se sorprende.
Se trata de una fábula sobre tres hermanos, uno especialmente dotado para las armas, otro brillante en los negocios y otro, que pasa por tonto, cuyo único interés es trabajar la tierra y vivir sencillamente de lo que esta le dé. Hay una cuarta hermana, muda ella, que queda a cargo de Iván, El contraste entre las tribulaciones de los hermanos listos y la pacífica y feliz vida del tonto y cómo es precisamente este último el que debe rescatarles repetidamente de los problemas en los que su arrogancia, ayudada por unos diablillos malévolos, les mete, es el hilo conductor de la historia. Iván el tonto es una fábula preciosa, escrita en un tono que puede sonar anticuado, porque desde luego no esconde su intención moralista, pero que siempre, pese a todo, es actual.
Y luego está ese ambiente ruso tan literario, esa experiencia lectora que en este caso no es abundante en términos rusos pero que inevitablemente evoca tantas y tan magníficas experiencias anteriores. Aunque esto es un texto muy sencillo, una fábula escrita para llegar a cuanta más gente mejor, especialmente a gente humilde.
Iván el tonto es una fábula y como tal no está exente de moraleja, eso también era previsible. Toda ella es la moraleja, en realidad. Y a mí habitualmente me molestan ese tipo de textos, pero con Tolstói siempre estoy dispuesto a hacer una excepción. Porque nunca defrauda y porque su carácter moralista es claramente visible y no tiene ni trampa ni cartón. Convence sin engatusar, y aunque no convenza, que también es perfectamente posible, gusta.
Disfruten de este libro, de todo él, es largo para ser una fábula pero se hace corto y las magníficas ilustraciones harán que la experiencia se eleve a otro nivel. Aunque sea un cuento que bien podríamos calificar de juvenil, no creo que haya edad mejor para disfrutarlo que la presente, sea la que sea. Porque nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven para disfrutar, ¿no creen?
Andrés Barrero
@abarreror
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