Mi relación con Japón está desnivelada. La adoración que le profeso al archipiélago nipón no tiene filtro. Adoro su gastronomía y sus infinitas posibilidades. Mis estanterías están llena de libros de gente que ha practicado suicidios honorables. Voy a todos los estrenos de Koreeda. Podría avergonzarme a mí mismo confesando las horas que le he dedicado a la saga Dragon Quest. Puedo enumerar los periodos históricos y todos los sabores de KitKat que uno puede encontrar en un konbini japonés. Todo me vale. Todo me enciende. Así que cada vez que una editorial se decide a lanzar un libro directa o indirectamente relacionado con dicho país, todos mis resortes se activan.
Me he dado cuenta durante este proceso de detección y adquisición que son ya varías las ocasiones en las que me he encontrado con guías visuales con un cuidado estético exquisito y una cantidad notable de información. En su momento ya os hablé de libros como Wabi Sabi o Pikunikku, unas incursiones maravillosas en esta tendencia que comento. Hoy vuelto a repetir con la editorial Lunwerg para hablaros de una tercera incursión en esto de las guías. Y es que Japomanía llegó en abril a la librerías para darle una vuelta de tuerca a este género y llevarnos de la mano por Japón en un viaje que sucede a muchos niveles. Y es que si algo me ha gustado de este nuevo libro es su capacidad inteligente para enseñar sin saturar. Eso y por supuesto las maravillosas ilustraciones de Sabrina Ferrero.
Empecemos por lo más obvio el qué y el quién. Japomanía es un proyecto que surge del arquitecto italiano Marco Reggiani que, tras una estancia becada de cuatro años en Tokio, decide plasmar toda esa vorágine informativa en la que se ha visto inmerso durante este periodo. El resultado es una maravilla. Coherente y polifacético, este libro sirve tanto como guía de viaje como guía de consulta. Su capacidad para llevarte por los puntos geográficos más emblemáticos es digna de tener en cuenta. No se deja nada en el tintero y sus explicaciones me han parecido concisas y certeras. No profundiza, pero te da un buen punto de partida para una organización más profunda de rutas o viajes futuros. Pero la magia del libro no acaba ahí. Y es que Reggiani hace un repaso por normas de comportamiento, etiquetas en la mesa y diferentes festividades, para que uno no se sienta como un alien una vez allí. Cosa que, si os soy sincero, nunca deja de suceder completamente.
Lo que me ha sorprendido muy gratamente y es algo que no suelo ver en este tipo de publicaciones, que tiende más a lo anecdótico, es el repaso que Marco Reggiani hace de conceptos filosóficos y espirituales que merecen muchísimo la pena aprehender. Como el shinrin-yoku, también llamado baño de bosque. O el ya más popular ikigai, el sistema japonés para encontrar tu lugar en el mundo. Sin olvidarnos de cosas tan japonesa como el wabi sabi; o el sentido de la hospitalidad, el comúnmente llamado omotenashi. Toda una sección, de las siete que componen el libro, dedicada exclusivamente a toda esa línea de pensamiento que refleja bien la idiosincrasia japonesa y su inigualable sistema de valores.
Quería llegar hasta aquí. Si tuviera que quedarme con algo de toda esa mezcla que define a Japomanía es con su apartado gráfico. El aluvión de estímulos que uno siente al pasear por la capital tokiota o por la red de santuarios que se asientan en la topografía japonesa queda reflejado de una manera espectacular por un dibujo colorista que llama la atención por encima de todo lo demás. La ilustradora Sabrina Ferrero saca todo su arsenal de técnicas gráficas y una paleta de colores totalmente evocadora para acompañar los textos de Reggiani. Sus estampados a toda página y sus figuras simples conviven a la perfección con ilustraciones japonesas de carácter más complejo. De esta combinación nace el punto más fuerte de todo el proyecto. Y es que el apartado visual gana enteros a medida que el proceso de lectura avanza y uno puede comprobar que las ilustraciones de Ferrero no sólo no flaquean, sino que mejoran en ciertos momentos estelares. Atención especial se merece las ilustraciones del bentô y el apartado dedicado a los castillos japoneses más famosos. Todo un alarde de talento y un regalo para los ojos.
Japón es mucho más que una delimitación geográfica. Se ha convertido casi en una mitología moderna. La infranqueable distancia que los separa del resto del planeta convierte al pueblo japonés en una incógnita que nos atrae de un modo irrefrenable. Esta guía no ayuda en absoluto a curarse de la adicción que muchos sufrimos. En el peor de los casos, la convierte en algo mucho más grave. Y es que si uno se pasea por cualquier librería verá una cantidad ingente de material sobre Japón y sus costumbres. Japomanía no hace más que reforzar lo que ya sabíamos. Cuanto más leemos sobre el archipiélago nipón, menos certezas tenemos al respecto. Quizás por eso, Japón no se acabará nunca.
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