Hoy vengo a hablaros de un libro muy especial. Vengo a presentaros a Jefferson, un erizo que va a ver cómo su vida se complica hasta límites insospechados.
No acostumbro a leer novela infantil. Juvenil, sí, pero lo cierto es que la infantil la tengo un poco olvidada. Decidí cambiar esto cuando vi este libro de Jean Claude Mourlevant, y es que siempre he dicho que en las historias infantiles se hallan muchas verdades que a veces olvidamos. Espero que durante lo que dure esta reseña comprendas, lector, que has de incluir en tus lecturas a estos pequeños olvidados, ya que saldrás muy enriquecido con la experiencia.
En este caso, si te decantas por entrar en el mundo propuesto por Jean Claude, conocerás a Jefferson. Él vive en el mundo de los animales, donde todos ellos pueden hablar o hacer cosas tan cotidianas como utilizar un móvil o ir a la peluquería. Precisamente en una de las visitas a la peluquería, nuestro erizo será testigo de un horrible asesinato: alguien ha matado al peluquero utilizando sus propias tijeras. Sin comerlo ni beberlo, el erizo se verá inmerso en una investigación vertiginosa que tiene como fin disipar las sospechas que se ciernen sobre él. Porque sí, a varios animales les falta tiempo para acusar al pobre Jefferson de haberse cargado al peluquero.
Jefferson se convierte así en una suerte de detective que hará todo lo posible por demostrar su inocencia, aunque para ello tenga que viajar al mundo de los humanos. Este punto es muy interesante porque el autor nos plantea una separación de ambos mundos, con una jerarquía marcada donde incluso podemos ver una jerarquía dentro de los propios animales. Aquí se demuestra que los humanos, aunque son los que se suponen deben de ser lo seres más inteligentes, a veces no lo son tanto. Y de eso se va a encargar Jefferson, de que veamos nuestras carencias a la vez que comprendemos lo rico que es el mundo animal.
Jefferson es una novela ágil, entretenida y divertida en ciertos puntos. El autor, Jean Claude Mourlevant utiliza un estilo narrativo sencillo pero muy trabajado que atrapará tanto a niños como a adultos. Todo esto sin perder de vista el fin de la novela, que es dejar clara una moraleja que prefiero no desvelar para que sea el lector el que juzgue y aprecie. Aquí también hay que destacar el trabajo del traductor, Delfín G. Marcos, que ha conseguido un resultado excepcional.
Últimamente estoy leyendo muchos libros con el fin de aprender técnicas de escritura. Y me parece muy curioso que dentro del género infantil haya encontrado muchos recursos para usar en mis futuros trabajos. Y esto lo quiero remarcar porque muchas veces tenemos la sensación de que libro infantil es sinónimo de baja calidad, como si el público al que va destinado no fuera exigente. ¡Y nada más lejos de la realidad! De hecho, creo que es el público más exigente de todos. No solamente les tienes que dar una historia que les guste, sino que tienes que ser muy consciente del ritmo que utilizas, el estilo narrativo y las tensiones para que el público no se aburra y consiga llegar hasta el final. Creo que jamás he dejado a medias un libro infantil. En cambio, he dejado decenas sin leer del género adulto, a pesar de que —como algunos decían por ahí— eran de una calidad inestimable. En fin… creo que ya entendéis por dónde voy.
Para terminar, quería decir que debemos quitarnos esos prejuicios que tenemos los adultos a la hora de introducirnos en una historia infantil o juvenil. ¡De verdad! Podemos disfrutar muchísimo de este género y, sobre todo, aprender de él. Así que, adelante, no esperéis más para conocer a este erizo detective.