Es difícil no enamorarse de Jessica Jones como concepto. Una superheroína derrotada, de carne y hueso, con la lengua afilada y demasiados descosidos, que no sabe muy bien qué hacer con sus superpoderes, aunque aparentemente los tenga, y que ha colgado su capa a cambio de unos pantalones y una cazadora. Ella, una especie de antiheroína con baja autoestima que fuma, bebe y se pasea a pie de calle, no se oculta ni se siente invencible. De hecho, a veces también tiene miedo, a ratos no encuentra su sitio y por momentos solo necesita algo qué sentir.
Detective privada, retirada del mundo de los justicieros aunque arrastrada, de algún modo, por su entorno, le gusta pasar desapercibida y se gana la vida con casos comunes de infidelidades y de familiares desaparecidos. Aunque hace unos diez meses, saltó a nuestras pantallas por la puerta grande de la televisión, su nombre no tiene luces de neón, marcas publicitarias ni todo un imperio construido bajo su identidad. Ella es solo Jessica Jones. Y para algunos mortales como yo, tal vez sea más que suficiente.
Por suerte para los que llegamos algo tarde –el primer número de este personaje fue publicado en noviembre de 2001– Panini ha lanzado este año una cuidada edición, prácticamente de lujo, compuesta por cuatro volúmenes donde recopila todos sus números, con cierto carácter autoconclusivo cada uno.
El primero de ellos, Jessica Jones. Alias –traducido por Rubén Herrero de Castro y con prólogo de Julián M. Clemente–, es más bien un acercamiento inicial a su protagonista. El tono de sus historias, publicadas bajo el sello para adultos de Marvel, MAX, es el del noir más auténtico, los bajos fondos y el lenguaje sucio. Nueve cómics donde su creador, Brian Michael Bendis, gracias a los gráficos de Michael Gaydos, da vida a esta exjusticiera de la que desconocemos por absoluto su pasado, más allá de su pseudónimo como Joya, y su ajustado traje de mallas.
Así las cosas, sin historias demasiado complejas, lo que convence de este primer acercamiento es su aire derrotista, irónico y profundamente carismático, empapado por un tono esencialmente detectivesco y por ese poso pesado que acarrean los relatos de los mejores justicieros. De fondo, no hay grandes (ni medios) villanos. Pero sí, mucho superhéroe.
Deliciosamente entretenido, Jessica Jones. Alias pasa en un suspiro. En ocasiones gracias a los diálogos cómplices con Carol Danvers. Pero también a las constantes alusiones a algunos de sus coetáneos. Que sí, las hay. Y muchas. Entre otros al Capitán América, Spiderman, Luke Cage y, cómo no, Jessica Drew. A Spiderwoman, al menos, le debe el personaje su nombre de pila. Por suerte, Marvel supo apostar por una protagonista nueva y desconocida como buque insignia para esta nueva línea más seria, menos infantil y más oscura. Alguien de quien de algún modo diéramos por hecho su pasado y aceptáramos también sus defectos. Y es que puede ser que, después de todo, sus capas no fueran lo que realmente nos interesaba, sino sus rotos. Porque, como apunta uno de sus personajes, “los campesinos quieren que los reyes desciendan”. Y si es así como va a ocurrir, qué fantástica manera de descender.