La unión hace la fuerza. Todos para uno y uno para todos. Cualquier poder si no se basa en la unión, es débil. Son solo tres citas que nos recuerdan que unidos podemos llegar a conseguir hitos que por separado probablemente serían imposibles de alcanzar o que como mucho llegaríamos solo a rozar con la punta de los dedos. La idea de un grupo de personas trabajando juntas, luchando, dejándose la piel por un mismo fin, un fin justo, siempre me ha fascinado. Supongo que es debido a esto que los cómics en los que varios superhéroes unen sus poderes para darle su merecido al villano de turno me encantan. Y si tuviera que elegir a uno, a un único grupo de superhéroes, me decantaría, y sin pensármelo demasiado, por La Liga de la Justicia de América.
JLA: La Nueva Frontera empieza con el fin de La Segunda Guerra Mundial. El conflicto ha acabado, bienvenidos a la postguerra. Mientras Europa resurge de sus cenizas los americanos, atrapados por una incertidumbre política que alimenta miedos, se nutren de una enfermiza paranoia que los lleva a una inmisericorde caza de brujas. Cualquiera que no piense como ellos es un rojo, un comunista o un enemigo de la patria. Malos tiempos para los enmascarados que no siguen a rajatabla las leyes. La Sociedad de la Justicia de América, y cualquiera que utilizara métodos similares, son repudiados y tachados de anti americanos y criminales. Así pues, unos huyen, otros se esconden, algunos permanecen al pie del cañón entre las sombras (¡ese es mi Batman!) y otros, como Wonder Woman y Superman, se ponen a las órdenes del gobierno con la idea de intentar cambiar las cosas desde dentro. Pero todos saben que por separado, por muchos esfuerzos que hagan, no lograrán sus objetivos.
Los que indudablemente sí han logrado que sus esfuerzos dieran sus frutos, al crear un cómic de diez, han sido Darwyn Cooke, guionista y dibujante, y Dave Stewart, colorista de JLA: La Nueva Frontera. Con todo, mentiría si no dijera que al principio, tras pasar unas pocas páginas, me sentí abrumado, algo confuso e incluso un poco frustrado. El motivo de estos sentimientos fueron a raíz de que Cooke salta de un personaje a otro (y no son pocos) cada tres o cuatro páginas, explicando momentos claves, no solo de dicho personaje sino también de la situación política y de la sociedad americana del momento. Esa sensación de desorientación desapareció rápido, en cuanto descubrí que Cooke manejaba con soltura los diferentes hilos narrativos, a la vez que daba una voz excepcionalmente particular a cada uno de ellos, facilitando el trabajo del lector. Cooke es un genio (era, pues por desgracia murió a mediados de este año 2016), por el cual me quito el sombrero, pues consigue ir solapando todas esas voces con sutileza hasta que encajan de forma tan apropiada como lo hace el anillo de los Green Lantern Corps en el dedo de Hal Jordan. Lo que queda claro casi desde la página uno es que esta no es una de las cientos de historias de JLA en las que las hostias como panes están por encima de un buen guion.
El dibujo de Cooke es marca de la casa; de estilo clásico, limpio y muy vistoso. Luego Dave Stewart hace su magia y, et voilà! Ya tenemos obra de arte. Añadir también que si este estilo cartoon os recuerda a la serie de animación de Batman que se emitió allá por los años 90, vais por el buen camino, pues Cooke fue el encargado de realizar los storyboards. Dicho lo cual, en las páginas de este cómic encontrareis féminas que recuerdan a las pin-up de los años 50 o muchachotes, de cuadrada mandíbula, que bien podrían haber aparecido en los anuncios de tabaco americano de aquella época. Que Cooke ha trabajado en el mundo de la animación queda patente en escenas como en la que Hal Jordan eyecta de su avión y los restos de éste le golpean, en ese angustioso ahorcamiento de John Henry por parte del Ku Klux Klan (ambas escenas dibujadas en una inmersiva y alucinante primera persona) o esas melancólicas viñetas en las que por la cabeza de Flagg pasan las escenas de una vida que jamás tendrá.
Cooke se esmera, gracias a un arduo trabajo de documentación, en mostrarnos como era esa época; mediante edificios, automóviles o incluso la forma desviada de pensar de ciertos sectores de la población, además de la segregación racial, la doble moral americana, el patriotismo ciego y sobretodo el miedo enfermizo a lo desconocido. Un período muy jodido, sin duda. La televisión, la radio y los periódicos también tienen su parte de protagonismo, pues el autor se ayuda de estos medios (al estilo Watchmen) y los utiliza como recurso narrativo para dar complejidad y consistencia al principal hilo conductor, el cual nos llevará hacia ese peligro que pondrá en jaque a toda la humanidad. Ello nos conducirá hacía uno de los clímax más emocionantes y ambiciosos de la historia de la JLA. Para luego, seguidamente, transportarnos a un epílogo en el que el propio John F. Kennedy pone su voz para dejarnos con los pelos como escarpias. ¡Pero, no se vayan todavía pues aún hay más! Ya que la edición de lujo de ECC (de las de exponer en un museo tras leerla) trae más de 100 páginas de extras: anotaciones del autor, portadas, arte conceptual, diseño de personajes y nuevas historias que se contaron con motivo del estreno de la película de animación.
En definitiva, JLA: La Nueva Frontera además de una respetuosa y colosal oda a la Edad de Plata de los superhéroes, a los cómics de DC en general, a todos los autores que pasaron por la editorial durante aquel periodo, es un cómic deslumbrante, inolvidable y, con el tiempo, un clásico, además de ser una de esa obras que me hacen sentir dichoso de ser lector del noveno arte.