Me pusieron muchas películas en el instituto, pero la que se me ha quedado grabada a fuego es Johnny empuñó su fusil (1971). Fue en una clase de Filosofía. El profesor hizo que reflexionáramos sobre qué significa «ser», que es «vivir». Todas las respuestas que dimos se desmontaron tras el visionado. La situación y reflexiones del protagonista nos noquearon.
Ignorante de mí, hasta este año no me había enterado de que la película estaba basada en la novela de Dalton Trumbo. Pero, en cuanto lo supe, gracias a la edición de Navona dentro de su colección de Ineludibles, quise leerlo, revivir el impacto que había sufrido veinte años atrás.
El protagonista de Johnny empuñó su fusil, Joe Bonham, es un joven soldado que participa en la Primera Guerra Mundial y se enfrenta a la situación más horrible y traumática por la que puede pasar un ser humano: despierta en un hospital y, poco a poco, toma consciencia de que se ha quedado sin piernas, sin brazos y sin cara; el sentido de la vista, del oído y del gusto se han ido con ella. No puede hablar siquiera, solo le queda el tacto y una mente lúcida atrapada en esa carcasa de carne. Y todo por culpa de un obús.
Los primeros capítulos relatan esa toma de consciencia mientras evoca su vida. Sus problemas anteriores (un trabajo extenuante, una riña con su padre, un desengaño amoroso) se convierten en nimiedades ante su estado actual, donde lo más sencillo (comer, pasear, reír) se ha vuelto un imposible.
Después llega la rabia y un alegato contra la guerra que todo el mundo debería leer. Es imposible quedarse indiferente ante las palabras de Joe Bonham, contraargumentar sus sentencias. Quizá por eso este libro ha estado censurado varias veces: ¿quién va a ir a defender la libertad, la democracia, los principios, el honor, la patria, después de ver la realidad de la guerra sin ambages? Porque lo peor de la guerra ni siquiera son los millones de muertos, sino todos esos que sobreviven como Joe, muertos en vida, y de los que nunca se habla.
El libro se publicó por primera vez en 1939, solo dos días antes de que diera comienzo la Segunda Guerra Mundial, por lo que no llegó a tiempo para disuadir a los nuevos combatientes. Y no ha sido casual que dejara de reeditarse durante otros conflictos bélicos: leer Johnny empuñó su fusil abre los ojos, transforma, y no interesa que los que han de morir por los intereses de otros se paren a pensar demasiado.
A partir de la segunda parte del libro, asistimos a los intentos de Joe por volver a ser parte del mundo: cómo controla el tiempo, cómo trata de comunicarse. Y con su ímpetu por vivir, a pesar de todo y de todos, llegamos al final contundente que una obra como esta merece.
Hace veinte años, cuando vi la película, me impactó su reflexión filosófica, pues en esta hizo hincapié el profesor. Pero en la lectura actual me ha impresionado la trascendencia de su mensaje pacifista. Si se hiciera una lista de obras literarias de lectura obligatoria por el bien de la Humanidad, sin duda alguna, Johnny empuñó su fusil, de Dalton Trumbo, la encabezaría.