Creo que lo único que he leído de Jack Ketchum hasta ahora ha sido La chica de al lado, aunque puede que haya leído también otro título más y se lo esté adjudicando a otro autor. En cualquier caso la lectura del mencionado libro me impactó como pocos. Fue una buena historia de terror. De un terror del bueno, del que mola, del posible, real y cercano. Sin elementos sobrenaturales. Una historia que podía ocurrir en la casa de al lado, como su título indica, y que, de hecho, estaba basada en hechos reales y del que, además, se realizó una más que correcta adaptación a la pantalla grande.
Sea como sea, si no he leído más libros de Ketchum es por no estar traducidos al castellano, así que ha sido una gran noticia y alegría descubrir que La biblioteca de Carfax, –esa editorial casi recién nacida y que a puro pulso, con gran dedicación, mimo y buen criterio, se está labrando una merecida reputación en el amplio campo de este género, (o emoción, como les gusta decir)– , decidió publicar Joyride.
Ketchum parece (o eso creo yo tras haber leído la elevada cifra de dos de sus libros) obsesionado por el Mal. Con mayúsculas. El Mal por el Mal. Porque sí, porque si hay posibilidad de practicarlo el ser humano lo hace a sabiendas de las consecuencias. Sucedía en La chica de al lado y sucede en el libro de hoy.
Carole y su amante Lee trazan un plan para cargarse al exmarido de la primera. No son profesionales, están nerviosos y no querían haber llegado a esa situación, pero el exmarido tenía unos niveles de hijoputismo de primera y maltrató, entre otras lindezas, a Carole. Así que, de perdidos al río, lo matan en el bosque, con tan malísima suerte que un testigo, Wayne, anda por ahí justo después de que este haya experimentado cosas de cabronazos psicópatas. Decía mala suerte, pero me quedo corto porque la empresa criminal Carole y cía. ha tenido la peor de todas las suertes. El tal Wayne es uno de esos tarados de manual, de los que de pequeño torturaban animales. Un pirado en origen que, como un Pokemon, ha evolucionado gracias a la visión de ese asesinato al nivel de psicópata de la clase de los que entran en un colegio y disparan a todo aquel que encuentran a su paso solo por el placer de matar, sin motivación, y decide que Carole, Lee y él van a hacer un viaje en coche, compartir experiencias, poner en común las sensaciones y excitación que se producen cuando quitas la vida a alguien, y llegar a convertirse en los mejores amigos del mundillo criminal.
“Ni siquiera puedes moverte en este mundo sin hacerle daño a algo”.
Por supuesto, Carole y Lee no tienen otra alternativa que ir con Wayne a donde él les ordene y seguirle la corriente. No quiere hacerles daño, les dice, les admira por lo que han hecho, y ese era el empujón que necesitaba para hacer lo que él siempre había querido hacer pero no se atrevió. Le han liberado…
Ese es el argumento del libro. Muy fácil de leer, devorable con la misma ansiedad con la que un yonki pasa el mono y con una estructura que va alternando sutilmente el turno de la palabra (o pensamientos) a los distintos protagonistas ya mencionados junto con otros que irán apareciendo, y desapareciendo, durante una espiral vertiginosa, con un ritmo siempre en ascenso y el corazón desangrándose en el puño.
Joyride, tal vez sea un intento de comprensión de un tipo de maldad más o menos reciente. Se introduce en la mente de un asesino, de una persona que hasta hace poco era alguien que pasaba por ser “normal” y como tal actuaba, (aunque nosotros ya habíamos detectado que muy normal no era antes del “click”), pero que ha iniciado un camino que ya no tendrá marcha atrás.
Un camino bien narrado y construido por Ketchum, con sus paradas en motelillos cutres y bares de carretera, que me ha gustado recorrer, incluso con una conducción temeraria.
Ketchum hace unos retratos geniales de víctimas y victimario, sabe ser empático con cada uno y ponerse en su lugar (incluso el teniente Rule se identifica con Wayne) y sabe hacérnoslo ver (a pesar de que no compartamos todas sus reflexiones, sobre todo las del pirado de Wayne); sabe convertir una escena cotidiana de la vida, en algo aterrador, como si nada, como si fuera lo más normal del mundo y, en definitiva, sabe del carácter humano y de su traslación a la escritura.
Solo queda agradecer a La biblioteca de Carfax por habernos traído esta gran lectura de un autor poco conocido y traducido por estas tierras. Esperemos que pronto veamos más de él. Ketchum lo merece y Stephen King, sí, una vez más sale en otra reseña King, reconoce sus méritos. Y ya puestos, diré que sin ser para nada mala la forma, la de King es mejor, pero el fondo es más creíble el de Ketchum.
Y ya nada más. Un libro muy recomendable con el que pasar un buen mal rato y descubrir a un muy buen escritor para aquellos que aun no lo conozcan, o para seguir profundizando en el terror verosímil para los que ya sabíamos de él.
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