Esta es la granja Hale.
Ahí está el viejo establo de ordeño, el resquicio oscuro que dice «encuéntrame».
Esta es la veleta, esta, la pila de leña.
Aquí está la casa, hervidero de historias.
Es temprano. El halcón sobrevuela en círculos el cielo despejado. Una pluma azul muy fina oscila en el aire. El aire es frío, radiante. La casa está en silencio, la cocina, el sofá de terciopelo azul, la taza de té pequeña y blanca.
La granja siempre canta por nosotros, sus familias perdidas, sus soldados y sus esposas.[…]
Aguardamos. Tenemos paciencia. Esperamos noticias. Esperamos a que nos cuenten. El viento intenta decirnos algo. Los árboles se agitan. Es el final de algo. Lo notamos. Pronto lo sabremos.
Así empieza La apariencia de las cosas de Elizabeth Brundage, un thriller psicológico que te atrapa en sus muy bien tejidas redes hasta el final. Antes de meterme de lleno en las bondades de esta magnífica novela, me gustaría hacer un llamamiento a las editoriales para que no nos vendan lo que no es. Entiendo que es por un tema de marketing y que si categorizan una novela en un género u otro va también según las tendencias del momento, pero eso hace que los lectores nos creemos unas expectativas que no se ven cumplidas y que, en varios casos, nos llevan a abandonar el libro antes de darle la oportunidad de engancharnos.
En el caso de La apariencia de las cosas desde la editorial nos vendían un libro de terror, con fantasmas, misterio y una acción trepidente. No es el caso, sí hay un misterio y sí hay una casa que para algunos personajes cuenta con presencias paranormales, pero es algo anecdótico que ayuda a conocer mejor a los personajes. No esperéis sustos cual película de miedo. Por otro lado, el libro de Elizabeth Brundage no es un thriller vibrante, sino que se trata más bien de una novela que se cuece poco a poco, dónde hay un asesinato y un misterio, pero en el que el foco está en los protagonistas y en sus peculiaridades.
La apariencia de las cosas nos narra la historia de George y Catherine Clare, un joven matrimonio con una hija, Frannie, que debido al nuevo trabajo de George como profesor en la universidad, se mudan a la granja Hale, una vivienda sobre la que pesa la leyenda de casa encantada desde la siniestra muerte de sus anteriores dueños. La novela comienza cuando George encuentra a su mujer muerta en la cama de matrimonio, mientras su hija está sola jugando en su habitación. Pronto, retrocedemos en el tiempo para conocer el comienzo de la vida en común de la familia y cómo llegaron y se adaptaron a la vida en la granja Hale.
Elizabeth Brundage entreteje una gran historia y, sobre todo, unos grandes personajes. A través de las casi 500 páginas del libro, nos adentraremos en los más profundos recovecos de la mente y la personalidad de George, Catherine, Franny y sus amigos y vecinos, entre ellos, los hermanos Cole, hijos de los anteriores propietarios de la granja, y que se mantendrán muy cerca de los nuevos inquilinos. Todos tendrán su importancia para contar esta historia, a pesar de que los dos en los que más nos adentraremos serán el matrimonio Clare, a los que conoceremos por lo que ellos mismos nos cuentan, pero también, a través de lo que el resto de personajes piensan de ellos. De este modo, conseguimos una visión tan viva de ellos, que llega un punto en el que podrías estar leyendo sobre personas que conoces. Saltan la barrera de la ficción para convertirse en personas reales, con las que empatizas y de las que te preocupas.
La creación de los personajes no es lo único que la autora hace bien. Mucha gente se ha mostrado algo disconforme con la ausencia de guiones en los diálogos, es verdad que al principio desconcierta un poco, pero enseguida te metes en la historia y dejas de notarlo. Al margen de ese pequeño detalle de estilo, la novela está magníficamente escrita. Con un estilo inteligente, pulido, evocador, profundo y directo, que cuenta todo lo que quiere contar, pero entreteniéndose en aquellos temas sobre los que la escritora quiere pararse a reflexionar: el arte y distintos artistas como Caravaggio, la belleza, la fe y la religión, las relaciones tóxicas, el papel de la mujer en el mundo, la vida, la muerte…
En esta cultura nuestra estamos obsesionados con los fines, con los resultados, dijo Floyd. Evaluaciones, puntuaciones, premios. Universidades, trabajos, coches. Posesiones…, símbolos tangibles. La gente, en su mayoría, se siente oncómoda con las ideas abstractas, añadió, apurando el bourbon. Resulta casi irónico que seamos tantos los que tenemos fe.
Elizabeth Brundage, en definitiva, nos lleva por donde quiere, dando las vueltas que ella considera necesarias, pero sin perder jamás de vista el destino que, aunque pueda parecer que es saber qué pasó la noche que asesinaron a Catherine y quién fue el autor del crimen, va mucho más allá. La apariencia de las cosas comienza fuerte, para luego hacer una especie de reset, llevándonos a la casilla de salida para que conozcamos la historia desde el principio. Poco a poco nos iremos metiendo más y más en la vida de sus protagonistas, los sentiremos como nuestros y aumentarán nuestras ganas de leer, de saber, a la par que la tensión y la sensación de asfixia, que irán in crescendo hasta llegar al fondo de la historia. No os esperéis una investigación policiaca al uso, porque aquí los policías somos nosotros. La autora nos da todas las piezas para que nosotros mismos vayamos montando y completando el rompecabezas.