La brecha, de González de la Cuesta y José Luis Cuesta
La brecha es un libro necesario en tanto que reflexiona sobre una realidad sobre la que es preciso reflexionar. Sus diagnósticos y sus argumentos serán más o menos acertados en tanto que sean más o menos compartidos por el lector, no es un manual académico ni un profundo ejercicio intelectual de forma que su valoración está especialmente sometida a la opinión del lector, pero tiene el mérito innegable de plantear un problema, de hacerlo de forma efectiva y de actuar sobre la conciencia de quien lo lee. Después uno podrá considerar más o menos acertados los argumentos expuestos conforme a su propia forma de verlos, pero desde luego que no se mantendrá indiferente.
González de la Cuesta y José Luis Cuesta exponen en este pequeño libro las disfunciones de la sociedad en sus dos extremos, la excesiva precarización, o pobreza hablando claro, de los menos favorecidos y la desorbitada acumulación de riqueza de los más agraciados por la fortuna, que no debe leerse como sinónimo de la suerte. No es un libro sobre la miseria, sino sobre la desigualdad. ¿Y cómo habla de la desigualdad? Pues de forma sumamente efectiva, con textos que incluyen desde reflexiones generales a casos particulares (supongo que reales pero en cualquier caso representativos) junto a fotografías que ilustran ambos mundos. Sin embargo lo más llamativo, lo que realmente sacude la conciencia del lector, son las breves citas de la constitución que uno reconoce, pero que siente serias dificultades para relacionarla con la realidad en la que vive. ¿De qué país, de qué sociedad hablan esas elocuentes citas?, ¿son un recuerdo del marco legislativo o un testimonio de la hipocresía que rige nuestros destinos? ¿Tal vez tratan de decirnos los autores que antes de cambiar el sistema deberíamos plantearnos cumplir de verdad las normas que se supone que nos hemos dado? No lo sé, pero en cualquier caso no deja de ser interesante como motivo de reflexión que a un ciudadano de un país cualquiera pueda resultarle de repente emocionante encontrar que cosas que reclama incluso con cierto perfume de rebeldía ya están escritas en sus propias leyes.
La brecha no es desde luego un libro imparcial, de hecho es un libro militante y como tal corre el riesgo de no ser reconocido por quienes no compartan esa militancia y sería no ya una lástima, sino un error. Se discrepe o no de las tesis que se defienden lo cierto es que el problema que se muestra es real y precisa de toda nuestra atención. De los gobernantes, sí, pero también de los ciudadanos que también tenemos nuestra responsabilidad, que no es pequeña y desde luego va mucho más allá de votar cada cuatro años y culpar a los políticos de todo lo malo que nos pasa.
No les voy a hablar de ideologías, ni es el lugar ni es mi intención, no se trata de eso. La brecha es un libro que debe leer porque habla de algo que objetivamente existe y le afecta directa o indirectamente. Usted podrá sentir que el libro le abre los ojos o por el contrario creerá que trata de cerrárselos, según su propia concepción lo abrazará por clarividente o lo rechazará por demagógico (sin que sea ni lo uno ni lo otro), pero en ningún caso podrá negar el problema que expone, que es lo que realmente importa. Si no comparte los diagnósticos de los autores será porque tendrá los suyos propios, pero en cualquiera de los casos se sentirá en disposición de hacer algo, lo que usted considere oportuno, al respecto.
Con la misma convicción con la que le digo que no expongo aquí mi opinión al respecto porque no creo que sea importante, les digo que la que uno puede intuir de los autores no lo es mucho más. La única opinión que importa cuando uno lee un libro es la del lector, el trabajo de los autores no debe ser tanto transmitir su propia postura como hacer que el lector tome conciencia del tema que se trata y se forme su propia opinión y La brecha desde luego consigue ese objetivo, y lo hace de forma tremendamente eficaz gracias a esa combinación que decía de testimonios gráficos, citas de la constitución y textos que incluyen experiencias personales. Porque a fin de cuentas es de lo que se trata de hacer ver, la desigualdad no es un concepto abstracto que maquille o estropee estadísticas, es algo que afecta a personas y que es capaz de condenar a la marginalidad a quien ha vivido siempre dentro de eso cada vez más infrecuente que conocíamos como “normalidad”.
Andrés Barrero
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