La buena novela, Laurence Cossé
El planteamiento inicial de La buena novela, de Laurence Cossé es una suerte de imán irresistible para los amantes de la literatura: a los locos de los libros nos encanta que nos hablen de libros y más, perdonen la tautología, si es desde un libro. Así esta novela de intriga que trata de unos crímenes que suceden alrededor de una librería que sólo vende obras maestras, es de un atractivo indudable. Y en ese sentido, en el metaliterario, no decepciona, no sólo habla mucho y bien de literatura sino que excita la curiosidad acerca de muchos de los libros de los que habla.
El aura mágica que el tema libresco regala a La buena novela es tal que si no oculta sus debilidades sí que consigue que no importen demasiado. Es cierto que la trama está lastrada de un cierto déficit de verosimilitud y que los personajes pretenden ser tan fieles a su propia originalidad que tienen un cierto aire artificial, pero la parte interesante de la obra no es tanto la novela en sí, ni tan siquiera el ejército de buenas novelas que desfila por sus páginas (discutible, por subjetiva, y un tanto inasequible para los que no somos expertos en letras francesas, aunque las hay también de otros países), la parte verdaderamente interesante es la reflexión que se hace Laurence Cossé sobre la propia filosofía de la librería y muy especialmente la exposición de los ataques dialécticos que sufre y sus mecanismos demagógicos, lamentablemente tan realistas.
El posicionamiento obligatorio, uno de los males de nuestra sociedad, que suele venir además en packs integrales (ideología+preferencias culturales+equipo de fútbol, por poner un ejemplo), es otro de los temas que quedan en evidencia. Uno puede no conocer algo más que muy superficialmente, pero debe posicionarse a favor o en contra y sea como sea de forma virulenta. Atacar lo que no se comparte, aunque no se conozca, dotar además al «enemigo» de unas características ideológicas que probablemente le sean ajenas pero necesarias en tanto que contrarias a las propias. La buena novela habla de libros, sí, y lo hace con pasión, pero a la que desnuda es a nuestra sociedad y a sus pulsiones vocingleras y a sus posicionamientos tan firmes ideológicamente como endebles intelectualmente. La buena novela es también una buena vacuna contra el hooliganismo cultural que nos invade y sólo por eso habrá que mostrarle el debido reconocimiento a la autora.
Finalmente añadir, creo que es necesario, que Laurence Cossé no es imparcial, pero tampoco es ciega. Su mirada crítica no sólo abarca el bando de los que atacan la librería, sus defensores también muestran sus debilidades humanas, y queda bastante patente al final.
Respecto a la trama, si bien es cierto que queda un tanto ensombrecida por la reflexión antedicha, no es menos cierto que pese a todo funciona, y que uno desea avanzar en la lectura para ver qué pasa y que, por decirlo de forma gráfica, no puede evitar intrigarse sobre si el asesino será el mayordomo. Si se desea se puede leer como novela policíaca, como entretenimiento, y entretenerse, incluso divertirse en muchos pasajes. Quiero decir que por muy interesante que sea el debate que se plantea sobre el modelo cultural, es un gran acierto de Laurence Cossé no haber planteado La buena novela como un reto para sesudos intelectuales, sino como un placer asequible para todos los públicos.
Es muy probable que en La buena novela (la librería) no se vendiese La buena novela (el libro de Cossé), pero también es muy posible que la autora fuese consciente de ello, que no fuese ese su objetivo, de forma que no es ningún drama. Lo que está claro, al menos para mí, es que aunque los clientes de esa hipotética librería en la que sólo se vendieran obras maestras, disfrutarían con su lectura. Aunque hubiesen de comprarla en otra parte.
Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es
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