Reseña del libro “La buena voluntad”, de Ingmar Bergman
Cuando un día leí sobre el punto del que partió Bergman para desarrollar esta fantástica novela, enseguida me pregunté con curiosidad (y cierto desasosiego) cuántas fotografías conformarían en total una vida como la mía. Cuáles serían las imágenes más importantes y cuáles las prescindibles y, sobre todo, si estarían todas juntas en el mismo cajón si, al igual que hizo Bergman, un día, cuando yo también fuera poco más que una foto en la pared, uno de mis hijos o de mis nietos quisiera ordenar el álbum de familia para conocer, de esa forma tan peculiar, su pasado y así entender un poco mejor su presente.
No obstante, cuando uno termina de leer La buena voluntad, se da cuenta enseguida que no puede ser así de simple. Que la vida no es una sucesión de instantáneas más o menos agradables y más o menos decisivas que se colocan un día cronológicamente sobre la mesa camilla, sino que, por utilizar un término cinematográfico, siempre hay muchos planos superpuestos. Siempre existen rostros, como dice Bergman. Gestos, frases, coincidencias incomprensibles que cambiaron sin remedio el rumbo de una historia. Cuartos oscuros, donde todavía tenemos colgadas muchas fotos sin revelar. Y qué decirle de esa vieja chimenea de piedra en la que un día se consumió un viejo secreto inconfesable.
De ahí la importancia de la literatura. Del cine, en este caso, y del arte en general. De ahí la importancia que tiene el verbo imaginar para enfocar desde otra perspectiva, siempre personal y única, una realidad llena de interrogantes, de misterios y espantos, y que parece que se nos escapa sin darnos ninguna respuesta coherente.
La buena voluntad forma parte de la denominada “trilogía familiar” de Ingmar Bergman, una novela tremendamente íntima, publicada por primera vez en España por Fulgencio Pimentel y que nos introduce de lleno en la visión que el inmortal cineasta sueco tuvo sobre el origen, algo difuso, de la compleja relación sentimental que mantuvieron sus padres, y una primera composición (hecha de una perfecta mezcla entre realidad y ficción) de la historia de su familia. En ella, el Bergman escritor está lógica e irremediablemente inspirado por el otro Bergman, el genial director de cine, el que todos conocemos. Eso se nota, por ejemplo, en el formato que le da al texto, pues estamos ante una estructura dramática que pide a gritos ser representada en las tablas o en la gran pantalla (de hecho, esta novela fue llevada posteriormente al cine por Billie August y también se convirtió en una exitosa serie de televisión), una novela eminentemente dialogada en la que un narrador omnisciente nos va introduciendo en cada una de las situaciones, en cada una de las estancias en las que se desarrollan los acontecimientos de la futura familia Bergman.
Henrik Bergman, huérfano de padre, pobre y a punto de comenzar sus estudios para convertirse en sacerdote, y Anna Åkerblom, una guapa y vivaracha joven de la clase alta sueca, se conocen a través del hermano de ella y comienzan enseguida una tortuosa relación, llena de encuentros y desencuentros y en la que prima, por encima de todo, el amor que se profesan y esa buena voluntad de ambos (un concepto capital en la novela, que esconde oscuros sentimientos y es introducido con sutil maestría a lo largo de la misma) por hacer al otro feliz y así mantener su juramento. Esto, como es lógico, no será nada fácil y el amor, por unas circunstancias u otras, estará siempre en peligro. Las abismales diferencias sociales que existen entre los mundos que representa cada uno de los jóvenes allá por los primeros años del siglo XX, chocarán constantemente en la novela, al igual que suelen hacerlo en muchas películas del genial director.
En La buena voluntad, además, aparecen todos los temas preferidos de Bergman y que hemos reconociendo en sus largometrajes (como en Fanny y Alexander, quizás el mejor de todos y con el que, parecer ser, esta novela tiene conexiones directas aunque a mí no me lo parezca del todo) pues la historia que se nos narra es una reflexión de corte autobiográfico sobre la propia infancia, el pecado, los secretos familiares, las relaciones de pareja, las normas y la moral de la vida social de la época, el deseo, el yugo de la religión o el paso a la vida adulta, entre otros.
Todos ellos hacen de la lectura de este libro una experiencia única e inolvidable con la que acercarse, desde una perspectiva distinta y más enriquecedora todavía, al interminable universo creativo de un personaje capital en la historia de la cultura contemporánea.
¡Espero que la disfrute!