Reseña del libro “La cabellera femenina”, de Erika Bornay
Mientras me dispongo a escribir algunas líneas sobre el libro que hoy me ocupa, observo su portada detenidamente. La obra representada, Sol ardiente de junio, pertenece a Frederic Leighton (1895). En ella, se muestra a una joven de sinuoso vestido anaranjado durmiendo en su cama. Con la cabeza apoyada sobre el brazo, la larga cabellera pelirroja reposa y se extiende hacia atrás permitiendo revelar su rostro descubierto. De la mujer retratada destacan, como elementos de atracción de alta sensualidad, la transparencia del vestido que adivina un pecho, el cuello despejado y, precisamente, su frondosa y larga melena. Quizás por el modo en que su pelo aparece extendido, o la textura y volumen conseguidos por el pintor, inconscientemente transmite una sensación de armonía y deseo de ser acariciado. Esa atracción enigmática por el cabello femenino y la representación que de ello se ha hecho a lo largo de la historia del arte es lo que le valió a Erika Bornay para investigar y escribir este libro, La cabellera femenina.
A Erika Bornay la consideré una de mis más admiradas maestras de arte desde que leí el bellísimo libro Las hijas de Lilith. Si en aquel hacía un fascinante repaso histórico por la iconografía de la figura femenina como un símbolo de mujer fatal en el arte, en este otro su investigación se centra en la representación de la cabellera como elemento principal de inspiración en la pintura y la literatura. Entran así en diálogo estas dos modalidades de arte para versar sobre el simbolismo del pelo de la mujer y los atributos que se le atribuyen. En ocasiones son mostrados por pintores y poetas como elementos alegóricos de fertilidad, enfatizando su frondosidad y abundancia; en otros, en cambio, serán vistos con desdén, a veces miedo, dándoles un acento de maldad y perfidia como ocurre con la representación de las serpientes en las que se transforma la cabellera de Medusa. Todas comparten, en el repaso histórico que realiza Erika, la cosmovisión masculina que cosifica y convierte en agente fetichista el cabello femenino.
En la cuidada edición de Cátedra se intercalarán las representaciones plásticas de pintores de diversos movimientos artísticos como los Tiziano, Rubens o Murillo, los prerrafaelitas Burne-Jones o Rosetti, las vanguardias de Munch o Klimt y la controversia de Frida Kahlo entre muchos otros, con los textos literarios de poetas de la talla de Baudelaire, Lorca, Quevedo, Percy Shelley o Rilke, también seguidos de un largo etcétera. Todos ellos mantienen su fijación en la cabellera femenina como eje central de su inspiración. Algo enigmático provoca este elemento de la femineidad que a lo largo de la historia ha sido motivo para la representación plástica por su carácter, en ocasiones, de inquisidora persecución y repulsa religiosa (hoy todavía mostrada en ciertas culturas musulmanas en las que el cabello de la mujer, como símbolo maligno, debe ser cubierto), en otras, por la seducción que en ello ven muchos artistas, embrujados ante su belleza. Todo este repaso histórico artístico nos llega de la mano de una inmejorable guía que es Erika Bornay. La sencillez y atractivo de sus exposiciones hace de la lectura de este libro todo un placer para acercarte a la historia del arte con ojos fascinados ante lo que desarrolla. Una narrativa ágil, educativa y con abundantes referencias artísticas de las que absorbes cada palabra, y que dan muestra del grandísimo trabajo y cuidado que puso en llevarlo a cabo allá en la década de 1990 y que ahora reedita Cátedra con una edición elaboradísima y dotada de imágenes de gran calidad para enfatizar con detalle los textos de Erika. Un libro que, con el paso de los años, sigue teniendo una profunda relevancia artística e histórica.