Reseña del libro “La caída de la Casa Usher”, de Edgar Allan Poe y Raúl García
Antes de King, de Verne, de Conan Doyle. Antes de La historia interminable, de El perro de los Baskerville, de El asesinato de Rogelio Ackroyd, de muchas de las aventuras de Los cinco, de Miguel Strogoff, de La piedra blanca… Antes de todo eso, lo primero que leí por iniciativa propia, ya lo he dicho alguna vez, fue a Poe, y nunca a Lovecraft. Todas las historias que pude. Todo, salvo la poesía y el ensayo Eureka. Tendría que releer todo alguna vez, pero no soy yo de releer con todo lo que me queda aún por leer, aunque bueno, ¿quién sabe?
“No fui en mi infancia como los otros ni vi jamás cómo otros vieron” y algo en sus historias, en sus tragedias, amores y terrores calaron en mí y de alguna extraña manera se abrieron paso en mi interior. Baste decir que los primeros cuentos que escribí acabaron siendo versiones o plagios adolescentes involuntarios de El barril de amontillado y El gato negro…
Cayeron también un montón de películas los domingos por la tarde en la segunda de las dos cadenas que por entonces teníamos y en las que siempre aparecía Vincent Price y casi siempre dirigía Roger Corman, y alguna obra de teatro, como la titulada Poe, de Dagoll Dagom, en la que precisamente la de la casa Usher era una de las historias que servían de hilo conductor (o eso creo recordar).
Y los cómics. Desde hace algún tiempo Poe está volviendo a la vida, (realmente nunca llegó a morir, es un poco como el señor Valdemar), gracias a cómics o a libros ilustrados en los que sus cuentos extraordinarios o crueles vuelven a llenar de vida, y muerte, las estanterías de librerías y grandes almacenes.
La caída de la Casa Usher (el hundimiento en el original y en la peli de Corman) es una de las grandes historias del de Boston. Una historia en la que desde el principio, hablo ya del cómic, la atmósfera que rodea dicha casa, nos inquieta, nos hace mirar a todas partes, incluso detrás de nosotros. Nos sentimos más que observados, amenazados a pesar de haber sido invitados a entrar por el propietario, Roderick Usher, un antiguo amigo de la adolescencia, y la tristeza, la melancolía y la soledad se nos van a pegar como una lapa en cuanto nos reencontremos con él. Esta visión choca con los viejos y agradables recuerdos que tenemos, en los que el paraje que evocamos se nos aparecía como mágico y alegre.
Roderick pidió a su amigo, Frederick (que somos nosotros mismos que leemos en primera persona los hechos), que acudiera a verle pues tal vez su presencia aliviara una enfermedad física, una profunda tristeza y un desorden mental que le oprimían. Observamos que Roderick es hipersensible a luz, ruido, olor, sabor,… cualquiera pensaría que estamos ante un vampiro, pero no, esta vez no va de eso la trama.
Desde el principio vemos también grietas que recorren fachada y alguna pared interior. La casa no está en muy buen estado, la verdad.
Pero Roderick en el fondo está tan apesadumbrado porque su hermana padece una larga enfermedad y teme por su vida, pues con su muerte, él se quedará solo y será el último de los Usher.
No quiero contar más porque sería destripar a quien no conozca esta soberbia narración, pero baste indicar lo obvio del título. La caída de la casa Usher se refiere tanto al literal hundimiento de la mansión como a la desaparición de la casa, entendida como saga familiar al igual que se entiende la casa de los Lannister, de los Targaryen,…
La casa carece de vida, de alegría. Está moribunda y parece ser el ataúd que vaya a contener a los dos hermanos, que asemejan tener las pilas igual de cargadas que la casa. El miedo a una muerte antes de tiempo, al mundo exterior, a lo no descendencia y la muy posible existencia del incesto son algunos de los pilares sobre los que se asienta esta cumbre del terror.
En cuanto al dibujo, no puedo estar más contento y el color es todo un acierto en torno a tonos oscuros en los que predominan azules, morados y verdosos.
No es fácil volcar a un medio visual como el cómic toda la descripción que Poe cuenta, pero el arte de Raúl García ha conseguido crear un ambiente tan tétrico como merece La caída de la Casa Usher.
Un cómic para incondicionales de Poe y del terror, sin duda, y es que Poe es Poe, o lo que es lo mismo: una buena materia prima muy versátil para cualquier medio imaginable.