¿Te atreves a abrir La cámara sangrienta? Es posible que reconozcas a Barbazul, a la bella y la bestia, a Caperucita roja, al gato con botas o a Blancanieves entre sus páginas, pero estos cuentos de hadas no serán cómo te los han contado. Olvida las versiones edulcoradas y vuelve a los orígenes, cuando estos relatos eran entretenimientos para el público adulto; pero estate atento porque esta vez las reglas han cambiado y nunca sabrás quién es la víctima y quién el verdugo.
Publicada por primera vez en 1979 y reeditada en 2014, Sexto Piso vuelve a ofrecernos en 2017 esta joya de Angela Carter, una de las figuras más importantes de la literatura británica del último tercio del siglo XX. En La cámara sangrienta, la autora reúne diez relatos en los que homenajea los cuentos tradicionales con una prosa barroca llena de ironía, recreándose en un entorno tenebroso y decadente que los dota de un tono mucho más sensual y macabro. Las dulces damiselas se adentran en bosques y castillos sombríos, pero, en esta ocasión, su deseo carnal, siempre latente en este tipo de historias, se sacia sin remordimientos. Porque, en las versiones de Angela Carter, las protagonistas ya no se someten a la violencia sexual, sino que son ellas las que acuden por voluntad propia a los brazos del rey de los trasgos, del lobo o de la bestia. Los personajes y tramas de los cuentos de hadas son los elementos elegidos para subvertir las relaciones de poder establecidas, y muchas veces romantizadas, entre hombre y mujer, y a través de ellos se ahonda en los aspectos inmorales y perversos del matrimonio y del sexo para reescribir los finales de las historias.
Las bellas ilustraciones de Alejandra Acosta, en blanco y negro con toques de rojo, reflejan esa ambientación gótica que Angela Carter describe en sus relatos: blanco como el de la nieve siempre presente, que transmite el intenso frío del exterior; negro como el de los oscuros recovecos de la psique de los personajes, que dan rienda suelta a sus instintos; rojo como el de la sangre de la virginidad perdida o de la muerte provocada, que sigue caliente sobre el lecho. Los dibujos de mujeres desnudas junto a animales o seres fantásticos transmiten la voluptuosidad imperante en la obra, y nos perdemos aún más en ese laberinto de placeres y sufrimientos construido por Carter. Estos cuentos crueles serán del gusto de los amantes de la literatura gótica, del mismo modo que los que conocen los textos originales de Charles Perrault o Jeanne Marie Leprince de Beaumont disfrutarán con la vuelta de tuerca que Carter da a sus relatos. Incluso para los que solo conozcan las adaptaciones infantiles, La cámara sangrienta es una opción excelente para revisitarlos con el cambio de perspectiva del que dotan los años.
Descubrir La cámara sangrienta es volver a los orígenes para despojarlos de la careta y disfrutar de las múltiples posibilidades que ofrece la igualdad de fuerzas de los personajes. Y, sobre todo, dejarse envolver por la exquisita prosa de Angela Carter, que reescribe los cuentos de hadas para demostrarnos que, en ellos, el amor es solo el precio de la carne.