Escribir una sinopsis no es fácil y hacer frases promocionales tampoco. De estos dos elementos dependen, en gran parte, las expectativas de los lectores, por eso hay que andarse con mucho ojo. No es solo cuestión de que resulten atractivas, sino de que sean honestas. Y con las de La cárcel, de Alicia G. García, siento que me han tomado el pelo. Así que voy a desgranar su sinopsis para justificar por qué.
«Valeria, una de las concursantes del reality show La cárcel, aparece muerta en su celda». Hasta aquí, todo bien, es el arranque de la novela. «En medio del estupor y el caos inicial, Vera, la directora de producción, toma las riendas y piensa que, cueste lo que cueste, hay que mantener la noticia en secreto hasta que acabe el programa, un mes». En este punto, ya empiezan los problemas. Vera parece protagonista, pero su intervención es prácticamente irrelevante. Se nos cuentan detalles de su vida personal de los que nada se vuelve a saber. Pero lo peor es ese «cueste lo que cueste», que genera expectativas: ¿qué serán capaces de hacer para ocultar un hecho así? Pueeeees… decir a los telespectadores que la han tenido que hospitalizar a Valeria porque ha enfermado. Y ya. No se vuelve a tocar el tema, cero tensiones al respecto.
Sigamos con la sinopsis: «Antonio, el director del programa, y Claudia, la redactora que ha descubierto el cadáver, creen que va a ser imposible mantener el secreto; solo Alina, la ayudante de dirección, confía en el poder de Vera y en su capacidad de manipular al público para llevarlo por donde los guionistas quieren». De Antonio se habla mucho, pero ni pincha ni corta en el avance de la trama, menos aún Claudia. Y a Alina, que es la única que realmente hace algo, solo se la menciona para resaltar de nuevo a Vera. ¿Lo de su poder de manipular al público? Poca cosa, un par de decisiones que nos cuenta el narrador. Los personajes a veces conversan, pero apenas los vemos en acción. Y yo de un thriller espero mucha acción.
«Unos cuantos cambios de guion dan los resultados esperados y los únicos que, con mucha discreción, se pasean por el escenario del crimen son los subinspectores de la policía Rodrigo Arrieta y Alejandro Suárez, quienes poco a poco irán avanzando en la investigación…». Alejandro es otro personaje del que se nos cuentan sus problemas personales, pero que, si desapareciera del caso, nadie lo echaría de menos. Y los supuestos avances de la investigación son palos de ciego. ¿Cómo es posible que no se interrogue a ninguno de los concursantes? «… hasta que, de repente, aparece un segundo concursante muerto. No puede ser una casualidad, porque el informe médico dice que los dos murieron de la misma causa». Y esta es la parte de la sinopsis que más me indigna. Cualquiera que la lea pensará que a partir de esa segunda muerte el caso se complica, pero no. ¡Sucede en las últimas cincuenta páginas! ¡Y la novela son solo doscientas sesenta y ocho! Me he pasado toda la novela esperando que se muriera ese segundo concursante.
Pero aún me queda otra falsa promesa, esta en la portada del libro. El subtítulo reza: «Catorce concursantes. Dos asesinatos. Un reality tan frío como desalmado». De los catorce concursantes, apenas sabemos algo de tres. Y del reality show no presenciamos ni una gala ni una sola interacción de los concursantes. Lo poco que se explica es que cada concursante permanece aislado en su celda, excepto cuatro horas al día: durante las comidas y el paseo en por patio. Pero de vez en cuando celebran fiestas llenas de alcohol. ¿Con qué justificación? Ni idea. ¿Soy yo la única que no entiende la dinámica? ¿Por qué una cárcel y no la casa típica de los realitys? Todo lo demás que se cuenta sobre el amaño de votaciones y personas en busca de su minuto de fama, incluso a costa de sus seres queridos, es lo que todos sabemos de este tipo de espectáculos. ¿Por qué, entonces, lo definen como «frío» y «desalmado»?
En definitiva, me han sobrado la mayoría de los personajes, me ha faltado profundidad en la dinámica del concurso y, más que dosificar la información para mantenernos en vilo, he sentido que Alicia G. García trampeaba con los datos en busca de una sorpresa que no llega porque, a pesar de todo, se ve venir quién ha cometido los asesinatos.
A quienes lleguen hasta La cárcel sin saber nada y sin pretensiones, puede que les resulte una lectura entretenida, pues es fácil de leer. Pero aquellos que se acerquen a este thriller atraídos por su título, subtítulo y sinopsis, es probable que se decepcionen, ya que nos venden una historia que realmente no se encuentra entre sus páginas.
Bien dicho. La vida es corta, la literatura es larga. Desperdiciar el tiempo de un libro es un crimen. Gracias.