En alguna otra ocasión he escrito acerca del placer que me otorga la lectura de una novela en la que el arte es la parte fundamental del contexto. Son muchos los ejemplos de historias que se narran sobre la premisa de una obra de arte o introduciendo el conflicto en su momento histórico. La yuxtaposición de arte y literatura rara vez resulta aburrida. Dependiendo, claro está, del verbo de su autor, que es quien se la juega para hacer que ambas disciplinas formen el tándem perfecto o, en su defecto, fracasen. La casa entre el sorgo es la primera novela de Joan Roure, también reseñista literario, lo que hace de él alguien capaz de conocer la sensación que deja en el lector profesional cuando las editoriales te presentan las sinopsis de varios libros pendientes de leer y, entre ellos, destaca uno. Es el caso que me sucedió con su novela.
El gancho, a grandes rasgos, fue el siguiente: Naím, un joven escritor amante de visitar galerías de arte, conoce a una guapa comisaria de una exposición impresionista. Siente una fuerte conexión con ella; también por un misterioso cuadro expuesto. Cuando quiere volver a encontrarse con Anne ya es tarde; regresó a París. El deseo por un cambio en su vida, el amor que siente por Anne y el conocimiento de un peligro que la acecha le instigan a viajar a París para encontrarla. Lo que no espera es que el trayecto le iba a llevar al París bohemio de la Belle Époque. Allí descubrirá que Anne ha sido secuestrada y el cuadro robado. Si no los encuentra antes del tiempo fijado por su captor, ambos correrán un gran peligro.
Arte y literatura de folletín novelesco unidos para crear una novela donde se vierten fantasía, amor y toques detectivescos. Puede que no sea redonda en su desarrollo, pero sí lo resulta en la intención de su autor. Digo esto porque sí he notado en ciertos momentos de la novela que se echa en falta más desarrollo en las relaciones de personajes, también podría decir que el ritmo de la trama se acelera por momentos. No se trata de llenar de paja y unir palabras para ocupar más páginas, pero sí para apreciar más aquello por lo que más llama la atención la novela, es decir, más arte, más París, más años diez. A lo mejor tuve muy presente la fabulosa película de Woody Allen, Midnight in Paris, de ahí la comparativa. Nada. Ni caso. En verdad, el personaje principal me cayó mal desde el principio por ser un constante recordatorio de lo que fue mi ex. Imposible no buscarle peros a su autor por haberme llegado a la herida que aún palpita creando una situación tan próxima. Buen trabajo y enhorabuena por tu primera novela.
Si te haces con un ejemplar de La casa entre el sorgo, anota la recomendación de leerlo escuchando la banda sonora del citado filme de Woody Allen para acompañarte en el viaje al mágico París de los impresionistas.
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