La chica del tren, de Paula Hawkins
Hasta hace algún tiempo, hasta después del verano no se sabía cuál había sido el libro del ídem. Lógico, ¿no?: los lectores leían y, con sus preferencias, decidían qué libro había merecido la posición más alta del podio. Bien, ahora no es así: ya nos viene dicho cuál va a ser el libro del verano (lo cual también pasa, ahora que lo pienso, con las canciones pop), cosa que nos ahorra el trabajo de elegir: sólo tenemos que leerlo. Casi nunca falta la consabida recomendación de Stephen King. Por qué Stephen King de entre todos los autores de éxito es un misterio decididamente mayor que los que nos proponen cualquiera de las novelas por él recomendadas. Bueno, pues eso es lo que ha sucedido este año con La chica del tren, best seller -ya lo hemos dicho- en el mundo angloparlante y, parece ser, muy pronto también en el hispanohablante.
Se ha comparado esta novela con varias otras del mismo género, es decir, el thriller y el misterio; con novelas de éxito tanto próximas como lejanas en el tiempo, y a su protagonista, con las de aquéllas. Pero, ni Extraños en un tren, ni ninguna esposa perdida; si algún parentesco se le puede encontrar a La chica del tren y a quien la titula, es decir, a Rachel, es a aquella señora McGillicuddy y a la infravalorada novela El tren de las 4:50, de Agatha Christie (por cierto, tengo la teoría de que todas las posibles historias de misterio están contenidas en la obra de Christie, con lo cual lo que queda a los autores sucesivos es rendirle homenaje a la gran dama, lo que hacen con variados resultados).
Y es que estamos ante lo que, en esencia, era El tren de las 4:50: una historia sobre una normal, corriente y vulgar cotilla -llamada Sra. McGillicuddy allí y Rachel aquí- que echa a rodar una bolita de nieve que acaba siendo el germen de un alud. La única diferencia sustancial es que, en la novela de Christie, la tal señora creía haber visto menos de lo que realmente vio, y en la de Hawkins, Rachel ve menos de lo que cree. La diferencia no es baladí, pero no sustrae nada de la esencia de la historia, que es la que hemos dicho. Si a Christie le hubieran dejado explayarse más, quizá estaríamos hablando ahora de mayores similitudes entre ambos personajes femeninos. La Rachel de Paula Hawkins es toda una pieza, se lo digo desde ya. Aparte de cotilla y entrometida, es misántropa, borracha, descarada y un poco tonta. Lo curioso es que, a pesar de todo, al final acaba resultando simpática -al menos, para esta lectora. Igual, igual que pasaba con la pobre McG, a pesar de que su personalidad tan sólo se nos dejaba entrever.
La chica del tren, por lo demás, no es un título preciso, porque hay más co-protagonistas en esta historia. La de Rachel es la voz principal, y su personaje es el más desarrollado. Rachel es una pura carencia, un personaje que se define por lo que no es y lo que no tiene casi tanto como por lo que desea tener. Alrededor de ese no-personaje hay otros dos, también femeninos, que el lector ya irá conociendo. En esta novela eminentemente femenina -como lo era, ejem, El tren de las 4:50-, las mujeres desempeñan buena parte de los roles más importantes de toda novela de suspense que se precie y, al hacerlo, proporcionan material de reflexión sobre los roles arquetípicos atribuidos a la mujer: esposa, madre, compañera, ama de casa, mejor amiga, amante, por mencionar algunos; y también sobre la perpetuación de esos roles en pleno siglo XXI y, cabe aventurar, mucho más allá. Hay también una especie de lamento soterrado por haber sido relegada la mujer a roles pasivos, supeditados al del hombre. Son hombres todos los personajes a los que las féminas de esta novela acuden en busca de ayuda; son hombres los personajes que ejercen su derecho a elegir, los que reivindican su propio rol, los que hacen algo al respecto de su propio descontento con lo que la vida les ha repartido. Los personajes masculinos, pese a carecer de voz narradora propia, son mucho más empoderados (odio esta palabra, pero, mal que me pese, viene que ni pintada) que los femeninos.
La historia de La chica del tren es la vieja historia de la ancestral guerra de sexos, esta vez teñida del color de la violencia, la tragedia y la brutalidad y vista desde el prisma del suspense de corte ligeramente paranoico y sumamente pesimista. Son frecuentes los pasajes en los que llueve, en los que los personajes se hacen daño o sufren de heridas, en los que se habla de la suciedad y del desorden, del asco y de accidentes somáticos con fluidos repugnantes -cortes, vómitos-, del vacío espacial que es un trasunto del vacío existencial de unos personajes que están unidos por su insatisfacción vital.
Por supuesto, lo que vende de La chica del tren es su componente de thriller. Sin embargo, en mi opinión, no es la mejor aportación de esta novela, porque, siendo muy entretenido -que lo es-, no está a la altura de la campaña publicitaria que se le ha hecho -y es imposible que ningún libro lo esté. Al parecer y según propia confesión, Paula Hawkins escribió este libro bajo la presión del ultimátum: triunfar -tras una serie de novelas románticas, igual que dama Agatha Christie- o dejarlo. Ha triunfado. Y quizás sin ella darse cuenta, en esa escritura apremiada por el estrés del éxito elusivo ha dejado algo más estimulante que los elementos de un thriller veraniego.
Gracias por mencionar a Agatha Christie, sobre todo por ese maravilloso libro del que estoy enamorada. Sin duda, es uno de mis preferidos de la gran dama, como bien has dicho. Me atrapó como ningún otro.
Hoy comienzo a leer La chica del tren. Tantas buenas críticas…tenía que leerlo.
¡Gracias por la reseña!
No hay de qué. Es una de mis autoras favoritas, y pienso que no ha sido superada, ni tan siquiera igualada en lo suyo. Gracias a ti por tu comentario 🙂 Espero que vuelvas para contarnos qué te ha parecido “La chica del tren”.
A mí este libro me parece supersobrevalorado. Es verdad que comparto tu idea que el personaje de Rachel es el más interesante y por eso al principio sí que lo disfruté más, a medida que el thriller se come el personaje mi interés fue disminuyendo a pasos agigantados. De hecho la mayoría de la gente opina que es un libro que va de menos a más y yo pienso que es justo lo contrario, que va de más a menos. A mucho menos. Como thriller no aporta nada y tiene muchísimas carencias.
Un abrazo
¡Hola, Ana!
Coincido contigo en que la parte de thriller es más floja que la parte dramática y de exploración del personaje. De hecho, yo disfruté más esta novela leyéndola como si no fuera un thriller. Creo que tiene cosas tremendas y muy provocadoras, como cuando Rachel dice algo así como que una mujer sólo es valorada por su aspecto y por ser madre, y ella, al no considerarse guapa y no poder tener hijos, se consideraba “un ser inútil”. La vertiente de thriller, aunque no mala, no es de lo mejor que se puede encontrar, aunque tengo que decir que esta novela no me hizo sentir estafada, como sí me ha sucedido con otra(s) de años anteriores.
¡Gracias por tu comentario! 🙂
Lo siento no me ha gustado. No supervalorada, lo siguiente. Muy poca intriga, unos comportamientos muy poco entendibles y mucho alcohol.
Lo del alcohol es totalmente cierto. A mí tampoco me suelen gustar esas escenas, y en este libro también fue así. Gracias por tu comentario.
He leído hace poco este libro y me ha dejado la sensación que describes en tu reseña. De hecho, hasta ahora no he encontrado una reseña que se ajuste más a lo que más me gusto y me disgustó del libro. Como thriller pierde, sí. Y como se vende como tal, puede decepcionar un poco. Sin embargo, el aspecto dramático es el más interesante. Los personajes insatisfechos, esas mujeres de clase media atadas al ideal de amor romántico y a un montón de cánones de belleza y maternidad que las vuelve infelices, ciegas… todo esto está mejor desarrollado. Y todo eso suele pasar desapercibido en las reseñas. Y justo eso fue lo que más me impactó. Me da la impresión de que hay un nivel de crítica velada sobre esa forma de llevar la vida. Esa forma de estar ciega. De aferrarse al ideal de “amor romántico” (insisto en ello porque se ve tal cual en las ensoñaciones de Rachel por ejemplo) para no ver, para no asumir. Personajes que parecieran unidimensionales que a fuerza de ser desagradable, mezquinos, solitarios, imperfectos, amargos, celosos, se vuelven más tridimensionales. Y por supuesto, la violencia. Mucha violencia. Mucha repulsión y asco. Y sí, mucha violencia de género.
Gracias por tu reseña. Te seguiré más a menudo
¡Gracias a ti por tus amables palabras, Cristina! Comentarios como el tuyo motivan muchísimo para continuar haciendo esta labor. Comparto totalmente tus reflexiones y espero volver a leerte por aquí 🙂 Un beso.