La pérdida de una persona querida es difícil de digerir. Cuando esa muerte es violenta, a deshora, es todavía más complicado. Si a esto le añadimos que después de catorce años, todavía no se sabe quién es el culpable, la cosa se queda enquistada. Se crea dentro de ti un revoltijo de odio, resentimiento, pena, desconfianza e incomprensión, que no te deja vivir. Duele tanto que a veces no puedes respirar. Todo te recuerda a ese día. Todo te recuerda a cuando estaba viva. Te preguntas qué haría ella si estuviera aquí. Es como si te hubieran amputado un miembro pero sigue doliendo, fantasma. Te prometes a ti, y le prometes, que no descansarás hasta que lo arregles. No habrá paz hasta que descubras quién fue el que te arrebató parte de tu vida y toda la de ella. Aunque la muerte forme parte de la vida y sea natural, un asesinato no lo es.
Noelia Lorenzo Pino lo ha relatado muy bien en La chica olvidada. La gente que rodeaba la vida de Maika, la primera asesinada en el año 1999, ha seguido viviendo, pero pagando peaje. Algunos más que otros, pero todos llevan ese lastre encima. El asesinato de otra chica, Lorea, en circunstancias muy parecidas catorce años después, ha hecho remover recuerdos y sentimientos. La investigación del nuevo caso hace retomar el antiguo, con la esperanza de que la solución de uno, traerá consigo la solución del otro. Maika no está olvidada, para nada, está presente en la vida de sus amigos, especialmente en la de Lía Yoldi, que ahora es ertzaina y en la de su familia, por supuesto.
El libro es una novela negra ambientada en la costa donostiarra. La trama, la investigación, el ir descubriendo pistas y todo lo que acompaña a este tipo de relatos, está muy logrado, es coherente y realista. Resulta difícil dejar de leer, porque necesitas avanzar, a ver si lo que acaban de averiguar les aclara o les lleva a algún lado. Tienes varios sospechosos en mente durante toda la novela. Durante la investigación aparecen asuntos turbios y secretos. Un cóctel con los ingredientes bien medidos y agitados convenientemente. El final es trepidante. Vais a necesitar un rato largo para las últimas 150 páginas porque es imposible dejarlo. Otra noche que me quedé sin dormir mis siete horas. Estos escritores van a acabar con mi salud.
Noelia Lorenzo Pino vuelve a poner al frente de la investigación al mismo equipo de la Ertzaintza de su anterior novela La sirena roja: la agente Eider Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua y por lo que he leído en una entrevista, va a seguir con ellos en su siguiente novela. Me gusta esto, los personajes se vuelven familiares y ayuda a que te metas en la siguiente historia más rápido porque ya conoces su forma de ser, de reaccionar, de qué pie cojea cada uno. Los investigadores son personas normales y tienen vida propia, como todo hijo de vecino y eso les hace más creíbles. Esto es un aspecto de la novela que me ha parecido muy logrado; hay una buena reflexión sobre la vida, los sentimientos y las relaciones.
La obra me ha recordado a las de la sueca Camilla Läckberg y sus novelas policiacas con la pareja formada por Erica y Patrik. Hay un aire parecido. Estoy segura de que los que disfrutaron con el detective Dave Gurney en las novelas del norteamericano John Verdon, también apreciarán La chica olvidada.
Noelia Lorenzo Pino es la primera mujer que escribe para la colección Cosecha Roja de Erein. Me alegra mucho tener a una escritora contando este tipo de historias, creo que la visión de una mujer es diferente, no voy a entrar en si es mejor o peor; simplemente diferente, con matices que vemos o valoramos nosotras.
¿La novela negra está de moda? Hay una amplia oferta de esta materia en todas las editoriales. Yo creo que siempre nos han gustado los misterios, pero ahora mismo están por todas partes. Es como las series de la televisión de asesinatos e investigaciones; norteamericanas, desde Las Vegas a Nueva York pasando por Miami o españolas, inglesas, suecas. Algunas más ligeras y otras más retorcidas y sangrientas, pero se llevan las investigaciones. Hasta están reponiendo Se ha escrito un crimen. Tengo dudas de si es porque nos gusta resolver enigmas, porque nos va lo morboso o porque nos consuela que en algún sitio se resuelvan las cosas, aunque sea en la ficción. Coger a los malos alivia y en la vida real, muchas veces, quedan impunes.