Hay ciudades cuya geografía marca fuertemente su historia. Y Tánger sabe muy bien lo que significa eso. Su ubicación en el mapa la hizo ser uno de los terrenos más codiciados en la primera mitad del Siglo XX, considerándola una ciudad estratégica, por su cercanía a la Península Ibérica (y por extensión al resto de Europa), su privilegiado control de la actividad marítima del Estrecho de Gibraltar y su puerta de acceso a todo el continente africano. Por eso en la década de 1930, las grandes potencias europeas establecieron Tánger como Zona Internacional, dándole un nuevo estatus a la ciudad.
El escritor Iñaki Martínez decide situar en esa ciudad y en ese momento cumbre del Siglo XX su nueva novela, La ciudad de la mentira, una historia de amor y espías en los primeros años de la II Guerra Mundial, cimentado en las peripecias de tres grandes protagonistas, de los que luego hablaremos, si bien la protagonista principal no deja de ser la propia ciudad, con sus calles, sus gentes, sus olores característicos y su rutina diaria.
Como decimos, La ciudad de la mentira, se basa en tres personajes principales. Por un lado tenemos a Stanley Mortimer, espía y secretario del cónsul norteamericano. Tipo correcto, reservado y educado, mantiene contacto con su red de informadores que le cuentan los avances del gran conflicto que se libra en Europa. Por otro lado, está Joan Allison. La joven periodista norteamericana llega a Tánger con ganas de dejar su pasado en Boston y con las pretensiones de escribir quizá una novela sobre una ciudad tan dinámica. Y por último, Martín Ugarte, sacerdote vasco criado en Tánger, que será el encargado de enseñar la ciudad a Joan y que descubrirá un mundo desconocido que le obligará a replantearse su futuro.
La principal característica de La ciudad de la mentira es que es una historia de dos velocidades, como hace unos días tuve la ocasión de decirle a Iñaki Martínez en una pequeña entrevista que le hice. Me explico; por un lado tenemos una novela de época romántica, que pivota alrededor de Joan. En esa parte, la novela tiene un discurrir lento (que no costoso), el autor se centra más en las descripciones, los sentimientos, los olores y sabores que salen de cada pequeño recoveco de la ciudad. Y por otra parte, tenemos una novela de espías en mitad de la II Guerra Mundial. Aquí la historia coge velocidad, los personajes caminan por el filo de la navaja, entre reuniones secretas en clubs de alterne y el doble juego de los distintos consulados de Tánger, que representaban a pequeña escala el tablero internacional donde se dirimía el poder mundial. Iñaki lleva al lector de una historia a otra con un ritmo tranquilo, sin sobresaltos, consiguiendo una unión perfecta entre las dos mitades que dan como resultado una novela muy completa y una ambientación casi perfecta.
A los tres personajes principales les acompañan una docena de secundarios que completan un gran plantel. Es cierto, como reconoce el propio autor, que todos o su inmensa mayoría son extranjeros, si bien este hecho se debe al gran número de foráneos que acudían a aquella ciudad en los años treinta y cuarenta, remarcando ese estatus internacional que tenía la ciudad como algo real, y no como una mera etiqueta político-histórica.
Creo que las buenas lecturas consiguen en el lector evocar buenos recuerdos o incitarles a alcanzar nuevas metas, y a mí La ciudad de la mentira me ha infundido unas ganas locas de conocer Tánger. Es cierto que la Tánger de hoy poco se parece a aquella ciudad cosmopolita de mitad de Siglo, pero siempre quedarán retazos de esa bella ciudad tan bien descrita por Iñaki Martínez.