Lo mío con La La Land no fue amor a primera vista. Ya había oído críticas positivas y fui a verla con muchas ganas. Y sí, me gustó la banda sonora, su homenaje al cine, la lucha de los personajes por alcanzar sus sueños y su historia de amor. Cuando salimos del cine y la comentamos, hubo algunos a los que no les había gustado nada (animadversión a los musicales), otros a los que les había encantado y yo aposté a que se llevaría el Óscar a la mejor película porque estaba diseñada para ganar premios. Sin embargo, en aquel momento aún no era consciente de cuánto me había calado. Días después, me ponía a tararear la música y, sobre todo, rememoraba su maravillosa escena final. A los pocos meses volví a verla y la disfruté aún más. Y al leer La ciudad de las estrellas, de Thor Jurodovich Kostich, ha regresado a mi mente.
Como su propio autor señala en el prefacio, La ciudad de las estrellas «es una declaración de amor al cine y una atípica guía de viajes de Los Ángeles, que usa como columna vertebral el maravilloso largometraje La ciudad de las estrellas (La La Land)». Para escribirlo, se ha puesto en contacto con algunos de los creadores de la película y ha visitado los lugares donde se rodó y en los que se inspiró, los restaurantes donde comen las estrellas de Hollywood, las playas donde practican el culto al cuerpo, los museos donde se exponen sus trajes y las tumbas de aquellos que han logrado convertirse en leyendas. Y de cada uno de esos sitios nos habla en este libro, con direcciones incluidas.
No se puede hablar de Los Ángeles sin hablar de cine, por eso, la mejor manera de descubrir las diversas caras de la ciudad es haciendo un repaso a las películas de Hollywood, en especial, las de su época dorada, entre 1930 y 1950. Y eso es lo que hace Thor Jurodovich Kostich en las páginas de este libro lleno de fotografías de sus lugares más célebres y de sus estrellas más inolvidables. Al igual que en la película La La Land, las referencias a Cantando bajo la lluvia, El crepúsculo de los dioses o Casablanca son continuas, pero también se mencionan otras tantas que reflejan «las crueldades de los magnates, las debilidades de las estrellas, la inquina de los productores o la desaforada lucha por el éxito».
Por supuesto, hay espacio para esas anécdotas cinéfilas que tanto me gustan, como el origen de la Ruta 66, del paseo de las estrellas que hay a los pies del Chinese Theatre o del cartel de Hollywood, el más famoso de todos los tiempos, en la colina del monte Lee del Griffith Park.
En definitiva, La ciudad de las estrellas nos hace viajar a la ciudad de Los Ángeles, rememorar las escenas de las películas que han forjado la cultura de los últimos cien años y rendir tributo a La La Land, la carta de amor más reciente a la historia de Hollywood. Los viajeros encontrarán en sus páginas decenas de visitas ineludibles y los amantes al cine, otras tantas películas que visionar. Yo, por mi parte, estoy deseando volver a ver La La Land. Después del repaso de Thor Jurodovich Kostich, sé que aún me quedan muchos detalles por descubrir.
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