«En lo profundo de Honduras, en una región llamada la Mosquitia, yace uno de los últimos lugares sin explorar de la Tierra», así da comienzo el apasionante relato de Douglas Preston sobre uno de los descubrimientos arqueológicos más relevantes del siglo XXI. Descubrimiento que él presenció en primera persona y que ha recogido con todo detalle en el libro La Ciudad Perdida del Dios Mono.
A lo largo de los siglos, leyendas indígenas, españolas y estadounidenses han hablado de que en algún lugar de la densa jungla hondureña yacen los restos de una ciudad, a la que llaman Ciudad Blanca o Ciudad Perdida del Dios Mono. Según cuentan, perteneció a una cultura muy avanzada y próspera en todos los sentidos, pero un día los dioses se enojaron, y sus habitantes desaparecieron para siempre.
Decenas de documentos históricos hacían creer a muchos arqueólogos que las leyendas sobre la Ciudad Perdida del Dios Mono tenían una base real, pero esa jungla infestada de animales mortíferos, los impedimentos naturales y los cárteles que dominan la región, unido a que los trámites para obtener permisos de exploración son una odisea, hacían que ir en su búsqueda fuese una locura, un viaje abocado al fracaso e incluso a la muerte. Pero entonces un grupo de lo más variopinto (compuesto por científicos, fotógrafos, productores de cine, arqueólogos y el escritor Douglas Preston) se decidió a llevarla a cabo de todos modos, pues una panorámica hecha con un lidar parecía haber detectado su ubicación.
Si ya de por sí el descubrimiento de la ciudad perdida es fascinante, Douglas Preston nos lo cuenta de tal forma que lo vivimos con él: la sensación abrumadora de estar en una tierra por la que el ser humano no ha pasado desde hace más de cinco siglos, el miedo de pisar una serpiente venenosa en cada paso, los innumerables picotazos de jejenes noche tras noche… Es irremediable caer rendido a la magia de la Ciudad Perdida del Dios Mono y devorar las páginas de este libro esperando saber quiénes eran sus habitantes, cómo lograron sobrevivir en un medio tan hostil, cuál era su relación con sus poderosos vecinos los mayas, por qué desaparecieron, a qué se debe que no haya quedado ningún registro de su existencia. El autor nos hace entrever las respuestas a estas preguntas, pero dos años después de aquella primera incursión, la exploración de la Ciudad Perdida del Dios Mono aún sigue abierta y hay muchísimos misterios por revelar.
Douglas Preston también nos relata las consecuencias de aquel viaje único, que a la mitad de los exploradores les ha supuesto una enfermedad de por vida, incluido él mismo. Pero el mensaje que prima es que rescataron del olvido a una cultura magnífica, y con ese descubrimiento, evitaron el avance de la deforestación en la Mosquitia y libraron a esos yacimientos de saqueos ilegales.
Además, La Ciudad Perdida del Dios Mono es un homenaje al poder revelador de la arqueología que, en palabras de Preston, «contiene muchos relatos admonitorios para que meditemos en el siglo XXI, no solo acerca de las enfermedades, sino también sobre el éxito y fracaso humanos. Nos da lecciones de degradación medioambiental, desigualdad de ingresos, guerra, violencia, división de clases, explotación, agitación social y fanatismo religioso. Pero también nos enseña cómo han prosperado y resistido las culturas, cómo han superado los retos de su entorno y el lado oscuro de la naturaleza humana».
¿Qué decir? Pues que La Ciudad Perdida del Dios Mono ha sido mi primera lectura de 2019 y me atrevo a afirmar ya que será uno de mis libros favoritos de este año. Leer por primera vez a Douglas Preston sí que ha sido todo un descubrimiento para mí.
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