Reseña del libro “La clase”, de Sandra Bruce
Hace ya dos años que leí Jugar con fuego, de Sandra Bruce, una novela que me enganchó muchísimo gracias a la forma de narrar y a la ironía de la autora. Por eso, cuando me enteré de que La Pajarita Roja Editores reeditaba La clase, ganadora de un concurso literario de la Universidad de Lleida en 1996 y publicada por Pagès Editors en 1997, me apeteció conocer su primera novela.
Al igual que en Jugar con fuego, Susan, la protagonista de La clase, es una inglesa afincada en España, como la propia autora. Y también como la autora, es profesora de inglés. Diría que hasta aquí llegan las semejanzas, pues la historia que nos presenta Sandra Bruce en La clase es una especie de distopía en Castellón (porque no siempre los cataclismos van a pasar en Estados Unidos).
En 1995, el mundo cambia de repente (porque no siempre las catástrofes llegan con fuegos de artificio) mientras Susan imparte su clase de inglés a un grupo de niños y de niñas que no le caen demasiado bien, pero como parece que el resto de la gente ha desaparecido, no le quedará más remedio que intentar sobrevivir con ellos. Todo lo que acontece a lo largo de las siguientes décadas nos lo relata Susan desde su lecho de muerte, cuando es, a todas luces, el ser humano más viejo de la Tierra. De este modo, reflexiona sobre sus errores y aciertos y sobre la deriva que tomó esa pequeña comunidad bajo su mando, a medida que los niños crecían, se multiplicaban y morían.
De por qué el mundo tal y como lo conocían ya no existe apenas da unas pinceladas. Al igual del extraño hecho de que los personajes a veces vean escenas de esa otra realidad que dejaron atrás. El contexto distópico en La clase solo es la excusa para poner la lupa en un grupo reducido de seres humanos, en el que los amores, las envidias y el afán de poder marcan la vida de cada uno de ellos. Al llegar a las páginas finales, el lector se pregunta si acaso la humanidad es capaz de empezar de nuevo sin caer en las mismas equivocaciones de siempre y si el fin justifica los medios por el bien del grupo. Y no la respuesta no resultará sencilla, ya que los personajes están llenos de matices y no es una cuestión de buenos buenos y malos malos.
Es cierto que la cantidad de personajes y la forma de dosificar la información en los primeros capítulos hicieron que me costara ubicar quién era quién, lo que siempre entorpece sumergirse en de la trama, pero me ha sorprendido gratamente el aire fresco de esta distopía ubicada en España. Aunque han pasado varias décadas desde que La clase se publicó por primera vez, no ha envejecido nada mal. Si bien no me ha gustado tanto como Jugar con fuego (que me cautivó por completo), he podido comprobar que Sandra Bruce ya apuntaba maneras en su primera obra. Un debut original que merece el reconocimiento que tuvo en su día.