La cocina pop del comidista, de Mikel López Iturriaga
Me gusta El comidista. Hace unos meses, una amiga me descubrió a este personaje de la blogosfera al que no conocía. Supongo que porque hasta hace poco no me había dado la fiebre cocinera. Pero ahora mismo, cuando tengo en mi haber algún que otro recetario de estos rancios, de los que mi abuela guardaba en un cajón y del que nadie debía saber nada porque en él guardaba sus secretos más profundos (gastronómicamente hablando se entiende), descubro que hay un mundo mucho más allá, y que no sólo la cocina no es un mundo cerrado donde las recetas de toda la vida tienen que hacerse, por cojones, de la misma manera, sino que hay que aprender a innovar. Y es que a mí nunca me ha gustado especialmente eso de hacer siempre lo mismo: que si unos huevos con patatas, que si un filete empanado con queso fundido por dentro, que si unos macarrones con tomate y a correr, que tenemos el tiempo justo para andar con tonterías. La cocina tendría que convertirse en un mundo de exploración, de innovación y de renovarse o morir (más o menos como lo que tendría que ser este país, pero eso es otra historia que no viene al caso), y gracias a este hombre yo estoy conociendo lo que es ser cocinero, lo que es cocinar, o mejor dicho, lo que es Cocinar, así con mayúsculas.
Detrás del personaje se encuentra Mikel López Iturriaga. Y detrás de este libro se esconde un buen hacer que sorprende ya desde la primera página. Una introducción que nos pone en situación, que nos enseña qué narices es eso de “La cocina pop del comidista” y cómo es posible que se vendieran ejemplares a cascoporro de su anterior obra, sin ni siquiera ser cocinero profesional. Pues haciéndolo bien, me temo, y eso al final se premia. Pero vayamos al libro, que es lo que os importa ¿no? Lo primero, estáis a punto de entrar en un mundo que se degusta con todos los sentidos, y que aporta un toque de cine en cada uno de sus platos.
Dividido en lo que sería un menú del día de cualquier restaurante pasarán ante nuestros ojos algunos de los platos más sencillos de hacer, con otros más elaborados. Para que os hagáis una idea: platos desde nivel tarugo hasta nivel ninja beodo. Y es que no he conocido a nadie como yo en la cocina todavía, pero si hasta yo, que me jacto de ser un manazas de los de tomo y lomo, de esos que a veces tiemblan cuando el aceite salta en la sartén, yo, que un día confundí un calabacín congelado con patatas para freír, repito yo he conseguido construir (con más o menos acierto, pero el caso es saber innovar ¿o no iba así? Creo que me estoy perdiendo un poco) un plato decente con el que mis comensales han disfrutado, todos vosotros podéis poner en práctica su repertorio. Y lo que es mejor, después podéis acompañar la digestión con alguna de las películas que os ofrece el autor y que suponen un complemente ideal para que vuestro estómago se aposente y no os diga aquello de “¿pero qué me has hecho? ¿tú te crees que es normal que yo esté así de hinchado por los gases que me has provocado?”. Aquí no se trata de que os sintáis mal, sino que disfrutéis con la cocina. A ver esas manos, que yo las vea, muy bien, limpias para empezar a cocinar.
Una de aperitivo: un pintxo de txistorra al txakoli (oye, que uno también puede tirar para la tierra de vez en cuando, ¿no?); otra de primero: vichyssoise con pera y gorgonzola (aquí yo ya empiezo a salivar queridos lectores, y quien no lo haga, no es humano, es un robot como R2D2); ahí va el segundo: pechuga rellena de espinacas con albaricoques (por qué seguir con algo ligerito cuando podemos comérnoslo todo de un bocado, ¿eh? ¡Que viva el michelín!, gritad conmigo, ¡Que vivaaaa!); y ya para acabar: pastel de mandarina y almendra con salsa de chocolate (y como me digáis algo, voy a vuestras casas y no respondo).
¿Os ha gustado el menú? Pues, ¿sabéis que es lo mejor? Que todo eso os lo podréis encontrar dentro de este libro que Mikel López Iturriaga nos trae desde una cazuela pequeña, pero con un fogón enorme. Porque comer y pasarlo bien no está reñido señores, qué digo reñido, debería ir unido sí o sí. Cómo que yo me llamo Sergio y vosotros estáis salivando al pensar en la de cosas que os podréis comer (y con las que os podréis reír, que nunca debe olvidarse la sonrisa, leche).