Fuerza. La primera viñeta, una lámina con dos tonos bien diferenciados, amarillo y ocre, bien podría ser un cuadro de Rothko. Fuerza. En la segunda ya vemos un guerrero al fondo, con la silueta reconocible y comparable al de las representaciones humanas en las ánforas griegas. Fuerza. Cuerpo, piernas corriendo, una mano sujetando la lanza y la otra protegiendo el rostro con un escudo, con el mencionado fondo rothkiano. Aquiles liderando su tropa y un ejército cuadriculado, tiralineado y bien plantado frente a él. Fuerza, fuerza y más fuerza visual, y muda, desde el principio en este titánico, mastodóntico replanteo de la Iliada (que se completa y redondea también con retazos de La Odisea), que entra por los ojos y de la que, no lo sabíamos, pero queremos más y más de una historia que aunque es archiconocida y ha sido versionada, contada por arriba y por abajo, del derecho y del revés… sigue hipnotizando y volviendo a nosotros de vez en cuando (si es que alguna vez la hemos abandonado) y de la que siempre se acaba descubriendo algo nuevo (no tenía ni idea, por ejemplo, de que Aquiles, por orden de su madre, se disfrazó de mujer en el harén de un tal Nicomedes para evitar que Ulises le reclutara).
Estamos en el décimo año de la guerra de Troya, diez años, en boca de Ulises “comiendo mierda y arena en esta puta playa y vomitando sangre” y Aquiles está harto (“La verdad es que no siento ninguna simpatía por nuestro jefe y tampoco antipatía por nuestros enemigos. Ellos no han venido a mi casa para hacerme daño.”). Me ha sorprendido la imagen de un Aquiles dual, sensible, al que la guerra le repugna, un hombre que no es el típico guerrero brutote, que no ve la guerra como algo hermoso y honorable (que era la visión que recuerdo que tenía el héroe interpretado por Brad Pitt en la cinta Troya), que no busca la gloria ni la inmortalidad ni que su nombre sea recordado, sino que prefiere la Vida, con mayúsculas.
Pero el mierda de Agamenon (joder, Agamenon, que pareces tonto, que Aquiles es el que te está sacando las castañas del fuego) le toca los cojones (y a Aquiles solo le toca los cojones Patroclo y quien él decida) “quitándole” a Briseida, su esclava y eso es lo que provoca el nacimiento de la cólera del de los pies ligeros y le brinda le excusa perfecta para retirarse de una contienda que no desea junto con sus mirmidones:
“Me importa una mierda. Ella y cualquier otra mujer. Pero es mía, ¿entiendes? Y a mí nadie me quita lo que m
e pertenece. Y menos un mierda como Agamenon”.
Imagino a Homero pensando estos versos y luego tachándolos, buscando sinónimos para mierda y reelaborándolos para hacerlos más pública y poéticamente correctos y sonoros. Y ese es otro tema a tener en cuenta que me ha gustado también y mucho. El lenguaje usado se aleja tanto de lo convencional, de lo pomposo y academicista, del refinamiento esperado al adaptar un texto de estas características, que el resultado al emplear un lenguaje tan accesible y “callejero” es un choque que le hace ganar aún más enteros a esta putísima obra de arte.
No hay dioses ni intervenciones de estos en el cómic. Lo que sucede en esta historia sucede por voluntad humana y desde el único punto de vista de un Aquiles al que se le desmitifica en el sentido de ser un guerrero amante de la guerra para quedar reflejado como uno de los mejores batalladores, pero amante en el fondo de la paz.
Como siempre hay gente que no conoce la historia, no haré destripes, pero es obvio que el héroe pelirrojo deberá decidir entre vivir una vida larga y retirado como un hombre más, o morir en batalla, provocando el nacimiento de Europa. La cóleraserá la clave del destino que lleve a Aquiles a uno u otro.
“De tu cólera nacerá Europa, pero para que nazca Europa, tú tienes que morir en Troya”.
En cuanto a lo visual, al brutal despliegue desbocado de talento que, en definitiva lo es todo, pero todo todo, en este impresionante tomo… me siento impotente porque no sé ni qué decir para que os hagáis una idea de lo jodidamente bueno, lo acojonantemente impactante y poderosísimo que me ha parecido La cólera. Viñetas grandes, estampas vivas que te introducenen la batalla, gore realista (ese cuervo arrancando el ojo a un cadáver), la parte en la que se gira el libro, el estilo de Olivares, los cuerpos estilizados (picassianos, diría yo) y un agudo e inteligente uso de los colores conforman un cómic precioso, soberbio, complejo, audaz y exquisitamente perfecto que voy a releer varias veces, que era, con razón, uno de los más esperados de este año y que, al cagatruenos de Zeus pongo por testigo, va a ser uno de los bombazos editoriales de 2020.
Un imprescindible en la biblioteca de cualquier amante del cómic, del arte gráfico con mayúscula, de las historias griegas y qué coño, de las historias en general.
“Canta, oh, diosa, la cólera funesta del Pelida Aquiles”