Reseña del libro “La conjura de la niebla”, de Ángela Banzas
Me enorgullece decir bien alto que soy una persona que adora la niebla. Cuando me mudé a Cantabria desde mi Madrid natal, lo que más admiraba era la capacidad de la niebla para bajar desde la montaña y adentrarse en la aldea como si fuera la única dueña y señora del lugar. Podía haber un sol tremendo, pero si esta decidía hacer acto de presencia, se convertía en la auténtica soberana del pueblo. Es ese instante, en el que el humo de las chimeneas crepitantes se mezcla con el manto blanquecino, se convierte en eterno. Y yo adoro la eternidad.
He pensado mucho en la eternidad mientras leía La conjura de la niebla. Y no entiendo muy bien por qué, si en realidad de lo que va este libro es de todo lo contrario: de la fragilidad de la vida humana. Pero sí que habla de la eternidad del recuerdo cuando una persona sigue aferrándose a él. La eternidad de la memoria de alguien que no ha olvidado. Y esa persona, en este caso, es Elena Casáis, la jueza instructora del caso del adolescente asesinado en la pequeña localidad gallega en la que vive. Y esos recuerdos no vienen porque conociera al muchacho, sino porque hay algo en su caso que le recuerda demasiado a otro que todavía está escrito en su memoria: el de su tía, fallecida treinta años atrás.
Los recuerdos de Elena comienzan a bullir, como si estuvieran en una olla a presión a punto de reventar. Y quizás por eso se inmiscuye demasiado en el caso, quizás por eso no puede evitar ponerse a investigar para averiguar qué está ocurriendo en realidad. Lo que ocurre, y esto lo sabemos todos, es que remover el pasado no suele ser la mejor de las ideas, y Elena lo podrá comprobar por ella misma. Aunque no estará sola, un viejo curandero y una mujer ingresada en un psiquiátrico tomarán un papel relevante en la novela para acompañarla en su búsqueda de la verdad.
Y esto no es lo mejor —aunque no me extrañaría que dudaras de mi palabra—, sino que la ambientación que lleva de la mano esta historia es tan especial, tan envolvente y tan absorbente, que es imposible que no se convierta en la gran protagonista de la novela. No me ha costado en absoluto imaginarme a mí misma deambulando por las calles de este pequeño pueblecito gallego, incluso he sentido cómo se me ponía la carne de gallina en determinados momentos por el ambiente tan cuidado que nos regala la autora. Sin duda, es lo que más me ha gustado de la novela.
Ángela Banzas se ha metido de lleno en el thriller con esta novela, y lo ha hecho por la puerta grande, dándonos a los lectores una ambientación preciosa y escalofriante a la vez. Algo tienen los pueblos pequeños —oscuros, húmedos y lluviosos— que hacen que sea imposible parar de leer. Y eso es lo que me ha pasado a mí. He disfrutado tantísimo de esta ambientación que por momentos me olvidaba de la intriga principal. Y mira que es difícil, porque el misterio que esconde esta niebla engancha desde la primera hoja.
Si bien creo que Ángela Banzas lo ha hecho genial en este género, leer su nueva novela ha hecho que me entraran ganas de leer su anterior libro, El silencio de las olas, con un registro histórico lleno de misterios que estoy segura que me va a encantar. Y más que por gusto, lo voy a hacer por curiosidad, porque si ha conseguido esta ambientación con este libro, no me quiero ni imaginar de lo que es capaz cuando se trata de una novela histórica.
En definitiva, todo un acierto, y más para estas fechas del año, donde los misterios parecen querer colarse entre las páginas, ¡y nosotros encantados de abrirles el paso!