Todos los que conocen mis gustos literarios, saben que una autora a la que nunca me he podido resistir es a Victoria Álvarez. Desde que leí su trilogía Dreaming Spires, me enamoré de su forma de escribir, de sus oscuros e interesantes historias y de sus inigualables y valientes personajes. Pero, sobre todo, de ese sello que la caracteriza, que es ese halo oscuro y gótico que envuelve cada una de sus novelas y esa ambientación llena de detalles que te hace viajar en el tiempo solo gracias a sus palabras. Y este caso no es diferente…
La Costa de Alabastro viaja a la Francia de los años 40, nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, para narrar la historia de una familia atormentada por el pasado. Un hombre cuya única hija se encuentra al borde de la muerte, que contrata a una enfermera dispuesta a hacer todo lo posible por ayudarla. Pero lo que esta no sabe es que, al llegar a la mansión en ruinas en la que viven, también tendrá que hacer frente a las oscuras siluetas que se esconden en sus rincones.
Con esta premisa, es muy difícil no sucumbir a los encantos que guarda esta novela. Para aquellos que conocéis a la autora, no os sorprenderá demasiado su sinopsis. Victoria nos tiene demasiado acostumbrados a los entornos oscuros, a las historias sobrenaturales y a personajes con problemas generados a partir de traumas del pasado… Pero no quiero irme por las ramas y debería empezar punto por punto.
Empezando por la atmósfera que crea en la novela a través de la historia que nos relata. Y es que, a veces, ni siquiera importa la historia, sino que lo único en lo que el lector puede pensar es en lo que le aguarda detrás de una puerta o los fantasmas que habitan la mansión. Victoria Álvarez consigue contagiar el miedo a sus lectores solo con el primer capítulo. Y además consigue engancharte de tal forma que no puedes dejar de leer hasta descubrir quién es el causante de ese miedo, de esa amenaza que cierne a esta familia y a la enfermera recién llegada. ¿Tienen algo que ver los antepasados de la familia? ¿O algo que ocurrió en la casa durante la guerra y la ocupación nazi? ¿La ouija ha hecho despertar a un fantasma sediento de venganza?
Estas son algunas de las preguntas que no dejé de hacerme hasta finalizar mi lectura. ¿Y respecto a los personajes? Creo que, debido a sus apenas 150 páginas, no da tiempo a desarrollarlos con profundidad. Pero, a pesar de ello, nos encontramos con personajes atormentados por traumas y circunstancias del pasado, que se encuentran perdidos y sin fuerzas para avanzar. Pese a ello, la señorita Baudin, la enfermera recién llegada para cuidar a la niña, Sophie, se empeña en reconducir las vidas de todos. Y me ha encantado sobre todo esta protagonista: su tesón, su voluntad y su fuerza de voluntad la hacen destacar y hacen que el lector se encariñe con el personaje y viva junto a él todas las aventuras y ganas de sobrevivir ante una amenaza sobrenatural… En cuanto a los otros personajes, tengo que admitir que les he cogido menos cariño porque creo que tienen menos que decir o que ofrecer durante la novela.
En cuanto a la ambientación, que ya sabemos que es uno de los aspectos más cuidados por la autora en su obra, es quizás algo que no ha pasado por alto pero que no ha brillado en este caso. La mansión de Monjoie, en la que se desarolla toda la acción, se encuentra en la costa de alabastro, un importante enclave para la Segunda Guerra Mundial situado en el pueblo de Saint-Rémy-Sur-Mer. Sin embargo, en esta ocasión no se centra demasiado en el lugar, sino que se centra mucho más en lo que aguarda en el interior de la casa y sus jardines y en la amenaza del nazismo, que sí tiene un mayor protagonismo en este libro.
En su primera novela corta, La Costa de Alabastro, Victoria Álvarez ha vuelto a engancharme como siempre. Admiro realmente su forma de narrar y cómo consigue hilar todas las tramas para conseguir un final brutal. Además, su ambientación y el paisaje que recrea en esta novela me ha encantado y ha conseguido ponerme los pelos de punta en cada uno de los capítulos. Me ha sorprendido bastante que en apenas casi 150 páginas logre transmitir miedo y misterio y que no te quedes con la sensación de que se ha quedado corto (aunque a mí todo lo que escribe se me suele quedar demasiado corto porque siempre tienes ganas de más).
Victoria, he vuelto a caer rendida a tus pies. Ahora solo me toca esperar hasta noviembre para leer tu próxima novela: la segunda parte de La ciudad de las sombras. Y créeme, la espera será muy, muy larga.
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